Una vez más, Paco López Mengual ha vuelto a apartar -aunque solo sea en sus ratos libres- su faceta como mercero para ponerse la capa de escritor. En esta ocasión lo hace para contar la historia (ficcional, aunque perfectamente real) de Leandro, un joven librero que se radicaliza después de pasar un tiempo a la sombra por razones políticas. Hablamos del año 1974, de un tiempo en el que los criminales de guerra nazi encontraron en la Región un buen lugar en el que esconderse al amparo del régimen franquista. Ejecutar a Otto Maier (La Fea Burguesía), que es así como se llama su nueva novela, será presentada el próximo martes en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés (20.30 horas) dentro de la programación de la Semana Internacional de las Letras de la Región y, dos días más tarde, hará lo propio en su Molina de Segura natal.

P Bueno Paco, cuénteme, ¿qué nos trae esta vez? ¿Qué nos vamos a encontrar en Ejecutar a Otto Maier?

R Ejecutar a Otto Maier es una novela diferente a las que he escrito anteriormente. Bueno, como todas las anteriores son diferentes entre sí; digamos que son del mismo padre, pero diferentes madres [Ríe]. En este caso, estamos ante un thriller. Cuenta la historia de Leandro, un joven librero de Murcia que, en 1974, acaba de cumplir una condena por motivos políticos. Durante su estancia en la cárcel se radicaliza y, cuando sale, está decidido a emprender una acción de mayor calado que va a cambiar su vida y la de los que están a su alrededor. Por otro lado, en aquellos años, muchos nazis encontraron refugio en España al amaparo del régimen franquista, y muchos se establecieron en la Costa del Sol, y algunos en Murcia. Se ha oído hablar de gente en Águilas, en Fortuna y en el Noroeste, que es donde se desarrolla la novela. Allí, y bajo el nombre de Otto Maier, se escondía un alto criminal de guerra.

P Y, supongo, las historias de ambos se cruzarán entre las páginas del libro...

R [Risas] En el título pone ‘Ejecutar a Otto Maier’, imagínate quién lo va a hacer...

P Hábleme de ellos, de los personajes principales.

R Leandro es un joven prototipo de la época; la novela, en general, es como un retrato de aquellos años. Chicos muy politizados, soñadores

-que añoraban una España distinta-que pasaban el día en los bares hablando de lo humano y lo divino, escuchando a Paco Ibáñez y Víctor Jara...; ese tipo de juventud que abarrotaba las librerías, que devoraban ensayos... Entonces había multitud de pequeños partidos, muy parecidos los unos a los otros, pero tremendamente diferentes para sus militantes. Había, por ejemplo, como dos o tres grupos trotskistas; me recuerda mucho a La vida de Brian: los romanos son unos cabrones, pero más cabrones son los del Frente Popular Judaico [Risas].

P Pero son personajes de ficción, ¿no?

R Sí. A ver, Otto Maier no existe, es un nombre invitado, pero podría haber existido, y está inspirado en esos alemanes que llegaron a la Región tras la Segunda Guerra Mundial. Leandro tampoco, pero, fíjate, el otro día, después de una entrevista en la radio, me contactó una mujer, sorprendida, diciéndome que su hermano se llamaba Leandro, que era librero y que estuvo en la cárcel por una cuestión política. Son personajes de una historia de ficción, pero intentan reflejar los estereotipos y la situación de aquella época.

P Efectivamente, la ambientación -hablamos de 1974, del Tardofranquismo- es capital en Ejecutar a Otto Maier. ¿Es el mejor momento para retrotraerse a aquellos años

-tan de actualidad que están últimamente-? ¿O simplemente la historia se lo pedía?

R Yo no me encuentro cómodo ambientando mis historias en la actualidad. Soy un poco antiguo, ni siquiera tengo móvil, y si ambiento a mis personajes en la actualidad sin móvil, pues como que no es creíble [Risas]. Yo necesito que haya pasado un poco de tiempo, necesito dejar una distancia prudencial con la historia. Y ya de la Transición hacen 40 años, entonces creo que es un periodo -que a mí me ha gustado siempre mucho- muy interesante para ambientar historias. Y, no creas, no hay muchas novelas de esta época.

P Dedica el libro a sus padres porque las historias que le contaron «todavía viven» en usted.

R He tenido la suerte de tener unos padres que me contaban muchas historias; y quizá ellos de tener un hijo que escuchaba con mucha atención. Y me he dado cuenta de que muchos de mis libros salen de ahí, de aquellas historias, y quería hacerles un pequeño homenaje.

P Este libro llega tras su primera incursión en la narrativa juvenil con El grafiti del Cid. ¿Es muy distinto escribir para jóvenes que para un público más adulto?

R No tanto, aunque el público juvenil e infantil es quizá más exigente que el adulto: si no les engancha la historia desde el principio van a desconectar inmediatamente. Los adultos aguantamos más y llegamos casi al final aunque no nos esté gustando mucho. Pero cuando me planteo escribir siento que estoy contando una historia, y no es lo mismo contársela a un tío de 30 que a un muchacho de 15; y esa es la única diferencia y lo único que hay que tener en cuenta: saber qué lector o qué oyente está al otro lado. Pero podrían contarse las mismas historias a un público adulto y a uno infantil solamente adecuando el lenguaje.

P Vamos, que realmente es una cosa que sale natural.

R Sí, no hay tanta diferencia. Y hay que hablarle a los niños de los nazis, ¿eh? Y del Franquismo, y de la Transición, de esos siete años tan importantes para este país y en los que, para bien o para mal, se construyeron muchas de las cosas que vivimos ahora, entre ellas, no cerrar bien la Guerra Civil.

P Otra cosa: revisando su bibliografía, me he dado cuenta de que sale casi a libro por año, ya sean novelas, relatos u otros formatos. Esto de escribir, para usted, ya es algo más que un hobby, ¿no?

R Bueno, piensa que yo comencé a escribir a una edad bastante tardía: yo me senté frente al ordenador con cuarenta y algún años; antes nunca lo había hecho, no había tenido la necesidad. Pero llega un momento en el que has leído tanto, has visto tantas películas, has escuchado tanta música, que empiezas a sentir la necesidad de contar tus propias historias, y ahora casi se ha convertido en un vicio. De hecho, vivo en ‘modo oyente’, como con una especie de cazamariposas intentando capturar buenas historias. Si una historia me impresiona, creo que también puedo impresionar al lector con ella. Lo mismo que os pasa a los periodistas.

P Pero, de profesión, mercero. ¿Tan complicado está lo de «de profesión, escritor»?

R [Ríe] Es complicado. Piensa que yo soy autónomo, y aunque somos tres en el negocio, a esto de escribir hay que dedicarle mucho tiempo..., y los tiempos son duros. Eso hace que tenga que escribir a los mediodías, las noches o los fines de semana, o cuando está la cosa más floja en la tienda, a veces me escaqueo... Pero es bastante estresante...

P Pero cuando hay pasión...

R Cuando le pones pasión a las cosas sacas tiempo de donde sea. Yo a veces también miro mi trayectoria y, de verdad, me pregunto cómo he podido hacerlo [Risas].