Fue, hasta ayer a mediodía en que falleció de cáncer de pulmón, mi hermano, segundo de tres varones, hijos de Ismael Galiana Silvestre y de Encarnación Romero Clares. Vicente, 70 años, seis menos que yo, ha sido el adelantado en irse de viaje eterno, seguramente a proseguir la búsqueda para su formidable y completísimo catálogo de plantas y flores silvestres, creo recordar. En una ocasión, hace quince o veinte años, me 'hacía' un restaurante en Puerto de Mazarrón cuando apareció Vicente, con unos cuadernos de notas o unas carpetas para llevar sus capturas botánicas, o qué sé yo, y entonces me dijo que había descubierto un raro ejemplar, un endemismo, o sea propio y exclusivo de esta región. ¿Y por qué no lo publicas todo?, le insinué. Su modestia de sabio no se lo podía permitir.

Diferentes. En primer lugar, él de ciencias, un muy buen alumno, y servidor de letras, un desastre en matemáticas y en casi todo. Estudió Químicas, montó un pequeño laboratorio de colonias, perfumes y esencias, o algo similar, y se dedicó a la enseñanza como profesor de Física y Químicas. Durante un tiempo dirigió el instituto de enseñanza media de Beniaján. Había nacido en 1939, a caballo entre la guerra civil y la victoria de unos y la derrota de otros. Coincidían nuestras ideas: socialistas las suyas (que eran las de nuestro padre) y mas templadas las mías socialdemócratas, en las que ha devenido el actual socialismo.

Hombre introvertido, es decir reflexivo y nada fanfarrón al que se le va toda la fuerza por la boca, cuando conversaba con mi mujer, Conchita, y conmigo en encuentros episódicos (una boda, por ejemplo) resultaba irónico, agudo, y me parece a mí que, en el fondo, lleno de ternura.

Esto es lo que puede decirle su hermano en estas líneas urgentes. Con motivo del fallecimiento de nuestro padre y de nuestra madre después escribí que ocupaba ya la primera fila y la fila cero, respectivamente, en el imaginario teatro de la vida y de la muerte. Ahora me siento en el lateral fraterno. Maruchi, Estefanía, Vicente. ¡Coraje!