Una fatídica leyenda pesa sobre el Teatro Romea por una maldición 'dominica'

El Teatro Romea, entre los teatros en el panorama nacional que gozan de mayor prestigio, esconde tras de sí la fatídica leyenda de la maldición de los dominicos, propietarios entonces de la tierra donde se erigió este inmueble y expropiada en la I República.

Cuenta la leyenda que un tercer incendio sobre las tablas destruiría por completo este emblema de la ciudad de Murcia cuando el teatro estuviera repleto de gente con todas las entradas vendidas. Desde aquel día, en los últimos años de 1800, siempre se deja una butaca vacía para no dar lugar a que se cumpla esta maldición de los monjes.

Fue en 1842 cuando comenzaron ya las gestiones para que la sociedad murciana, interesada por la ficción y con gustos por la música y la dramaturgia, contara con un verdadero teatro, ya que por aquel entonces solo se contaba con las denominadas 'corralas', teatros pequeños en distintos puntos de la ciudad.

Todo se desarrolla en el marco de la I República, cuando el presidente ordenó expropiar a los dominicos el solar sobre el que se erige el Teatro, que estaba dedicando entonces una parte a cementerio y otra a jardín, siendo una zona muy apantanada.

Debido a esta 'amortización', en 1857, Carlos Mancha y Diego Molina presentaron en el Ayuntamiento de Murcia el proyecto de un nuevo teatro, ya que decidió la administración local que ya era hora de que Murcia contara con un "verdadero" teatro.

Con el dinero aportado tanto por el Ayuntamiento, como por la Caja General de la Monarquía y los huertanos, el 26 de octubre de 1862 se inauguró con el nombre de Teatro de los Infantes.

A la inauguración del teatro, de 64 metros por 37 de ancho y 15 de alto, acudió la reina Isabel II. La compañía era la del actor murciano Julián Romea, uno de los mejores actores del panorama nacional nacido en la Plaza murciana de Santa Isabel.

El teatro contaba con 15 decoraciones. Con la llegada de la II República, pasó a denominarse Teatro de la Soberanía Popular pero en 1872, con la restauración de la Monarquía, se dio finalmente el nombre de Julián Romea, el actor más prestigioso en España y Europa y autor de multitud de manuales traducidos al francés y al alemán. Su vocación era la de ser actor y en vez de acudir a sus clases para Administración se escapaba para ir a ensayos de compañías.

Pero como la mayoría de los teatros de la época, aunque éste de manera especial, sufrió dos incendios a lo largo de su historia, en uno de ellos incluso teniendo que lamentar una víctima mortal.

El primer incendio ocurrió en 1877, probablemente por un candil, que prendió enseguida al ser el inmueble de madera, quedando totalmente derruido por dentro. Se contó con la gran suerte de que estuviera vacío, después de haber acogido esa noche la representación de 'Cómo empieza y cómo acaba', de Echegaray.

En dos años se construyó y en 1879 se inaugura con el nombre de Julián Romea. Dos décadas después, en 1899, ocurrió el segundo incendio con la anécdota de que se estaban representando dos zarzuelas, 'El anillo de hierro', de Marqués, y 'Jugar con fuego', de Barbieri.

Con el teatro repleto y justo en el segundo acto de la primera zarzuela, una chispa de un foco eléctrico prendió el decorado y se incendió. La gente logró salir del teatro, aunque con el infortunio de que entre el público un joven regresó para coger su 'zamarra' (cartera) y creyendo que bajo el escenario podría refugiarse o salir más rápido murió asfixiado.

Estos dos tristes acontecimiento sellaron entonces la leyenda de la maldición de los monjes dominicos, que enfadados por la expropiación de su tierra, amenazaron que habría un tercer incendio cuando el teatro estuviera repleto de gente y quedaría totalmente destruido. Desde entonces, cuenta la leyenda que siempre se queda una entrada sin vender, una butaca vacía.

El techo, que es el que aún se conserva hasta nuestros días, fue obra de Antonio LaTorre e Inocencio Medina Vera. El Teatro también fue foro y tribuna de debates políticos durante la II República, y en la Guerra Civil se convirtió en lugar de almacenamiento y en la I República fue hospital por unos meses.

La campana de La Mora, de las más antiguas de España, uno de los misterios de la Catedral de Murcia

Crímenes sin resolver, leyendas y misterios de la Catedral de Murcia espíritus que retornaban del más allá "y hasta el mismísimo Drácula, que desembarcó en Cartagena, como se creía en la época", conforman un auténtico retablo de miedo.

La noche de Todos los Santos siempre fue costumbre en Murcia que las familias se reunieran para dar cuenta de palomitas de maíz cuando ya caía la tarde y resultaba inevitable que se recordaran historias remotas que tenían como protagonistas a los difuntos, a las que se sumaban otras leyendas murcianas, según relata a Europa Press el cronista oficial de Murcia, Antonio Botías, quien añade que "esta tierra es una de las que más misterios atesora del país".

Entre estas leyendas destaca la historia de La Mora o la campana de los Moros, una de las más antiguas de España, y que se encuentra en el Museo de la Catedral, aunque siempre estuvo en la torre. La más vieja si tenemos en cuenta la inscripción: en 1383.

Los historiadores, según la costumbre extendida, no se ponen de acuerdo en explicar porqué a esta campana se la llamó La Mora. La campana lleva inscrita la siguiente leyenda en latín: "Ecce signum, fugite partes adversae, vicit leo de tribu Judá, radix David. Aleluya".

Su traducción, más o menos libre, viene a ser: "He aquí el signo (de la cruz). Huid enemigos (del alma, mundo, demonio y carne). Vence el león de la tribu de Judá (Nuestro Redentor) Cristo", cuenta Botías.

La leyenda se fundió en la campana a modo de exorcismo, para espantar del reino malos espíritus, epidemias o calamidades naturales. Para reforzar esta teoría y la intención de los fundidores, la campana muestra también una estrella de cinco puntas, el legendario pentagrama de la Estrella de David, utilizado desde los sumerios como símbolo protector.

No lejos de la campana, que se exhibe en el Museo de la Catedral, se encontraba, en un balcón interior de la capilla de los Vélez, un esqueleto que reía, según la leyenda porque así lo mando esculpir el marqués Pedro Fajardo para que se burlara del obispo de Cartagena, después de que ambos llegaran incluso a las manos por una discusión acerca del destino de las limosnas. El noble fue incluso excomulgado. Hace unos años, el esqueleto desapareció sin que nadie sepa dar cuenta de su paradero.

La que se mantiene en su lugar es la llamada Virgen de las Preñadas murcianas, una imagen a la que se encomendaban las mujeres encintas. La leyenda recuerda que fue una árabe, casada con un cristiano y enfurecida por el desprecio que se le hacía en Murcia, la que ante esa imagen exclamó: "¡Maldito el fruto de tu vientre!". Con el tiempo, la musulmana quedó embarazada y, ya superados con creces los 9 meses, soñó que no daría luz hasta que se disculpara ante la imagen. Así lo hizo y desde entonces se considera esta talla patrona de las preñadas.

Frente a las tormentas también existen numerosas supersticiones. Aún hoy, en algunos rincones de la huerta y el campo de Murcia hay quien invoca a Santa Bárbara cuando el horizonte se enciende con algún rayo.

Y no son las únicas precauciones. Arrojar puñados de sal al suelo, o hacer con ella una cruz en la puerta, colocar tijeras con las puntas señalando al cielo y cerrar puertas y ventanas para evitar las corrientes de aire, son cautelas que han aguantado el paso de los años.

Incluso, afirma, "hace algunos siglos era peor, ya que existía la creencia de que las tormentas de verano también afectaban a labores cotidianas, como era amasar pan o hacer queso. Y también enloquecía a las gallinas, cuyos huevos no cuajaban en pollitos".

En algunas zonas se encendían las velas que se habían utilizado en la ceremonia del Jueves Santo. Y, por encima de todo, sólo el toque de los conjuros calmaba el ánimo de los más asustadizos.

El Salto del Usero de Bullas esconde el drama de una mora que se ahoga por amor a un cristiano

La Región esconde lugares lúgubres, malditos y tenebrosos donde los más atrevidos podrán pasar, con motivo del Día de Todos los Santos, un rato de lo más entretenido paseando por los alrededores de un antiguo sanatorio, el lugar donde estuvo instalado el Tribunal Comarcal de La Inquisición, una cueva que esconde un magnífico tesoro, o conocer la maldición del Teatro Romea de Murcia. También visitar el Salto del Usero de Bullas y el espectro de una mora que se ahoga en esta poza por amor a un cristiano.

El pasado como hospital de pacientes terminales y su emplazamiento apartado y rodeado de bosques, hacen del antiguo sanatorio de tuberculosos de Sierra Espuña uno de los sitios de la Región más frecuentados por cazadores de psicofonías y seres ectoplasmáticos.

Aunque no se puede entrar en su interior, debido al mal estado del edificio, recomiendan, sin embargo, rondar por sus alrededores. Cuentan que extrañas sombras reflejadas en las fotos, puertas y ventanas que se cierran sin explicación y bandadas de murciélagos que van y vienen, pueden poner a prueba el valor de cualquiera, según la página web del Consorcio Murcia Turística, perteneciente a la Consejería de Turismo, Cultura y Medio Ambiente, consultada por Europa Press.

Otro de los lugares con un pasado más espeluznante es la Casa Cayitas de Alcantarilla. Un escudo con la cruz, la espada y el laurel anuncia que aquí estuvo instalado durante los siglos XVII y XVIII el Tribunal Comarcal de La Inquisición. En la actualidad, se encuentra ubicado el Archivo Municipal y se usa también como sala de exposiciones.

Las paredes del castillo de la Castillo de la Concepción de Cartagena, cuyo interior acoge el Centro de Interpretación de la Historia de Cartagena, guardan otro terrible secreto. Al parecer en sus muros una dama fue emparedada viva por su marido, un noble italiano que no pudo soportar que su amor no fuera correspondido. Desde entonces, hay quienes confiesan haber visto apariciones nocturnas de la desdichada.

La montaña mágica

El Monte Arabí es otro de los lugares clave para los amantes del misterio. Actualmente protegido como parque natural, este enclave del Altiplano es un sitio habitual para senderistas y montañeros, con unos parajes realmente impresionantes y con un importante conjunto de pinturas rupestres. Pero también es uno de los lugares más mágicos.

Son muchas las personas que han percibido un campo energético especial. Antiguos pobladores eligieron estas montañas para hacer rituales. También se han avistado esferas luminosas en la zona y apariciones de figuras femeninas con túnicas luminiscentes.

La leyenda más popular de esta parte de Yecla es la de la Cueva de los Tesoros. Según parece, tras un laberinto de estrechos pasadizos, se llega a una puerta custodiada por dos vigilantes armados tras la cual espera un magnífico tesoro.

Incluso en la mismísima capital de la Región de Murcia, el céntrico Teatro Romea dispone de su propia maldición, originada tras la expropiación de los terrenos a los frailes de Santo Domingo. Ellos vaticinaron tres incendios, habiendo sufrido el inmueble dos hasta el momento. Mientras la profecía no se cumpla, añaden desde la misma página, lo mejor es aprovechar para disfrutar de visitas guiadas y de los mejores espectáculos en uno de los teatros más emblemáticos de España.

El Salto del Usero de Bullas, un paraje de aguas vivificantes y exuberante naturaleza durante el día, se transforma por la noche en un escenario en el que, según cuentan, el espectro de una mora revive su drama una y otra vez, ahogándose en esta poza por amor a un cristiano. En la mágica noche de San Juan se celebra la tradicional 'Bajada de la Mora', congregando a cientos de personas que al filo de la medianoche se reúnen en torno a este espacio mágico.

También en la noche de San Juan, junto al río Benamor en Moratalla, dicen que se aparece el espíritu de la princesa Ordelina, condenada a vagar por toda la eternidad por romper su promesa de matrimonio con el noble Sigiberto y casarse con Hiliberto, rival de aquél.

En la pedanía caravaqueña de Barranda hablan de la Encantada de la Tosquilla, una muchacha joven, pálida y con los ojos brillantes que sólo puede ser desencantada si se tiene la paciencia de devanar completamente una hila de lana de color rojo que siempre aparece junto a ella.

El tren fantasma

En la localidad de Portmán, al sur del municipio minero de La Unión, espera el túnel de José Maestre, un antiguo pasadizo de 2 kilómetros que sirvió hasta la década de los 80 para el desplazamiento de minerales. En la actualidad, y junto a la oscura entrada del túnel abandonado, todavía permanecen los armazones de las locomotoras y de los viejos vagones. Este cementerio de hierro, junto con las ruinas de los antiguos barracones, el fango y la vegetación salvaje crean un paisaje capaz de poner la piel de gallina a cualquiera.

Otros lugares encantados como el castillo de Benizar, la catedral de Cartagena, las antiguas instalaciones militares del Carmolí, Caravaca y sus templarios, el poblado fantasma de Las Murtas o el Orfanato del Valle.