No sé si lo de especializarse en pintar Murcia bajo la lluvia se debe a algún tipo de broma, a pura ironía o alguna apuesta con mala baba, pero el hecho es que hay quienes ya no podemos evitar pensar en las obras de Carlos Montero en esas extrañas ocasiones en que el cielo nos regala agua. La Murcia bañada por la lluvia es bellísima, de un melancólico hiriente, es casi un cuadro de Carlos. «Mi pintura es una serie de vivencias y emociones, de todas las sensaciones que experimento a lo largo de los días», comenta, y añade que «no me molesta en absoluto que mi obra se considere melancólica».

«Siempre he admitido que mis cuadros tienen un cierto aire de melancolía y añoranza, las sensaciones que vinculo con el sonido de la lluvia. Pero se trata de una melancolía y una añoranza agradables: cuando oigo la lluvia y veo a la gente correr, es cierto que me siento solo, aunque esté rodeado de gente, pero es una soledad que no duele, que me hace sentir bien», manifiesta el creador. De esta forma, «disfruto ese momento y por eso lo pinto. Una amiga me suele decir que le gustan mis obras, pero que no podría tener nunca una en casa porque le producen tristeza. Me agrada ser capaz de producir esos sentimientos en alguien, aunque cuando lo pienso fríamente, me digo: '¡Carlos, eso no es muy bueno para el negocio!». Y se ríe. Porque Carlos será melancólico como pintor, pero es, como persona, expansivo y con un toque amoroso. Percibo en él un espíritu sumamente inquisitivo e inquieto; le cuento algunas historias intelectualoides - tesis filosóficas y tal - y las escucha con gusto.

Hay quien lo ve como el discípulo murciano de Antonio López. «Yo no podría destacar a ningún artista en concreto; han sido muchos los artistas que me han influenciado a lo largo de mi vida, desde clásicos como Rembrandt o Velázquez, de quienes sigo analizando sus técnicas, sobre todo cuando realizo estudios para el retrato, hasta artistas contemporáneos, como Jeremy Mann, de quien me atraen las abstracciones de sus paisajes urbanos. Siento admiración por la sutileza del retrato más actual de Casey Baugh o por la capacidad de síntesis del expresionismo de Zin Lim. Actualmente hay mucha calidad, a pesar del pesimismo de algunos, y las nuevas tecnologías, como Internet, han hecho más accesibles a grandes autores». «Otra gran influencia en mi vida han sido los muchos kilómetros que he hecho, junto a otros artistas, por todo el país, en los trayectos hacia las exposiciones donde participaba. Absorbía todo lo que veía; siempre he dicho que es la mejor escuela que conozco», apunta.

Hay quien califica a Carlos de ultrarrealista. Yo me quedaría en realista. Y me gusta. Me gusta el realismo. Más que el ultrarrealismo. Y no hablemos de conceptualismos y abstracciones. «Es cierto que me he mantenido fiel al realismo, pero no me considero un realista tradicional. De hecho, la exposición Perspective on Wood, en la Universidad de Murcia en 2013, es un claro ejemplo; allí experimenté con distintos formatos como una puerta, una ventana, un cofre. Fue un ejercicio quizá más mental que técnico».

«Un artista tiene la obligación de evolucionar y en mi caso es una necesidad. Ahora estoy en un momento en el que busco un cambio; de hecho, este año, en principio, no voy a exponer. Quiero dedicar el mayor tiempo posible a pensar, a investigar en mi estudio. A equivocarme, a tropezar. Quizá salga algo. Como decía Renoir: 'Uno debe de vez en cuando intentar cosas que están más allá de su capacidad'», comenta.

Carlos luce una estética de heavy genuino, de aquellos de los años ochenta. No cuesta imaginárselo en un concierto, brazo en alto y dibujando con el dedo índice y el meñique la señal de los cuernos. «La música siempre ha sido el mejor acompañante de un artista. Suelo escuchar rock y metal a menudo. Últimamente me he aficionado a los audiolibros. También veo películas o series mientras pinto; aunque pueda parecer imposible, se puede hacer, aunque me pierdo mil detalles, porque muchas veces me quedo absorto en la pintura», dice. «He pintado varias obras relacionadas con la música, el cine o la literatura para exposiciones colectivas, como por ejemplo una estaca con un retrato de Drácula de Bram Stoker. Pero, en general, he buscado la inspiración en la gente de a pie, en las calles que me rodean y en el mar», añade.

Lo veo más de asfalto que de monte. Su obra da fe. «Empecé con el paisaje urbano y me he especializado en esta temática. Ha sido, sin duda, lo que más he trabajado, sobre todo escenas de lluvia y nocturnos. Buscaba un enfoque diferente al que solía ver en otros artistas y al final creo que se ha convertido en lo que más me identifica a mí como pintor», destaca. Así, «el tema de las marinas lo vengo realizando quizá menos tiempo, pero también me fascina; el agua en general fue el gran protagonista de mi última exposición en el Real Casino de Murcia». «Pero también he trabajado bastante la figura humana: un ejemplo es el cartel de la 40 edición del Festival de Lo Ferro, en el que quise dar protagonismo a la mujer con un retrato de la guitarrista Mercedes Luján, o la portada de la guía de Semana Santa de Murcia de la Cadena Ser en el que aparece el Cristo de la Sangre», precisa.

Los artistas son muy maniáticos a la hora de trabajar, con sus liturgias bien establecidas y un modus operandi que los ayuda a conducirse por la jungla de la creación. «Casi siempre estudio antes el tema que voy a pintar, no me pongo delante del lienzo en blanco y comienzo a improvisar, sino que parto de una idea, hay un trabajo previo», sostiene. A veces «he estado meses esperando que llueva para pintar algún motivo o alguna calle en concreto», confiesa. «Con el paso del tiempo y a base de pintar he ido aprendiendo cómo se comporta el agua, cómo se reflejan estas escenas tan inusuales para alguien de aquí como soy yo. He pintado varias obras deduciendo cómo sería, pero prefiero que la naturaleza me lo haga ver. En lo que respecta a horarios, trato de tener un horario de 'persona normal', pero no puedo evitar sentirme mucho mejor pintando por la noche, cuando todo está en silencio, y no se oye a nadie, ni suena ningún mensaje en el móvil: la soledad es maravillosa si eres tú el que la elige a ella».

No llevó mal la cuarentena, me dice, pues «hice obras en casa, tiré unos tabiques y me he hecho el estudio en casa, y aunque todavía no está terminado, faltan muchas cosas, ya puedo trabajar aquí. Así que no sufrí la situación tanto como otros», declara. El que no se consuela es porque no quiere. Y el que no aprecia la obra de Carlos no tiene perdón.