Dice Carlos Piñana que su rincón más entrañable está en casa de sus padres porque él es miembro de una gran saga familiar de músicos, guitarristas y cantaores de flamenco, pero como ellos están en la playa, quedamos en el salón de actos del Conservatorio de Cartagena, porque él es un hombre de subirse a los escenarios (de todo el mundo) y también un docente (en su caso del Conservatorio de Murcia). He de contar que escucho y disfruto a menudo de algunos de sus discos y he asistido a varios de sus conciertos, alguno de ellos memorable para mí, como uno que dio en el Auditorio Víctor Villegas con la Orquesta Sinfónica de la Región.

A Carlos Piñana lo fichó Noelia Arroyo para su candidatura a la alcaldía de Cartagena y en la actualidad ejerce de concejal delegado de Cultura, pero sin abandonar su labor docente ni sus conciertos nacionales e internacionales. Piñana ha traído una de sus guitarras, aunque preocupado por el efecto del calor sobre ella (la trata como si fuera una hija). Dispone de poco tiempo para conversar porque tiene la agenda repleta de reuniones en la concejalía y de ruedas de prensa para presentar actos culturales, así que aprovechamos el tiempo con eficiencia y a la noche seguimos otro rato por teléfono.

«A la guitarra no hay que darle horas o días, sino años, como lo que necesita un árbol para crecer. Hay que empezar desde niño, con una buena metodología y un buen maestro»

Carlos Piñana - Guitarrista y Compositor

Me recuerda Carlos que su abuelo Antonio Piñana Segado, nacido en Cartagena en 1923, ya era hijo y nieto de cantaores y guitarristas, así que la cosa le viene de lejos. Su padre, Antonio Piñana Calderón (Cartagena 1940), ha sido durante muchos años guitarrista oficial en grandes festivales como el de Lo Ferro y el Cante de Las Minas de La Unión, gran intérprete y profesor en la Universidad Popular de Cartagena. Los dos hermanos de Carlos también se han dedicado a la tradición familiar: Curro al cante y Pepe también a la guitarra. Esto me parece algo extraordinario, y Carlos dice que «es muy normal encontrar sagas de familias donde el flamenco se ha vivido y asimilado desde varias generaciones: los Morente, los Carmona, los Lucía… En los Piñana, en un futuro muy próximo, vamos a continuar con nuestro sobrino Rafael, que apunta maneras para llegar a ser un gran guitarrista». Carlos habla casi con devoción, además, de algunos de sus alumnos, a los que les augura un grandísimo futuro artístico.

Le pregunto sobre el tiempo que hay que dedicarle a la guitarra cada día, y dice que «no hemos de hablar de horas, ni de días, sino de años, como el que tarda un árbol en crecer. Hay que empezar desde niño, con una buena metodología, mucho trabajo y un buen maestro que te guíe por el buen camino». Reconoce que «tocar la guitarra flamenca es una carrera de fondo, exige resistencia, supone un gran esfuerzo físico y mental y lo mejor es ir madurando y creciendo en ese proceso en el que adquieres destreza, técnica y solidez humana y musical». Aunque, para no desanimarme, dice que «nunca es tarde para acercarse a tocar un instrumento».

Se siente afortunado de ser una especie de embajador de nuestra cultura por el mundo, y admite que también le gusta la política: «Aportar mi experiencia para ayudar a otros artistas me reconforta. Desde chico me inculcaron la vocación de servicio. No hay nada mejor».