En el verano de 2018, Eduardo Arroyo cogía sus pinceles para firmar una obra por última vez. Artista infatigable, aunque inmerso en una agotadora lucha contra el cáncer, se resistió sin suerte a que aquel 'Buque fantasma' fuera la respuesta a una pregunta que el madrileño confesó hacerse cada mañana al levantarse en una entrevista con Jesús Ruiz Mantilla para El País: «¿Cuál será mi último cuadro?». De hecho, Arroyo dejó a medio terminar un lienzo en su estudio de la calle de Costanilla de los Ángeles, en la capital, como muestra de su férrea voluntad por morir haciendo aquello por lo que vivió: pintar. Por suerte, y como último regalo del que es sin discusión uno de los artistas más completos y destacados de la historia del arte contemporáneo español, aquella pieza, la que si pudo terminar durante su escapada veraniega a Robles de Laciana (León) era tan solo una parte de una última muestra que se inauguró, a título póstumo, el pasado mes de enero en el Real Jardín Botánico de Madrid y que desde ayer se puede disfrutar en Murcia.

Titulada Eduardo Arroyo. El Buque Fantasma, en honor a esa última obra, la exposición presentada este viernes en el Centro Cultural Las Claras Cajamurcia reúne un conjunto de obras -cerca de cuarenta- producidas por el autor desde el año 2000 y que se ponen en diálogo en esta ocasión con una selección de dibujos y el icónico lienzo El arcángel San Gabriel, cedido como el resto por la Colección ENAIRE. Esta última es una obra -una de las más representativas del pintor-, que fue colgada en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia en 1995, presenta al mensajero de Dios, tal y como recuerda la comisaria de la muestra, Fabienne Di Rocco, «con el carmín en los labios y la púdica huella del bikini, para que, como dijo Fernando Huici, 'sus historias iluminen la conciencia del tiempo presente'».

Aunque en esta colección no solo brillan por sus historias -y su inigualable estilo pictórico- El Buque Fantasma y esta delicada metáfora arcangeliana. Y es que esta selección refleja el constante interés de Arroyo por la máscara, «potente fuente de invención» en el trabajo del madrileño, apunta Di Rocco. Además, dada la diversidad de las técnicas, la profusión de personajes, y la fructífera reflexión sobre la historia y la condición del artista que invaden esta muestra, en Las Claras «aparece abiertamente la vocación literaria y poética de su relato pictórico», señala la comisaria. Gran lector, la obra del bohemio creador está plagada de referencias literarias, teñidas de color y de altas dosis de ironía. Dorian Gray, Moby Dick y su pulso con el capitán Ahab, Don Juan Tenorio, Falstaff, Madame Butterfly o Doña Inés aparecen recogidos en las obras que hasta el 1 de diciembre se exhiben en Murcia, donde, a través de la mano del difunto creador, también se referencia -de nuevo desde el humor- a Unamuno y La guerra de los mundos.

Tampoco escapa de este juego de alusiones la obra titular, basada en la leyenda -aunque mucho se ha escrito también sobre ella- de un marinero maldito y su navío, El Holandés Errante, condenado a vagar para siempre por los océanos del mundo. «A partir de ella [la leyenda], y ambientado con música de Wagner [que dedicó una ópera a este mito], Arroyo inventa una gran composición en forma de fantasía literaria donde el amarillo y los colores primarios compiten con la máscara negra de Fantômas, que juega como un jeroglífico contra otros fantasmas presentes en la exposición», desvela Di Rocco.

Por último, también merece destacar un tríptico monumental que el pintor tituló Tres movimientos para una España vacía, y en el que el madrileño ofrece su particular lectura de los paisajes de su tierra, aquella que hace un año lloraba su pérdida. Y es que con su muerte se fue uno de los principales referentes de la figuración narrativa -movimiento pictórico que dio un nuevo impulso a la pintura europea desde los inicios de los años sesenta-, un pintor exuberante y, sobre todo, un alma libre, impenitente y arrolladora. Por suerte, ahora es Murcia quien le rinde homenaje antes de que esta muestra llega a Santander como la exposición inaugural de la nueva sede de la Colección ENAIRE de Arte Contemporáneo. Todo un privilegio.