En el mismo terreno intermedio entre la comedia y el drama en que se movía la película de Juan José Campanella, la adaptación teatral de El hijo de la novia llegó ayer a Lorca para poner en escena una reflexión sobre la crisis actual y las cosas que «de verdad importan». La obra también se representa este viernes en Cieza y el este sábado en Yecla.

Juanjo Artero ocupa el lugar de Ricardo Darín, el protagonista de esta historia adaptada para las tablas por Garbi Losada. Él es Rafael, un hombre inmerso en un frenesí vital que lucha por mantener a flote el restaurante heredado de sus padres durante la crisis que vivió Argentina a principios de este siglo. Divorciado y sin tiempo para visitar ni a sus padres ni a su hija, es un personaje que siente que no alcanza las expectativas de nada ni de nadie y sólo quiere que le dejen en paz, hasta que una serie de acontecimientos le cambian la perspectiva.

El argumento y las reflexiones que plantea son perfectamente válidas para el momento de crisis actual en España, según dijeron Álvaro de Luna y Tina Sáinz, que toman el relevo a Héctor Alterio y Norma Leandro en esta versión que está teniendo un gran éxito desde su estreno el pasado año. El resto del reparto lo forman Sara Cózar y Mikel Laskurain.

«Nunca se está preparado para una crisis así, pero lo importante y lo que plantea la obra es que hay que saber parar y pensar qué cosas merecen realmente la pena», afirmó Sáinz, en la ficción la novia y madre de Rafael, enferma de alzhéimer. «Las cosas que de verdad importan no cuestan y están a nuestro alrededor desde que nos levantamos por la mañana», añadió durante la presentación en Madrid. Su marido ficticio, Álvaro de Luna, destaca la percepción del amor que tiene su personaje, Nino, el novio y padre de Rafael.

«Me gusta mucho que no sea un amor nostálgico, sino de amor real hacia la persona con la que se convive, y de respeto a su situación actual; esa lucha por mantener y regar el huerto del amor, y que siga vivo», señaló.

En definitiva, se trata de una comedia que ofrece a los espectadores «un trozo de vida para reír y llorar».