­El actor de teatro es un artista que juega con su cuerpo para crear al personaje, un artesano que pule día tras día para dar forma. «Con lo mínimo, hacer lo máximo y que el público disfrute tanto como tú». Ramón Fontserè (Torelló, 1956) lleva toda una vida dedicada a la interpretación de personajes tan dispares como Franco, Dalí o el mismísimo Jordi Pujol. «No me gusta hacer siempre el mismo personaje, creo que es importante cambiar de registro». Con todos estos ingredientes, el catalán imparte estos días en Cartagena un curso sobre las claves del paso de actor a personaje.

¿Qué se van a encontrar los participantes del curso estos días?

Pretendo que sea algo divertido, enseñar a los actores y actrices a desarrollar un personaje a partir de unos tres o cuatro movimientos básicos creando un personaje o ‘bicho’ que poco a poco vaya evolucionado, hasta la incorporación de sonidos y onomatopeyas. Esto debe ser una práctica muy importante a la hora de interpretar un personaje de ficción. Y no digamos a la hora de hacer un personaje real y concreto, como políticos o artistas de la vida pública. Un ejercicio sencillo y casi primitivo que termina siendo muy gratificante.

¿Cuál es el método que emplea para ese camino del actor hacia el personaje?

Me centro sobre todo en cuatro claves: el ritmo y la gestualidad, es decir, que la persona practique con su propio cuerpo, así como observación del entorno. Por ejemplo, voy por la calle y me encuentro a un borracho, miro la forma en la que se mueve y eso ayuda muchísimo a la hora de imitarlo en el escenario. Por último, la repetición para ir perfeccionando, puliendo nuestro papel.

¿Cómo percibe la situación actual de la cultura en España?

Desgraciadamente, al Gobierno actual no le interesa nada el sector. No hay interés ni sensibilidad con un IVA cultural, que es el más alto en toda Europa. Todo ello conlleva unas repercusiones sociales que empobrecen la sociedad. La posible bajada del impuesto sólo es una tirita que colocan cuando faltan pocos meses para las elecciones para intentar recoger algún voto. Si no fuese así, las cosas seguirían igual.

¿Cuál es el futuro del gremio? ¿Tiempos difíciles?

Lo cierto es que el teatro está en decadencia desde los etruscos. Pienso que formamos parte de un ritual ancestral que sirve de entretenimiento y crítica para toda una sociedad y que, salvo excepciones, no es muy rentable. Luchamos desde que le decimos a nuestra familia que queremos dedicarnos a la actuación. La gente del teatro es bastante tozuda y como un ‘boomerang’ nos damos golpes para regresar con más fuerza a la próxima.

¿Qué papel juegan los grupos y las escuelas teatrales u otras actividades hoy día en la carrera de los actores y actrices?

No hay duda de que son importantísimos para el desarrollo de los futuros actores. Es necesario que estos grupos dispongan de mayor espacio y apoyo. Quizás debamos apostar más por iniciativas arriesgadas pero más cercanas al público como los circuitos o los microteatros. En Cartagena, por ejemplo, el trabajo de La Murga y la escuela municipal es sensacional con charlas, seminarios o cursos como éste para potenciar al máximo el talento de los artistas emergentes.

¿Tenemos cantera teatral en nuestro país?

Contamos con actrices y actores fantásticos que triunfan, gente muy buena que ha sabido hacerse un sitio en el mundillo. La suerte que hay es que, a diferencia de los años 80 y 90, no sólo se concentran en Madrid o Barcelona sino en todas las ciudades de la geografía española. Hablamos de jóvenes de 20 años, pero también de gente mayor que te sorprende con su improvisación, ilusión y carisma. Aquí la edad no importa.

¿Cuáles son las diferencias que existen entre una obra de teatro y una película?

Son dos formas de contar la realidad muy distintas. Mientras en el cine, el actor forma parte de un engranaje complejo, en el teatro es el rey. El intérprete es el encargado de crear los efectos que en las películas vemos gracias a los añadidos posteriores. El lenguaje en un escenario es mucho más sugerente que en el cine.