El museo Barón de Benifayó de San Pedro del Pinatar acoge hasta el 29 de febrero la exposición 'Párraga, espíritu creativo', que consta de 27 obras que recorren las diferentes etapas creativas del pintor murciano. Comisionada por el galerista Darío Vigueras, la muestra enseña collages y pirograbados correspondientes a los 60 y 70 , acuarelas, murales y una variada selección de otras técnicas pictóricas exploradas por Párraga en su última etapa.

En las obras se dan cita varios elementos del universo del artista, como las figuras icónicas (sus recurrentes palomas, por ejemplo) y su habitual querencia por el folclore y la tradición murciana (la Semana Santa, el Entierro de la Sardina o el Bando de la Huerta).

Polifacético y fecundo

José María Párraga (Alumbres, 1937-Murcia,1997) comenzó a estudiar Magisterio en 1951, compaginándolo con la Escuela de Artes y Oficios, donde recibió clase de personalidades de la talla de Almela Costa, Luis Garay, Clemente Cantos y Mariano Ballester.

Vivió una temporada en Madrid y posteriormente viajó a Holanda y Francia, donde tomó contacto con la obra de los postimpresionistas, lo que marcó considerablemente su obra. En 1955 empezó a trabajar de maestro -profesión que abandonó- y al año siguiente realizó su primera exposición individual.

Grupo AUNAR

Corría el año 1964 cuando Párraga participó en la fundación del grupo AUNAR. Junto a los pintores Manuel Avellaneda y Aurelio y los escultores Elisa Séiquer, Hernández Cano, Francisco Toledo y José Toledo, dio a luz un movimiento que impulsó la renovación del panorama artístico murciano.

A lo largo de su carrera, Párraga empleó diversas técnicas, como el dibujo y el pirograbado, realizando también murales e incluso ilustraciones en prensa. Sus primeras obras son figurativas, pero ya mostraban una considerable deformación o alargamiento.

Fue en 1959 cuando comenzó a experimentar con el collage y con técnicas próximas a las artes gráficas y se comenzó a percibir la influencia de Picasso y Klee.

En los 80 sufrió una aguda crisis emocional que se acabó reflejando en su obra, que se hizo algo más sombría.

Fue en los últimos años de su vida (a partir de 1990) cuando recuperó su característico trazado curvo y sinuoso, incorporando, además, el color. Su trabajo, que es muy extenso, ya que realizaba una obra cada día, le convirtió en uno de los grandes referentes de la historia del arte en la Región.