A finales de los años cincuenta, dos jóvenes cartageneros apasionados por la pintura fundaban un estudio en pleno centro de la ciudad. Eran Ramón Alonso Luzzy y Enrique Gabriel Navarro, dos hombres que con el tiempo se convirtieron en referentes para la cultura local. Y aunque de aquella Cartagena en plena era franquista quedan muy pocas cosas en la actualidad, una de ellas es ese estudio, situado en pleno centro, donde una nueva generación sigue los pasos de sus maestros.

Y el maestro, desde hace más de tres décadas, es Enrique Navarro Carretero, hijo de Enrique Gabriel Navarro. Allí dio sus primeros pasos como pintor y como profesor, después de que su padre muriese muy joven, en 1980, no sin antes recibir la Medalla de Plata al Mérito Artístico. 'Carretero', que así firma sus obras, recogió el testigo cuando finalizó los estudios de su progenitor y de Ramón Alonso Luzzy, quien le pasó las llaves del estudio para que lo mantuviera. 35 años después sigue dando clases allí donde empezó su pasión por la pintura.

La vocación le viene de casta, aunque él es el único de los cuatro hermanos que se decantó por esta rama. En su adolescencia, empezó como aprendiz, con vistas a estudiar la carrera de Bellas Artes. "Al quedarme en el estudio, ya me dediqué a dar clases ahí, pero eso no quita que siga pintando", aclara. También imparte clases a alumnos de Bachillerato en el Colegio Carmelitas.

A pesar del paso de los años, el estudio, y el edificio en sí mismo, mantiene un aura especial por su historia y por todos los grandes pintores que han pasado por allí. Está situado en un pequeño callejón sin salida llamado calle Huerto del Carmen, junto al bar Posada de Jamaica. Como apunta el profesor, se trata de un edificio muy antiguo, de finales del siglo XVII. La estructura actual tiene más de doscientos años, pero se encargan de cuidarlo y restaurarlo con frecuencia para que no pierda su esplendor.

Aficionados al arte de distintas generaciones acuden cada semana a las clases personalizadas de Enrique Navarro Carretero. Hay alumnos muy jóvenes, casi adolescentes, que apenas acaban de iniciar sus carreras en la pintura, mientras que otros, ya entrados en años, lo utilizan como un simple hobby. "Viene gente muy variada; algunos quieren prepararse para Arquitectura o Bellas Artes, y hay quien viene para hacer una actividad lúdica", explica el artista, que añade que cada uno de sus alumnos "se decanta por un estilo y una técnica totalmente distinta", mientras que él es quien se encarga de "potenciar la personalidad de cada uno de ellos". Por ello, en el estudio se ven desde trabajos totalmente realistas hasta enfoques expresionistas, siempre adecuándose a la manera de trabajar de cada artista.

Pero, ¿qué lleva a los jóvenes de hoy en día a interesarse por la pintura? Según Enrique Navarro Carretero, "es algo muy personal", que nace del interior de cada cada individuo: "Es como los chavales a los que les gusta la música, no hay un hecho concreto para que se llegue a que te guste la pintura y que quieras pintar o dibujar. Va dentro de la sensibilidad de las personas", señala.

Por su parte, a pesar de sus 35 años como docente, Enrique aún continúa evolucionando día a día, encontrando nuevos puntos de vista, nuevas formas artísticas y, sobre todo, nuevas relaciones humanas. Con el paso del tiempo, dice que ha aprendido a conocer a sus alumnos, a saber qué visión tienen de lo que están dibujando, aunque cuando finalizan sus clases cada uno de sus pupilos siguen sus propios caminos, que no siempre están ligados a la pintura. "Hay profesionales que se dedican a pintar, otros siguen pintando por placer, y otros han hecho la carrera de bellas artes y ahora están enseñando", comenta.

Todo ello en una sociedad en la que a la cultura, en general, y a la pintura, en particular, les cuesta abrirse paso. Así lo ve este pintor cartagenero, que piensa que el arte no está bien reconocido, y que "no se valora lo que tenemos" en la ciudad de Cartagena. A los políticos les pide que tienen que cambiar de actitud y "saber que hay un patrimonio importante en la ciudad y eso hay que potenciarlo". Así pues, es de la opinión de que un impulso desde las instituciones hacia la pintura, el cine o la literatura se traducirá de manera innegable en un mayor interés desde la propia ciudadanía.

El curso justo ha finalizado este mes de junio, y Enrique volverá tras el verano a impartir clases como ha hecho durante las últimas tres décadas. Normalmente cuenta con unos veinte o treinta alumnos, aunque no todos ellos acuden al mismo tiempo. Al tratarse la pintura de un arte muy personal, muy individual, las clases son individualizadas o en grupos muy pequeños. A todos ellos, Enrique les manda un consejo: "Que el aprendizaje sea lo mayor y lo más variado posible, porque eso siempre te ayudará a evolucionar como pintor".