Lord Byron era un hombre que entendía la vida como una moneda lanzada al aire: mientras cayera boca arriba, había que seguir disfrutando de ella. Se le había cruzado por la mente la idea de viajar a Grecia gracias a un viejo ejemplar escrito en griego, con una traducción bastante noble al inglés. Lo había encontrado en la biblioteca de Newstead, una suerte de castillo que había heredado y al que se colaba el pequeño Byron cuando terminaba de meterle mano a su institutriz. Bajo la mesa, con una vela encendida, leyó con pasión Descripción de Grecia, de un autor olvidado llamado Pausanias. Cuando pasaba las páginas, al tacto del papel biblia, sentía la frescura del Egeo. Entendió el futuro poeta que su destino estaba en el cabo Sunión a través de las palabras de aquel griego. Este describía un templo pegado al mar, desde donde se veían las islas y el golfo Sarónico donde un día los atenienses derrotaron a los persas. Años después fue hasta allí, con su ejemplar de Pausanias bajo el brazo. Con un cincel escribió su nombre en una de las columnas. Era el templo de Poseidón, dios de las aguas y los terremotos. Meses después moriría en Mesolongi, a manos de los turcos, luchando por la independencia del país que había descrito, siglos antes, aquel viajero de la antigüedad.

EL siglo XVIII descubrió a Pausanias y con él una Grecia que llevaba ya demasiado tiempo en manos de los turcos. Cuando el hombre de letras observase el país heleno, tal vez le costaría trabajo creer que, en donde había harenes y mezquinas, un día caminó Sócrates y los ejércitos de Alcibiades. Pero Descripción de Grecia era la prueba evidente de que todo eso había existido. Pausanias ha pasado a la posteridad por ser uno de los mayores geógrafos del mundo antiguo. Sin embargo, su fama no reside en la exactitud con la que describe las montañas y bahías, sino en el valor documental con el que registró, uno a uno, todos los tesoros de una Grecia gloriosa que iluminaba al mundo.

Pausanias había nacido en Lidia, una región donde hoy ondea la bandera turca pero que habla a la perfección el lenguaje de las ruinas griegas. Escribió diez libros que han pasado a la posteridad por ser la mejor guía de viajes jamás escrita sobre el mundo clásico. Él, que había nacido en el siglo II d.C., miraba hacia el pasado legendario de Atenas y Esparta como un niño actual escucha las hazañas de Colón. Cuando vino al mundo Roma ya había cambiado el sino del Mediterráneo, un mar que se había hecho extenso y pacífico. Pero también la Grecia de sus días era distinta a la de sus ancestros. Cronológicamente, hay más distancia entre Pericles y Pausanias que entre este último y Mahoma. Y sin embargo, el profeta que vino del desierto pertenece a una época tan distinta a la suya como extraña. El mundo clásico dilata el tiempo y acerca los siglos distantes, por eso uno puede sentirse cercano a Homero a la sombra de un olivo, a pesar de que la línea temporal ha recorrido casi treinta siglos bajos sus ramas.

LIBROS

Descripción de Grecia. Pausanias, Gredos

Las peregrinaciones de Childe Harold. Lord Byron


El escritor descubre las ciudades de la Grecia continental con la misma emoción con la que hoy en día un viajero ve por primera vez el Acrópolis, con su perfil de roca blanca. Pausanias presenta los rincones imprescindibles de las polis, se sienta en los restos de columnas caídas y reflexiona sobre la vida y la muerte hasta que cae la tarde. Cuenta en Descripción de Grecia las leyendas y mitos que se desarrollan en el lugar preciso a la par que los acontecimientos históricos, distinguiendo el mito de la historia, lo soñado de lo real. Por eso su viaje representa otra oportunidad que el mundo clásico le dio a la humanidad de descubrirlo.

Sus viajes fueron el propósito de una vida. En ellos hay tanta melancolía por una Grecia extinta que enternece comprobar que hasta en la propia Antigüedad ya existía la añoranza por su misma belleza. El viajero recorre los caminos por donde los persas creyeron destruir la imagen de un país único, cuando los espartanos los detuvieron en Maratón. También siente el silencio profético de Delfos, el santuario más importante de la Antigüedad, que encuentra ya en estado avanzado de ruinas y en donde se detiene a buscar las huellas de pitia, el «conócete a ti mismo» con el que el hombre griego abría su conciencia hacia los dioses. Escucha el susurro de la fuente Castalia, destino de las aguas del Monte Parnaso. Allí, decían, bajaba Apolo a refrescarse tras perseguir a ninfas por el bosque.

Pausanias fue el canto del cisne de la Antigüedad, pero también el Ave Fenix que hizo resurgir de sus cenizas a los griegos que inventaron nuestro mundo, el Occidente en el que vivimos. Cada viajero que hoy dirige sus pasos a Grecia está leyendo los apuntes de este hombre condenado a la melancolía, una voz que se adelantó dos milenios a Kavafis y que convirtió su vida en un viaje perpetuo. Pero su destino no se medía en kilómetros, sino en recuerdos. Y eso une para siempre a los que aman Grecia y la consideran una especie de patria sentimental.