Sepan que lo sublime no está en ningún lugar, pero puede estar en todos. «Es vacío y plenitud, cielo e infierno, lo grande y lo mínimo. Rompe con el espacio y el tiempo, y con el principio de realidad, porque está dentro de nosotros», dice Juan García Sandoval, director del Museo Regional de Arte Moderno (Muram) de Cartagena. La elucubración, claro, tiene su razón de ser, y es que a Gonzalo Sicre le ha dado esta vez por buscar con el pincel una quimera: lo sublime.

Lo curioso es que el gaditano -afincado en Cartagena desde que era un niño- lo ha 'encontrado' en escenas aparentemente cotidianas: en las olas del mar, en un cuarto de estar, en un cielo despejado e, incluso, en una cama sin hacer; escenas, todas ellas, en las que la vida (el hombre), si está, ocupa un segundo plano. «Sicre nos acerca a la soledad, donde la grandiosidad y la sensación de infinito de sus obras nos aproximan al vacío. Pinturas llenas de fuerza y espiritualidad que representan lo trascendente; hechuras capaces de acariciarnos el espíritu, empaparnos de sensaciones y emociones», apunta García Sandoval en un texto que acompaña esta muestra -titulada, por supuesto, Entre lo humano y lo sublime-, que se inaugura a las ocho de esta tarde en el Palacio Aguirre, sede del museo.

Allí, Sicre ha abierto una serie de ventanas -más bien ventanales, dado que un grueso importante de la serie ha sido trabajado en gran formato- que ofrecen al visitante una vista privilegiada de la reflexión pictórica del artista, empeñado en «crear un nexo de unión entre lo humano y lo sublime». «Sicre explora el vínculo entre la realidad y su construcción, y la forma en que el visitante se aproxima a ambas, introduciéndonos en el placer por el conocimiento», señala el director del Muram, que asegura que en esta muestra el observador «se rinde ante el efecto por su propia pequeñez y unidad con la naturaleza». Lo hace con obras metafísicas y llenas de melancolía en las que, una vez más, el gaditano -un enamorado de la pintura- se divierte explorando las múltiples posibilidades que ofrece el trabajo de la luz y las sensaciones que generan sus efectos, especialmente en los espacios interiores, una temática clave dentro de la obra del artista. Son escenarios intrigantes y misteriosos, a menudo envueltos por una atmósfera azul, silenciosa, solitaria y reflexiva; entornos que no fueron concebidos para ser protagonistas, pero que aquí adquieren una nueva identidad a manos de Gonzalo Sicre.

En esta ocasión, además, el reconocido creador -cuenta con obra en colecciones privadas de prestigio, así como en museos de alto estatus como el Reina Sofía de Madrid o el IVAM de Valencia- no solo trabaja el óleo sobre lienzo o papel, sino que incluye una serie de dibujos a lápiz, carbón o tinta con los que Sicre se recrea en las sombras, haciendo gala de un dominio de la técnica magistral.

En definitiva, Gonzalo Sicre nos induce a la oscuridad, la nostalgia y el silencio, «emociones íntimamente ligadas con el paisaje interno y externo, que atrae al alma a través de un proceso de conceptualización, y que cautiva al espectador en una reflexión moral y sentimental sobre la esencia de una naturaleza sublime, donde nos anima a descubrir y poner en juego nuestra imaginación como observadores», concluye García Sandoval, comisario junto a José Francisco López.