Vive en un ático de Molina de Segura. Nos sentamos en su terraza, desde la que se divisa un magnífico horizonte con una pinada iluminada por el dorado sol de la tarde. A Diana M. de Paco Serrano, dramaturga, doctora en Filología Clásica y licenciada en Filología Italiana, le ha hecho ilusión que le haga la foto en una estancia en cuyas paredes cuelgan los carteles de sus obras teatrales. Me ha dicho «yo quiero que salga mi último libro», claro que ella lo dice con tal sonrisa cariñosa que uno no puede negarse. Diana es muy atenta y prepara unas tónicas con hielo y limón que saboreamos mientras hablamos ante la atenta mirada de Escarlata O’Hara, uno de sus tres gatos.

Me regala Eva a las seis, que ha recibido el premio Palencia y cuya portada es un magnífico cuadro de Antonio Tapia. De nuevo una obra de mujeres que luchan y nos hablan hoy día. Me dice: «No se te olvide decir que el teatro también se lee». Diana es hija de los profesores universitarios e investigadores teatrales, Mariano de Paco y Virtudes Serrano, y hermana de Mariano de Paco Serrano, director de escena y gerente de los Teatros del Canal, de Madrid. Me cuenta que de adolescente leía y corregía las pruebas de imprenta de las obras que editaba su padre a cambio de una compensación económica, así que «de jovencita empecé a escribir teatro y a presentarlo a concursos con dotación económica. Quería hacerme rica, pero al menos aprendí el oficio de dramaturga, que me apasiona». Le digo que no le ha ido mal y que su proyección es internacional, aunque ella me advierte que no la conocen en su pueblo. Sigue con la Compañía Tríade Teatro, representando su Casandra, pese a la pandemia, por toda España, obra que a mí me dejó impactado y de la que hice dos o tres fotos hermosísimas, le digo.

Está convencida de que «si se leyera y se reflexionara más sobre lo que dicen los autores clásicos, se evitarían muchas desgracias presentes. En ellos está todo. Un mundo que cree que todo ha nacido hoy es un mundo perdido». Entre sonrisa y sonrisa, y siempre tan cariñosa, Diana se pone profunda y entonces recuerdas que estás ante una persona muy culta, creativa y gran pensadora que tiene en su WhatsApp un verso de Antígona: «No he nacido para el odio, sino para el amor». Me cuenta que está muy orgullosa de combinar la docencia, la investigación y la creación. Ahora está inmersa en un proyecto interdisciplinar que relaciona el mundo antiguo y los síndromes complejos y patologías médicas en la actualidad, junto a la lingüista Carmen Sánchez Manzanares y la neurofisióloga Virginia Izura, entre otros. También me habla de que está camino de su cuarta titulación, pues se ha matriculado en Psicología, lo que le ayudará en sus investigaciones y también en la creación de personajes: «Por eso me indigna que no se valore el humanismo integral que debe aunar la ciencia y las letras».

«¿Has visto lo que está pasando en Grecia? Es horrible. Yo estuve allí en 2018, trabajando como voluntaria. Ahora Argelia, Turquía, Italia, todo arde y el Mar Menor se muere: El mundo se viene abajo. ¿No podríamos hacer algo?», me dice con esa mirada azul como un cielo.