Desde unos días antes, a tenor de las fotos publicadas en internet, se venía elogiando la fina y armoniosa presentación de la corrida que Victorino Martín tenía apartada para ayer en San Isidro. Pero cuando los toros desembarcaron en los corrales de Las Ventas, los veterinarios y el presidente se encargaron de aguar la fiesta. Rechazados cinco de ellos por, al parecer, no sobrepasar los quinientos kilos de peso, fueron sustituidos por varios de los destartalados, cornalones y feos toracos que han salido finalmente al ruedo para reducir las grandes expectativas que la cita había despertado entre los aficionados.

Aun así, uno de ellos, de desmesurada arboladura, ha salvado el honor de la divisa gracias a su enrazado comportamiento, lindero con la más desbordante fiereza. Es cierto que a 'Pastelero' le ha faltado un puyazo más que redujera su brío, pero el animal ha acudido con todo a cada cite de Paco Ureña. El torero murciano también se ha entregado con él, tanto que no volvió nunca la cara a pesar de que cada arrancada era una seria amenaza para su integridad física. Pero, así, la faena ha discurrido entre altibajos, con tandas o muletazos muy meritorios frente a otros momentos en los que, por falta de mando, Ureña no acertó a someter y a reducir esa arrolladora acometividad.

El tesón del hombre, que en muchos instantes estuvo a merced del enemigo, y la irrenunciable raza del animal han compuesto una larga y emocionante pelea que se hubiera premiado de haber sido rematada con más acierto con la espada.

Para quien sí huvo premio fue para Alejandro Talavante, que, como en sus dos tardes anteriores en la feria, ha paseado una oreja que reconoció su temple y sus largos naturales al primero de su lote, un terciado y escurrido victorino que descolgó su embestida con cierta calidad.

El resto de la corrida ha resultado una decepcionante sucesión de toros desrazados pero complejos y peligrosos, con dos de los cuales, a cual más feo y basto, nada ha podido sacar Diego Urdiales, por mucho que, por lucirlo en el caballo -al que se arrancó de largo pero no empujó-, parte del público creyera al cuarto mejor de lo que realmente fue.

Ya con la jornada vencida, Talavante no perdió el tiempo con su soso segundo, mientras que el diestro lorquino Ureña aún jugó un rato más a la ruleta rusa con un sexto bastante violento y reservón que también le perdonó la cornada en dos o tres ocasiones.