Permitidme que lo diga abiertamente, One Piece: Stampede (2019) no es una película para todos los públicos. Pero no porque no la puedan ver los más pequeños de la casa, sino porque si no estáis familiarizados con el manga de Eiichiro Oda y su adaptación al anime no vais a entender nada en absoluto. Pero nada. Al fin y al cabo, Oda empezó a dibujar el manga en 1997 y ha alcanzado los 96 tankobons (los volúmenes en los que se recopila el cómic japonés), su serie de animación anda cerca de los 950 episodios y Stampede es la décimocuarta traslación cinematográfica de las aventuras de Monkey D. Luffy y toda su cohorte de piratas.

Así que, a estas alturas, no tiene ya sentido contextualizar la historia ni desarrollar a unos personajes que, en todos los materiales que ha generado la serie, han tenido margen de sobra para que los fans de One Piece los conozcan como si fueran de su familia. Porque sí, Stampede es un largometraje para la familia: la de los aficionados a One Piece, al ritmo imparable de la narración de Oda, a su humor absurdo y surrealista y, sobre todo, a esos epopéyicos enfrentamientos heredados de su maestro Akira Toriyama.

El realizador Takashi Okuta, veterano de la animación que había tenido experiencias previas dentro de la franquicia -más concretamente, en labores de dirección del especial televisivo Episodio del East Blue-, es perfectamente consciente de la necesidad de conservar el trazo grueso y expresivo de Oda, reminiscente del manga de los setenta, y a la vez integrarlo con una animación digital que permita sacar a relucir toda la espectacularidad de la historia. Porque eso es, justamente, One Piece: Stampede, un espectáculo abrumador que, prácticamente desde su arranque, no deja descanso al público, sumergiéndole en una aventura cargada de acción y humor. Básicamente, un enfrentamiento físico continuo entre Luffy y su antagonista, el poderoso pirata Douglas Bullet, aderezado por la intervención de personajes y tramas secundarias, siguiendo, de nuevo, el modelo de Dragon Ball.

Lo dicho, un auténtico regalo para los seguidores de One Piece -sobre todo teniendo en cuenta que, como en todos los largometrajes de la franquicia, Oda ha contribuido al guión-, en el cual, en caso de no saber a lo que te enfrentas, lo mejor es dejarse arrastrar por su espectacularidad visual y por el carisma de sus personajes protagonistas.