Seguro que más de una vez habéis conocido a una de esas personas que hoy llaman tóxicas, aquellas que poco a poco, y sin saber cómo, te van quitando la energía a cada segundo que permaneces a su lado. Su presencia resulta como una gran losa que no te deja casi ni respirar y su ausencia una brisa de aire fresco con la que volver a la vida. Existen muchos tipos de tóxicas relaciones en las que unos se benefician de otros convirtiéndose su convivencia en una injusta batalla donde los papeles de ganador y perdedor están ya de antemano adjudicados… amigos, parejas, amantes, incluso algunos padres ejercen ese asfixiante poder sobre su presa como máxima proclamación de un mal entendido amor.

MARIETTA ROBUSTI

Esa obsesión por el ser querido fue lo que llevó al conocido pintor veneciano Tintoretto a no dejar que su hija mayor Marietta Robusti, la primogénita e ilegítima, fruto de su amor con una cortesana alemana, pudiera alcanzar el reconocimiento y el éxito que habría merecido.

MARIETTA ROBUSTI

Al hablar de Marietta Robusti todo se convierte en una leyenda con diferentes teorías sobre su nacimiento, su vida y hasta su muerte, las fechas no están claras, los datos son muy pocos, pero lo único cierto es que su habilidad para el arte era bastante superior a la de sus otros hermanos, ocho eran en total. Con solo siete años entró en el taller familiar sorprendiendo por su gran facilidad para el dibujo, seguramente fue en ese momento que padre e hija establecieron un vínculo muy especial reforzado por su misma pasión hacia el arte. Como era habitual para las mujeres en el siglo XVI-XVII comenzó su formación de la mano de su padre,- escondida en su taller y ajena al resto del mundo-, quien no dudó en enseñarle todo lo que sabía hasta el punto que la vestía como un chico para que pudiera acompañarlo a cualquier lugar, evitando así todas esas prohibiciones impuestas a las mujeres para quienes la práctica del arte no debía salir del ámbito puramente doméstico. Una de las muchas teorías sobre su vida justifica este dato más como un acto de ocultación, por el hecho de ser ilegítima, que para evitar problemas a la joven en su proceso de formación.

MARIETTA ROBUSTI

No solo era la hija preferida, sino que se convirtió en su ayudante más preciado, uno de esos extraños casos en los que el discípulo consigue igualar al maestro de manera que técnicamente era imposible diferenciar las pinturas de cada uno. Recibió una educación completa, tocaba varios instrumentos y cantaba, era considerada una de las mujeres mejor formadas de su época y un claro ejemplo de ese espíritu humanista que favorecía la formación artística de las jóvenes, sobre todo las de los estratos más altos. Siempre iban juntos, nunca se separaba de ella y ahí empezó esa relación de toxicidad, Tintoretto no era capaz de vivir sin su preciada Marietta a su lado.

MARIETTA ROBUSTI

Durante esos quince años ella no solo ayudaba al maestro sino que también comenzó a crear sus propias pinturas, incluso a dar clases, su fama como retratista en Venecia pronto alcanzó los más altos círculos de la sociedad convirtiéndose en algo así como una nueva moda posar para ella, conocida por todos como La Tintoretta.

Cuando el anticuario Jacopo Strada enseñó al emperador Maximiliano de Austria un retrato que la artista hizo a su hijo, éste, impactado por el resultado tan realista de la obra, invitó a Marietta a convertirse en pintora de su corte, invitación que también recibió por parte de Felipe II y el archiduque Ferdinando, oportunidades de gran importancia para un mujer artista que ella tuvo que rechazar por expresa «recomendación» de su padre (recordemos que las mujeres no podían tomar este tipo de decisiones sin la autorización de una figura masculina). La sola idea de que ella abandonara Venecia era algo que horrorizaba al padre y no estaba dispuesto a separarse de su pequeña bajo ningún concepto. Esa obsesión le llevó a permitir su matrimonio con un joven joyero solo porque este accedió a vivir en la casa familiar.

En 1590, cuatro años después de su boda, fallecía con treinta años. Unos dicen que fue como consecuencia de un mal parto, mientras que otros aseguran que tras dar a luz a un niño, a los once meses este murió y ella nunca pudo superar la pérdida del pequeño, enfermando como causa del propio dolor. La tristeza de su inconsolable padre fue tal que nunca consiguió recuperarse de tan profunda depresión hasta el punto que quiso realizar un último retrato de su bella hija post mortem, escena que ha sido representada en diferentes ocasiones por otros artistas posteriores, creándose así una verdadera leyenda de corte romántico sobre el gran amor del padre hacia su hija.

El resultado de ese amor insano no fue otro que el anonimato artístico de su hija durante siglos, hasta que en 1920 la inesperada MR encontrada como firma en uno de los cuadros del gran maestro veneciano, Retrato de anciano con un niño, hizo sospechar que algo ocurría, algunos de los cuadros de Marietta Robusti fueron atribuidos a su padre quedando así su nombre enterrado bajo la figura de Tintoretto. Por cierto, el Museo del Prado cuenta en sus fondos con una de las pocas pinturas que han sobrevivido de La Tintoretta, el retrato de una dama veneciana cuyo exquisito porte continúa en la sombra de sus almacenes pues es una de esas tantas obras de la colección no expuestas.

Por desgracia muy pocas de sus obras se conservan, unas desaparecidas y otras mal atribuidas, apenas unas cuantas pinturas repartidas en los más importantes museos como la Galería Uffizi o el Stedelijkmuseum de Ámsterdam nos recuerdan la existencia de La Tintoretta, una mujer que estaba destinada a triunfar pero el amor llevado al extremo no la dejó ocupar su lugar.

Varias obras de la artista italiana. En el sentido de las agujas del reloj: T’intoretto pintando a su hija muerta’, ‘Autorretrato’, ‘Dama Veneciana’ y ‘Retrato de anciano con un niño’.