El Almirante de Acción Marítima, Vicealmirante Juan Luis Sobrino Pérez-Crespo, pasa hoy a la reserva. Una injusta pérdida para la Armada aunque su nueva situación lo acerque a la familia y a sus muchos amigos. Hace unas semanas visitó Las Palmas de Gran Canaria para despedirse de forma oficial y esta semana se ha despedido de las autoridades en Cartagena.

Vinculado a la mar por vocación, profesión y nacimiento, hombre de honor y caballero a carta cabal, Juan Sobrino es un símbolo de lealtad a España y un ejemplo para los que tenemos la suerte de acompañarle en la singladura de la vida. Entusiasta de la fabada, de la sobremesa y del gin-tonic, escucha más que habla y siempre muestra su grandeza de ánimo y su espíritu abierto.

Marino hasta la médula, como su padre y su hijo, y a buen seguro alguno de sus nietos, este gallego de Pontevedra (1960) ejerce por toda España. Ingresó en la Escuela Naval Militar en 1.979 y cuarenta años después ascendió a Vicealmirante, su empleo final. Es especialista en Electrónica y Oficial de Acción Táctica y diplomado de Estado Mayor en Guerra Naval. Pasó por destructores, patrulleros, corbetas, dragaminas, ha mandado el buque de investigación Ocenaográfica ‘Las Palmas’, dos años en la campaña Antártica, y la fragata ‘Navarra’. De lo que más orgulloso está, y con razón, es de su experiencia como profesor y director de Escuela Naval Militar de Marín en la que, a su mando, se implantó el Plan de la Ley de la Carrera Militar y, por primera vez, los despachos de Oficial se acompañaron con los títulos de Grado en Ingeniería Mecánica.

Ha formado parte de la Representación Militar de España ante los Comités Militares de la OTAN y la UE en Bruselas. Experiencia que le avaló para ejercer como consejero técnico en el Gabinete del Ministro de Defensa, tanto con José Bono como con José Antonio Alonso. Después de un paso madrileño por el Estado Mayor de la Armada, en octubre de 2015 asciende a Contralmirante, oficial general de una estrella y se instala en Canarias como Almirante Comandante del Mando Naval. Cuatro años con una imborrable huella en Gran Canaria, en todos los sectores de la sociedad insular, tiene su fin con la segunda estrella de oficia general. Ascender a Vicealmirante le lleva a Cartagena como Almirante de Acción Marítima y Comandante del Mando Operativo Marítimo.

Con serenidad y seriedad, sin ninguna indiscreción, con mesura, equilibrio y prudencia política llega al final de su carrera activa.

La academia de Marín y la Armada le han dado educación, unos cimientos morales, mucho humor, amigos entrañables, una fe robusta y una notable visión de liderazgo.

Con una soberana mano izquierda, Juan Sobrino cumplió con lealtad y siempre constructivo allí donde ejerció su empleo militar con prudencia, seriedad y firmeza. De consejo certero, evitó no pocas equivocaciones del Ministro de Defensa y del Alto Mando. Ha sabido pasar, como de puntillas, sigilosamente por la cúpula de la Armada y se lleva muchos secretos a casa. Monárquico de convicción, con un prestigio indiscutido, hubiera hecho un sobresaliente ministro de Marina y, como algún otro almirante, hasta Presidente del Gobierno.

Hombre de enorme valor, aunque despojado de su ‘potestas’ como vicealmirante goza de una ‘auctoritas’ que ni se compra ni se vende y solo se reconoce a quien se la merece. Y a Juan Sobrino talento no le falta.

Pero, como en otros tiempo, hay ascensos que se obtienen más por recomendaciones y política que por méritos propios. Y sin poder seguir en el servicio a la Patria como Almirante.

Buen marido, excelente padre y mejor abuelo, en suma, una joya para su esposa María Franco Suanzes, su tres hijos: María, Juan y Blanca, y sus once nietos.