Esta semana cumplió 65, y aunque los años no han pasado en balde para él, el público -y los directores- siguen pensando en Enrique San Francisco (Madrid, 1955) cuando buscan a un 'golfo' de manual para su película o su obra. «Si salgo una noche y me tomos mis cervezas y tal, sí, pero a estas alturas ya salgo muy poco...», señala cuando se le pregunta por la fama que le precede. Pero es que es inevitable: este viernes llega al Nuevo Teatro Circo de Cartagena con su último trabajo, Pesadilla en la comedia, donde se mete en la piel de un crítico gastronómico que, si hace lo que es hace, es exclusivamente por comer y beber sin gastarse un duro; bueno, y porque no sabe qué otra cosa hacer con su vida... Por cierto, no estará solo: le acompañará otro habitual del Club de la Comedia, Miki d'Kai, que interpreta a un chef a la caza de una buena crítica para levantar el negocio.

PEn Pesadilla en la comedia comparte escenario con Miki d'Kai. ¿Prefiere la soledad del monólogo o estar acompañado?

R A mí me gusta más estar con gente. Yo no soy monologuista, soy actor. Un actor tiene que saber hacer monólogos, pero a mí me gusta más estar con la gente. Si te encasillan es porque lo que has hecho les ha gustado y entonces lo tienes que hacer muchas veces. Los monólogos son un reto para un actor, son muy difíciles y muy pretenciosos porque tienes que estar tú solo sobre el escenario y todo el mundo está pendiente de lo que tú vas a decir, con un micrófono y una silla y nada más, y eso es bastante jodido.

P Nunca haría humor sobre...

R Hay muchas cosas que tienen muy poca gracia, aunque todo el sentido del humor viene de las desgracias... Pero sí, hay muchas cosas de las que no quiero hacer chistes porque no tienen gracia. Por ejemplo, si me preguntas una en concreto, voy a dejar de hablar de los políticos porque ya me tienen bastante cansado y decepcionado, así que les voy a castigar no hablando de ellos.

P ¿Se autocensura o le censuran?

R Ahora se censura la opinión, que es lo peor que se puede hacer. Es terrible, pero es así. Es muy difícil hacer un monólogo y que guste a todo el mundo. Siempre hay alguien que está dentro del teatro que se identifica para bien o para mal con lo que tú dices. ¿Que llueva a gusto de todos? Entonces yo no podría trabajar. Tienen que entender que esto va en clave de humor y que el hecho de que yo lo diga no quiere decir que yo lo piense así o sea así. Es como creo que hay que entenderlo. Hay sitios donde a lo mejor no haces según que chistes...; aunque, a decir verdad, yo procuro hacer todo y a ver qué pasa.

P Una vez dijo que les gustaría cabrear a todo el mundo. ¿Por quién le gustaría empezar?

R No es cabrear exactamente. Mis monólogos se basan en la realidad -aunque exagerada-, y ahí entra mucha gente... No les pongo a parir, pero sí les hago ver una serie de cosas que son absurdas y que hacen y que yo también las hago, pero que tiene que haber alguien que te las diga.

P ¿Sabe que se ha convertido en un referente para los simpatizantes de Vox?

REsto es increíble. No veo las redes porque me pongo malo. Será porque salgo con una bandera de España, pero es que eso es algo que me parece normalísimo... Si ya me van a llamar 'facha' por eso, es una enfermedad que no tiene nombre. No soy de ningún partido ni he pertenecido a ningún partido ni he hecho nada por ninguno. Si ahora Vox se identifica conmigo por alguno de los chistes que hago o lo que digo sobre lo que siento yo por mi país, qué le vamos a hacer, yo no tengo la culpa. Soy un espectador de la realidad, nada más.

P Sobrevivió a los ochenta. ¿Qué huella dejaron en usted esos años?

R Fueron unos años maravillosos. El hecho de que yo tuviera unos excesos de la hostia es un problema mío, no de los ochenta. Pero fue una maravilla de época en cuanto a música, movimientos culturales, la Movida..., fue muy bonito todo. Y también un desastre, porque hubo mucha gente que desgraciadamente se dejó la vida y ya no está...

P ¿Sigue siendo un golfo?

R Yo estoy muy mayor ya, tengo 65 años. He golfeado lo que tenía que golfear. Las personas vamos cambiando y uno tiene que saber envejecer y adaptarse a su edad y a sus posibilidades. Y yo sigo siendo un golfo sí salgo y me tomo mis cervezas por la noche y tal, pero vamos, que salgo muy poco... Yo ya salí todo lo que tenía que salir.

P ¿Cómo ha logrado mantenerse tantos años en una profesión como la suya?

RLa verdad es que no lo sé. Siempre me ha ido muy bien con todos mis altibajos y creo que es gracias al público. A mí me gusta mucho la gente y eso el público también lo nota. Afortunadamente, creo que me quieren y eso es algo que tengo que agradecer y es lo que me mantiene trabajando, que es lo que más me gusta. Es entrañable y muy agradable que a la gente le guste lo que haces. Para mí es un placer porque es la finalidad de mi profesión. Soy bastante cercano, una persona muy normal. Solo ejerzo de actor cuando estoy trabajando.

P ¿No está pensando en la jubilación?

R No tengo ninguna gana de retirarme, en absoluto. Si estás en condiciones, yo creo que debes ser cada vez mejor actor. Cuanto mayor eres vas haciendo papeles diferentes y se van adaptando a tu edad. Siempre he tenido papeles muy buenos porque como tengo un físico raro me han dado siempre papeles muy raros, pero son los más agradecidos. De hecho, cuando me han nominado a los Goya siempre ha sido por papeles secundarios. Las grandes películas están llenas de grandes secundarios, es algo fundamental, y hay protagonistas que no hay dios que los aguante. Como no he sido guapo, no he hecho esos papeles típicos cuando era joven de galán, si no más bien de canalla, que es más divertido.