El escritor almeriense Miguel Ángel Muñoz estará mañana en la librería Educania (19.30 horas) presentando su último trabajo, Entre malvados (Páginas de Espuma), diez cuentos que, como reconoce el autor, poco tienen de infantiles. Y es que Muñoz, uno de los cuentistas más valorados y antologados del panorama nacional, forma parte de una generación que pretende reivindicar este formato -el cuento, cuyo término puede llevar a confusión por «falta de tradición lectora»- y que, en esta ocasión, ha elegido la violencia como eje central y sobre el que se articulan cada una de estas historias independientes, pero íntimamente relacionadas entre sí.

Cuando hablamos de 'cuentos' lo primero que se nos viene a la cabeza es un relato infantil, pero no parece que esta acepción se adecue a Entre malvados.

Es una acepción un poco confusa en España. En otros países se ha denominado de formas muy concretas, pero aquí, por falta de tradición lectora, hay confusión con el cuento infantil y hay autores que prefieren hablar de relatos cortos. El cuento engloba esa narración breve que se dirige a un público que bien puede ser adulto o infantil. No obstante, como decía, esta confusión es más por desconocimiento o por falta de tradición que por un problema de genero. Por ejemplo, nadie se plantea ningún problema con la novela juvenil y la dedicada al publico adulto.

Ha escrito un par de novelas, pero ahora vuelve a los cuentos. ¿Qué tiene este formato?

En realidad no tengo una preferencia por un genero u otro. La novela y el cuento me gustan igualmente, y de hecho intento alternar entre uno y otro. Son dos géneros que escribo con naturalidad, con el mismo interés y no soy de esos escritores que afirma con mucha ligereza que es más difícil uno u otro. Me he movido en ambos y conozco las dificultades de cada uno.

Entre malvados se estructura sobre la violencia como eje fundamental. Habla de terrorismo, de acoso..., incluso del 11M. ¿Los monstruos de este cuento son reales?

Son ejercicios puramente ficticios, pero en este libro, al contrario que en otros míos, hay un intento de acercar los cuentos a la realidad. Me interesaba hablar de temas contemporáneos y que el lector encontrara en estas páginas reflexiones sobre problemas y miedos de ahora mismo, aunque no sea un libro de actualidad. Me interesaba que la realidad tan brutal y el impacto de todo lo que pasa a nuestro alrededor apareciera en el libro, aunque todos los relatos son ficción e incluso hay alguno fantástico. Y el cuento es un formato genial para ello, porque cada historia te puede hacer plantearte cosas nuevas y cada quince o veinte paginas puedes resetear y empezar de nuevo.

Diez cuentos, diez historias independientes, pero que, sin embargo, tienen una conexión.

Sí. El lector irá encontrando pequeños guiños entre unos cuentos y otros. El tema de la violencia en las escuelas aparece en dos cuentos, por ejemplo, pero desde perspectivas muy distintas; o también se da el caso de que la misma violencia se ve reflejada en dos historias distintas. Por poner un ejemplo, hay un cuento en el que se reflexiona sobre Rousseau, fundador de la democracia contemporánea y de la pedagogía moderna, pero que en su vida diaria cometió actos muy fuertes como abandonar a sus cinco hijos; y luego, en otro cuento, aparecen los filósofos de la Ilustración y se menciona a Voltaire, al propio Rousseau, etc. El objetivo es que todos los cuentos dialoguen entre sí para que el lector encuentre una especie de conversación sobre la maldad y las relaciones familiares, que es el otro gran tema del libro: las relaciones padre e hijo y la forma en que educamos a nuestros hijos y cómo podemos transmitirles un mundo menos violento.

En el libro reflexiona acerca de la reproducción de la violencia en los medios de comunicación, especialmente en televisión.

Ahora hay menos violencia explícita. Hace unos cuantos años veíamos imágenes muy violentas que hoy se intentarían ocultar; pero, sin embargo, la violencia general es mayor. Uno de los temas sobre los que se reflexiona es el culto a la muerte que profesan los medios por el cual la mala noticia, cuanto más desgarradora sea, mejor. Y eso está creando la conciencia de una falsa realidad catastrófica, apocalíptica y prácticamente al borde de la guerra. Pero luego ves que todo eso simplemente es parte de una forma de contar la realidad muy particular, y la literatura debe intentar hacerlo desde otra perspectiva.

Y apunta que, de alguna manera, solo se da visibilidad o se pone cara a algunos casos de violencia.

El acoso escolar, por ejemplo, que aparece en dos de los cuentos. Ahora, desgraciadamente, aunque por fortuna, se esta hablando de ello por distintos casos de bullying que han salido a la luz en los últimos tiempos, y de alguna manera creo que es un tema que se está descubriendo y del que solo ahora estamos conociendo los detalles. Es como la violencia machista, que no se quiso ver hasta que se convirtió en un problema social. Y cuando nos tomemos en serio esta violencia en los colegios, si los medios hablan de una manera correcta, estoy seguro de que nos daremos cuenta de un problema de una magnitud que no imaginábamos que existía. Y es que los miedos cuando no se habla de ellos no existen, y la literatura tiene un papel muy interesante en este sentido. Hablar de cosas de las que no se quiere hablar; mover tierra embarrada para encontrar cosas que no queremos ver.

¿Qué le ha impulsado a escribir sobre la violencia?

Digamos que es un tema que siempre me ha fascinado, como a muchos. Desde niños, cuando vemos cine, los que nos interesan son los villanos. Siempre me ha interesado mucho el tema de la violencia, por qué se produce, cómo jugamos con ella... Es un tema recurrente del que el ser humano no se puede librar. Además, es un tema amplísimo para tratar y que, creo, tiene todos los elementos para escribir un libro.

Una de sus reflexiones últimas en este libro es, cuanto menos, sorprendente: tenemos derecho a vivir con miedo. ¿A qué se refiere?

El miedo es, de alguna manera, inevitable. Es un elemento fundamental al que conduce esa sobredosis de noticias negativas y catastróficas de las que hablábamos. El miedo nos paraliza y nos lleva a tomar decisiones equivocadas. En este sentido, creo que todo lo que está pasando en la sociedad -estos resultados políticos raros que se están dando por Europa...- vienen provocados por la sensación de miedo de la gente, la sensación de no controlar lo que está ocurriendo. Creo que, para entenderlo, hay que asumir que el miedo es algo humano, e intentar cambiarlo sabiendo que es algo que siempre ha existido y existirá, y que es lógico. Y la mejor manera de vencerlo es asumir que tenemos que convivir con él. Saber que cualquiera puede acercarse a la violencia en un momento determinado y no pensar que es algo que nunca nos va a tocar a nosotros. En definitiva, entender el miedo como un elemento básico de la naturaleza humana, pero que necesariamente tenemos que cambiar.