Muchos son los neologismos compuestos de -fobia, sufijo proveniente del sustantivo griego fóbos que implica miedo y aversión (pues se suele rechazar lo que se teme), opuesto a -filia, que significa precisamente afinidad. De entre los primeros, ‘xenofobia’ es seguramente el más alejado de la idiosincrasia griega, pues ya en Homero abundan los pasajes en los que destaca la filoxenía, o euxenía, el don sagrado de la hospitalidad, que recibe amistosamente al extranjero, y que constituye prácticamente un imperativo moral: así nos encontramos, entre otros, con el encuentro de Glauco y Diomedes en la Ilíada -pertenecientes a cada uno de los bandos rivales, troyano y griego-, que aparcan por un momento sus diferencias para recordar lo que les une: haber sido en otro tiempo huéspedes el uno del otro, palabra disémica que en latín (hospes) designa tanto a quien acoge como al acogido, en un claro reflejo de igualdad y fraternidad, y de la que derivan ‘hospitalidad’ para hacer referencia al concepto, y ‘hospicio’ u ‘hospital’ como lugares de acogida y cuidado de quienes en ellos ingresan. Los significados también varían en el transcurso del tiempo, dando lugar a usos anfibológicos (con más de una interpretación), y así, ‘proxeneta’ es el intermediario, del griego proxeneo (hago de patrono o protector, sirvo de mediador). Y mediador es, sin duda, pero no precisamente como protector sino como explotador de terceras personas (habitualmente mujeres jóvenes) usadas como mercancía para satisfacer de forma mercenaria las necesidades sexuales de desconocidos que actúan como clientes.