El murciano Pancracio Celdrán lleva décadas dedicado al estudio de la lengua española, y fruto de esa pasión es su nuevo libro '¿Quiere usted hablar mejor?', en el que analiza los errores más comunes que cometen los hispanohablantes y critica "la manía por la corrección política".

Esa manía "es uno de los mayores peligros que amenazan el buen uso del lenguaje", afirma Celdrán, quien en su nueva obra enseña el camino para hablar con propiedad y desvela "los misterios y curiosidades de nuestra lengua".

¿Se dice 'extravertido' o 'extrovertido'? ¿Es correcto el verbo 'repantingarse'? ¿Puede uno 'faxearse' con alguien? ¿'Traumado' equivale a 'traumatizado'? Cuando uno tropieza, ¿da un 'traspié' o un 'traspiés'? Estas preguntas son una pequeña muestra de las que se le pueden plantear a cualquier hablante, y a todas ellas da debida respuesta Celdrán en este libro, que pertenece a la serie que el autor inició con 'Hablar con corrección'.

El libro va destinado "al gran público" y se hace eco de la preocupación que siente Celdrán ante "el creciente deterioro del idioma en boca de periodistas y políticos poco cuidadosos".

"Son pocos los que pueden hilvanar tres o cuatro frases sin dar alguna patada a la sintaxis", asegura este experto en Historia y Literatura Antigua Medieval.

Autor de unas 40 obras, Celdrán trata de enmendar en su nuevo libro los errores léxicos y gramaticales más comunes, e incluye también un apartado de fraseología y otro de etimología.

Más de un lector se enterará de que el verbo 'cuchichiar' existe. Cuchichía o canta la perdiz, y cuchichea la persona que habla en voz baja; recordará que lo más correcto, según Celdrán, es decir 'extravertido' y no 'extrovertido', y sabrá que 'repantingarse' en el sillón es más vulgar que 'repantigarse'.

Celdrán cree que "el temor a llamar a las cosas por su nombre es un problema serio para el lenguaje". Asegura que "los despropósitos ministeriales, esgrimidos por criaturas de escasa -si alguna- solvencia intelectual y nulo conocimiento del comportamiento de la lengua, son un daño enorme inferido al idioma". Decir 'persona de lógica diferente' en lugar de 'tonto' o "negarse a asumir la universalidad genérica de padres y trabajadores" son ejemplos de esa corrección política de la que "tanto abusan los políticos temerosos de caer mal o ser tildados de machistas".

El hablante trata también de "revestir de solemnidad o dignidad" su propia actividad y, así, "el barrendero se hace llamar técnico de limpieza en Estados Unidos", el cocinero se convierte en restaurador, "el portero es empleado de finca urbana y la portera, controladora de acceso".

Celdrán arremete contra la Real Academia Española cuando admite en el Diccionario extranjerismos innecesarios, como 'fólder' (carpeta). "La Academia ha dejado de ser el foro de sabios, de gente conocedora del idioma. Ahora entra en la 'docta casa' cualquiera: hay humoristas, periodistas, escritores de segunda, algún amigo de un amigo de fulano, y todo va manga por hombro", indica el escritor.

La publicación de este libro coincide con la de otra obra que refleja el amor de Celdrán por la sabiduría popular: 'Dichos, comparaciones y frases populares'. Cuando no se conoce bien el sentido de estas frases es mejor no usarlas. No es lo mismo poner a alguien "en un brete" que "en un membrete". No se da "el dos de pecho" ni se va "viento en pompa". Y "no es lo mismo decir 'quien quiera peces que se moje el culo' que 'quien quiera pescado que humedezca sus glúteos'", advierte Celdrán.