Síguenos en redes sociales:

Entrevista

Rayden: "Cuando la cosa está más apretada, más ‘recortada’, más me nace a mí hablar de ello"

"El concepto del ‘odio líquido’ como moneda de cambio para rentabilizar se está viendo en todos los intentos de polarizar", asegura

Rayden: "Cuando la cosa está más apretada, más ‘recortada’, más me nace a mí hablar de ello"

«¿Qué cabe en una canción?», se pregunta David Martínez Álvarez (Alcalá de Henares, 1985), más conocido como Rayden, al inicio de Homónimo (2021), su sexto disco de estudio. Una pregunta a la que siguen una serie de respuestas que solo al artista madrileño se le podrían ocurrir. Tras veinte años de carrera, este álbum cierra un ciclo conceptual –una trilogía, incluso una hexalogía–, pero Rayden sigue avanzando. De hecho, su nuevo trabajo no tiene razón de ser sin los dos que le preceden: Antónimo (2017) y Sinónimo (2019). Pero si algo le ha quedado claro en todo este tiempo es que la canción es el mayor homónimo que existe, porque una misma canción puede tener distintas lecturas y distintos significados, dependiendo de la persona que la escuche. O la oiga.

La cuestión es que Rayden está en la madurez de su carrera. Empezó ganando peleas de gallos, rapeando con A3Bandas y Crew Cuervos, y ahora llena estadios. Ha demostrado ser mucho más que un MC fuera de lo común... Como ejemplo, su presentación de este viernes en la inauguración del ciclo Murcia On, en la que le acompañará la compositora, cantante e influencer Bely Basarte.

La respuesta a «¿qué cabe en una canción?» solo la tiene el artista?

El artista, que en este caso soy yo, y el público. Es una pregunta que lancé en redes sociales, y es curioso cómo el público tiene más claro a veces de qué tratan que nosotros y nosotras, que somos los que nos dedicamos a hacer canciones.

Podría decirse que el disco Homónimo es, en su totalidad, la búsqueda constante de una respuesta a esa y a otras muchas preguntas...

Sí, me di cuenta de que el mayor homónimo que hay es la propia canción, porque una canción que para todo el mundo se llama igual y dura lo mismo, para cada persona tiene un significado diferente. Todo el disco se enarbola en torno al concepto de qué es una canción, qué cabe y cómo una canción ‘cabe’ en nosotros, cómo nos transforma.

Es tu sexto disco. ¿Tenías claro que iba a ser este el punto en el que pararte en tu hoja de ruta como músico?

Es el disco que cierra una trilogía y dará paso a otro proyecto, sí.

Ya en realidad sería una hexalogía, como dices tú.

Sí, y dará pie a otra trilogía, así que serán nueve discos en torno a un concepto. Me parece muy interesante en los tiempos que corren poder dotar una carrera artística de toda una conceptualidad y que todo siga una línea.

¿Cómo suena este Homónimo?

Yo creo que ecléctico. En esta búsqueda de la canción, por el camino van ocurriendo muchas cosas y me voy permitiendo muchas licencias. Hay veces que nos intentamos imponer a las canciones y luego quedan cosas un poco forzadas...

Antes del estreno de este nuevo disco habías publicado cuatro singles: El mejor de tus errores, con Alice Wonder; Los bailaos; Los amantes sobreviven, con Fredi Leis, y La mujer cactus y el hombre globo, pero solo eran adelantos de lo que se iba a encontrar en el álbum. ¿Cómo ha sido colaborar con tanta gente tan diversa?

Ha significado sentirme afortunado. Es muy bonito poder pedir ayuda; porque cuando pido una colaboración lo que realmente hago es pedir ayuda porque no sé llevar la canción hacia donde quiero, y me siento muy afortunado porque ellos y ellas consigan llevarla a un punto que ni lograba imaginar. Puedo decir orgulloso que siempre que he hablado con alguien para colaborar en un tema mío han dado lo mejor de ellos mismos en mi canción.

Este disco, Homónimo, suena quizás también más orgánico. ¿A qué se debe?

Yo creo que al punto de madurez que he alcanzado. Desde hace ya más de seis años tengo una banda, y creo que cada vez los directos son menos la banda reinterpretando las canciones del disco, y cada vez más la banda creando las canciones, y llevándolas a este nivel. Suena más dinámico, más orgánico, con mayores arreglos.

¿Das total libertad de interpretación a tus letras? ¿Te gusta hacer pensar al público?

Sí. Muchos artistas infravaloran al público, y el público sabe incluso más de lo que queremos reconocer. Me gusta hacer como ‘canciones cebolla’: da igual la capa en la que te quieras quedar o sobre la que quieras profundizar, siempre te va a aportar algo.

¿Has hecho en Homónimo todo lo que querías?

He hecho todo lo que quería, aunque ya se me ocurren ideas para el siguiente... Pero sí, todo lo que quería, e incluso más. En este punto tengo que agradecer a la discográfica que me lo han consentido todo.

¿Hay algún estilo musical que en algún momento habías considerado opuesto a ti y al que ahora hayas decidido abrirte?

A lo mejor el funk carioca nacido en las favelas..., pero porque nunca hubiese imaginado que iba a salir airoso de esa experimentación.

¿Qué crees que aporta Homónimo?

Una carta de amor a la gente que se dedica a la música, que escucha música, que se ampara y se arropa en la música para sobrellevar su día a día. Una carta de amor escrita de la forma más humilde.

¿Te habías planteado este disco a partir de esa pregunta («¿Qué cabe en una canción?») que te hacías en el primer tema, Nostalgia?

Ha sido siempre así. Es una cosa que tuve clara desde 2008, la idea de los seis discos. Lo tengo muy sopesado desde hace muchísimo tiempo.

Esta es tu última trilogía, compuesta en torno a la palabra. Se centra en la sociedad y en diversos temas de actualidad. ¿Qué significa haberla cerrado con Homónimo?

Creo que ha servido para darme cuenta de que el público ha sido responsable de que haya conseguido seguir en esto [en la música]. Una idea tan sopesada y desde hace tanto tiempo sin un público que la respalde no se sostiene... La verdad es que ahí sí que hay que agradecerle todo a la gente que me escucha; de hecho, en cada medio o entrevista que puedo, lo hago (como ves).

En Dios odio aparece el concepto de sociedad líquida. Y mencionas a Bauman.

Sí. Es curioso cuando lees a alguien que parece que pone en palabras lo que siempre has pensado... Creo que muchas cosas que están ocurriendo hoy en día son por esas tensiones que hay dentro de una sociedad cada vez más líquida. El concepto del ‘odio líquido’ como moneda de cambio se está viendo en todos los intentos de polarizar; intentos acertados, porque están consiguiendo polarizar una sociedad cada vez más distanciada...

Te gusta jugar con las palabras, y otra prueba de ello es Don Creíque. Muy oportuno.

Es curioso, porque es la primera canción con la que siento que, más que yo intentar buscar hacer una acción de marketing, ha sido la propia sociedad, la actualidad, la que me ha hecho la campaña de marketing, porque va al día, con todos los escándalos que están ocurriendo, y las polémicas. A veces las canciones saben cosas que tú ni sabes. Intuyes, pero no sabes.

¿Cómo describes estas emociones que debes sentir con estos veinte años de carrera, presentando el disco tras un año tan raro?

Siento plenitud. Por haber podido cerrar como yo quería este proyecto y porque la gente lo esté entendiendo. Muchas veces puedes hacer canciones que te parecen increíbles y que no conectan con la gente, pero cuando la gente conecta de una forma como nunca antes había conectado con los demás discos, sientes que todo ha valido la pena.

Lo has estado presentando en cines. ¿A qué se debe?

Para manifestar que otro de los sectores de cultura castigados por esta pandemia han sido los cines. Creo que podría haber hecho la típica firma en centros comerciales, pero ya que este disco tiene un componente audiovisual muy potente, y, por su acabado, los videoclips parecen películas, hermanarme con un cine para poder proyectar los videoclips a modo de cortos y que la gente comprando un disco le sirviese de entrada, también es una forma de dar uso y volver a recuperar los cines como punto de encuentro. Que esa frase de «Vamos al cine» sea como el inicio de muchas historias.

¿La censura está provocando autocensura? ¿Lo sientes en ti mismo?

No, yo creo que al revés; a mí eso me pone. Cuando cada vez la cosa está más apretada, más recortada, a mí me nace más hablarlo. Siempre intento ser elegante, porque creo que hay caricias que duelen, y con guante duele más que intentar ser malhablado y no tener ‘saber hacer’. A mí me gusta, pero no por ir a la contra, sino porque me nace natural ese sentido crítico.

Pulsa para ver más contenido para ti