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Sánchez Carrasco: "Publicar a este nivel me produce una mezcla de ilusión y vértigo"

"En cuanto comencé a investigar sobre las revueltas en la sierra minera de La Unión vi que de ahí podía salir una historia preciosa para una novela de intriga", señala el autor de ‘Mil mares de distancia’

Sánchez Carrasco: "Publicar a este nivel me produce una mezcla de ilusión y vértigo"Urquízar

Ediciones B, del prestigioso grupo literario Penguin Random House -quizá junto a Planeta el más potente del país-, acaba de lanzar la novela Mil mares de distancia (2021), el debut del pinatarense Nacho Sánchez Carrasco. Ingeniero industrial y cartagenero de adopción, lleva más de una década escribiendo, firmando manuscritos que se han quedado en el cajón o que solo se han podido disfrutar en su círculo más cercano, pero le ha llegado el momento de dar el salto al mercado nacional y piensa aprovecharlo. Por lo pronto, ya ha firmado por la agencia de representación de autores de postín como María Dueñas y Javier Sierra, y aunque su primera referencia acaba de ver la luz, ya trabaja en un nuevo libro mientras que revisa viejos textos por si tuvieran cabida en un futuro próximo en el mercado editorial. En cualquier caso, Mil mares de distancia es el proyecto que ahora centra su atención, y hablamos con él para conocerlo un poco mejor. Como adelanto, señalar que se trata de una historia de intriga que transcurre paralela y en dos tiempos entre la convulsa sierra minera de La Unión y la Veracruz de 1898.

Para empezar, acláreme una cosa: Mil mares de distancia supone su debut editorial, pero no es el primer libro que ha escrito...

De hecho, es el tercero.

¿O sea, que acaba de lanzar esta novela pero ya tiene otras dos pendientes de ver la luz?

Más o menos, sí. Realmente el primero me lo autoedité, pero apenas saqué unos cuantos ejemplares para mis amigos, familiares y para mí. El segundo, ni eso. Pero como yo escribo por afición, porque me gusta, ya he empezado otro, un cuarto (por suerte, en la cabeza siempre tengo ideas nuevas). No obstante, mi idea es que al menos ese segundo manuscrito pueda ver la luz en algún momento: lo estoy retocando, puliendo y ojalá pronto podamos publicarlo también. Pero bueno, ahora estoy centrado en Mil mares de distancia.

Ahora le preguntaré más en profundidad por la novela, por supuesto, pero, cuénteme: ¿cómo un ingeniero industrial decide lanzarse a escribir? ¿Qué le ofrece la escritura?

Pues mira, en mi caso fue ‘gracias’ a una enfermedad que pasé en 2007 y que me tuvo en reposo absoluto durante cinco semanas. Fue ahí, hospitalizado, cuando descubrí que inmerso en la escritura los días pasaban más rápido, casi sin darme cuenta. Y, desde entonces, aq uí seguimos, porque la verdad es que lo disfruto mucho: en cuando tengo un rato libre -sobre todo cuando puedo estar tranquilo, de noche o los fines de semana- me pongo a ello. Me aporta calma; me gusta imaginarme ambientaciones, personajes, historias nuevas... Es difícil de explicar.

Una forma de abstraerse del mundo real, ¿no?

Eso es.

Y después de más de una década escribiendo, ¿qué tal sienta tener ya su primer libro en las manos? Imagino que es emocionante...

La verdad es que sí. Sinceramente, todavía no me lo creo. Es como una mezcla de ilusión y un poco de vértigo. Yo no me imaginaba poder debutar con una editorial como Ediciones B [dependiente del grupo Penguin Random House] o firmar un contrato con la agencia literaria de María Dueñas y Javier Sierra [Antonia Kerrigan]; claro que mi ilusión era poder publicar a nivel nacional, pero no me esperaba algo así.

Eso le iba a decir, que no hay muchos escritores que puedan decir que dieron el salto al mercado editorial al amparo de uno de los sellos más potentes del país [Penguin Random House]. ¿Cómo llega hasta ellos?

Yo lo primero que hice fue contactar con la agencia [Antonia Kerrigan], que era el primer paso para poder llegar a una editorial potente. Les envié tres capítulos de Mil mares de distancia y les gustó, así que les hice llegar el manuscrito completo. A partir de ahí ya fueron ellos los que contactaron con Penguin Random House y con otras como Planeta, por ejemplo, pero al final firmamos con Ediciones B. 

Aclarado esto, dígame: ¿cómo le presentaría a nuestros lectores Mil mares de distancia? ¿Cómo definiría la novela?

Pues mira, está ambientada en la segunda mitad del siglo XIX y la trama se desarrolla mediante dos historias paralelas: una que tiene lugar en la sierra minera de Cartagena, y en concreto en La Unión, y otra en la ciudad de Veracruz, en México. Porque la novela comienza con la huida de un patrono minero en mayo de 1898 después de que su trabajadores se pusieran en huelga. Ellos protestaban por una situación que era realmente precaria: tenían jornadas de doce horas al día y apenas cobraran dos pesetas en vales que debían canjear en el colmado del propio patrono; y esa era su única fortuna: los vales y aquello que pudieran acumular para poder vender por unas pocas pesetas en caso de necesidad. Era tanta la indignación de estos obreros que quemaron el Ayuntamiento de La Unión y las viviendas de los patronos, ¡incluso, el gobernador civil llegó a declarar el estado de guerra! Y toda esta revuelta es la que me ha servido de punto de partida para que mis protagonistas tengan que salir huyendo del país. 

No obstante, es una novela de misterio. El lector encontrará en estas páginas buenas dosis de intriga, pero también algunos toques de humor. Y aunque los personajes son ficticios, se desenvuelven en entorno reales. María Dueñas la resume muy bien: «Es una historia de ambiciones y minas, viajes y descubrimientos, codicia y generosidad. Escrita con precisión minuciosa, nos traslada a ambos lados del Atlántico con escenarios y personajes que nos harán disfrutar». Creo que es bastante esclarecedora... Y, además, hace alusión -con eso de «precisión minuciosa»- a la importante labor de documental que he realizado. Porque he visitado la sierra de La Unión, he investigado sobre las condiciones laborales de la época, he analizado la normativa minera, la infraestructura..., ¡incluso me he informado del tipo de alumbrado y alcantarillado que había entonces en la zona para que toda la ambientación fuera lo más real posible! De hecho, en un momento dado, los protagonistas visitan la sastrería de Don Remigio en Cartagena, establecimiento que existió realmente. Ese es el nivel de detalle que he querido alcanzar.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es, no tanto el momento histórico en el que está ambientada la novela -que es recurrente tanto en literatura como en series, películas y demás-, sino, más bien, el entorno. Me refiero a que el atractivo de las florecientes urbes de finales del XIX se queda aquí a un lado para mostrar cómo era el día a día en una tierra difícil para muchos como era la sierra minera murciana. ¿Que le lleva a interesarse y centrar el foco en este tema?

Por cercanía -tanto geográfica como familiar-, es un tema que siempre me ha atraído. De hecho, mis bisabuelos fueron mineros, y uno de ellos murió muy joven de silicosis [enfermedad pulmonar muy recurrente entre quienes trabajaban en la mina], mientras que el otro estuvo a punto de perder la vida en un derrumbe. Y, bueno, desde el punto de vista histórico, el interés es evidente: fueron años muy convulsos, caóticos, de grandes desigualdades, de mucha inmigración (especialmente procedente de Almería)..., fue una especie de ‘fiebre de la plata’. Así que enseguida vi que de ahí podía salir una historia preciosa para una novela de intriga.

Su protagonista, en cambio, es una mujer acaudalada, Elisa, esposa del encargado de la explotación minera. ¿Por qué recurre a un personaje así? 

La novela está narrada en ‘paralelo’: por un lado está la historia de Zoilo [el patrón], en tercera persona, y, por otro, la que se sitúa en el presente del matrimonio huido, que está contada por Elisa en primera persona. Y si te das cuenta, al principio como que tiene más protagonismo la minería y él, Zoilo, pero, poco a poco, Elisa va centrando la novela. Y, como has comentado, es una mujer de vida acomodada, de cierto estatus, pero en aquella época eso significaba que había sido educada en la obediencia, encaminada a preparar su ajuar para cuando tuviera la dicha de casarse. Pero, en un momento dado, su marido desaparece y ella se queda sola, lo que la va despertando de su candidez y la obliga a tomar las riendas de la situación.

¿La historia de Elisa y la desaparición de Zoilo llegó antes que la elección del momento histórico en el que situar la novela o fue al revés?

La idea fundamental fue siempre la sierra minera, pero yo no quería que toda la novela se centrara allí, así que aproveché esa coyuntura y esa huida para escribir estas dos historias en paralelo. Y Veracruz, que entonces era y todavía sigue siendo uno de los principales puertos marítimos de México -y hacia el que partían vapores desde Cartagena-, me resultó el sito ideal para acoger esta segunda parte de Mil mares de distancia. Pero fue un poco como una consecuencia, insisto; lo principal siempre fue la sierra minera de La Unión.

¿Por qué apostó por una narración ‘cruzada’? Me refiero a esa alternancia entre pasado (La Unión) y ‘presente’ (Veracruz).

Para que hubiera cambios de ambientación entre capítulo y capítulo. Pensé que una narración cruzada podía hacer la lectura más dinámica, amena.

Imagino que el proceso de documentación fue quizá, no lo más tedioso -porque imagino que para lanzarse a escribir una novela así uno debe disfrutar también de esa parte de investigación-, pero sí de las fases más complicadas del desarrollo de Mil mares de distancia, porque de aquella época tampoco se conserva tanta información, y menos de la clase trabajadora de un paraje rural...

Sí... Pero, bueno, vas buscando y van apareciendo cosas. Mira, encontré, por ejemplo, el diario de una norteamericana que estuvo viviendo en Veracruz, y que contaba cómo vivían sus gentes, qué gustos tenían, cómo hablaban... Ese documento me sirvió muchísimo. Y luego, sin exagerar, me he leído cientos de periódicos de aquella época, tanto mexicanos como de Cartagena; es relativamente fácil encontrarlos en una hemeroteca y sacas información hasta de los anuncios. De hecho, la sastrería de Don Remigio de la que te hablaba antes la descubrí así. Y, bueno, luego también hay artículos o estudios publicados muchos de ellos por universidades que nos ofrecen una visión bastante cercana de cómo fueron aquellos días. De la Politécnica y de la de Murcia, por ejemplo, saqué textos con los que aprendí cómo eran los balnearios del Mar Menor, tan frecuentemente visitados por Elisa durante su infancia. Y, cómo no, las excursiones que he podido hacer por la zona de la mano de la Fundación Sierra Minera también han sido determinantes. Al final, es eso: ir cogiendo de un sitio y otro. Es bastante laborioso, pero se disfruta.

Eso le iba a decir, que por cómo lo cuenta no parece que lo hiciera a disgusto...

 [Ríe] Para nada. Descubres cómo vivían nuestros antepasados, cómo eran ellos y las calles por las que caminaron, cómo funcionaba entonces el alcantarillado o la iluminación, si había tranvías y por dónde iban... Y a mí todo eso me encanta.

Decía al comienzo de esta entrevista que ya está trabajando en una cuarta novela. ¿Va a seguir trabajando en esta misma línea (casi histórica) o tiene pensado explorar otras fronteras?

Mira, de momento, cuando termino una novela y me pongo con otra me gusta que sea completamente diferente. De hecho, ese segundo manuscrito inédito que estoy trabajando actualmente es una novela ambientada en nuestros días y que trata sobre el secuestro de una niña. ¡Y el primero fue una novela juvenil! Me gusta cambiar por completo de un proyecto a otro.

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