Hace calor, mucho calor. Tanto, que decenas de vencejos caen estos días de los nidos. Las altas temperaturas están poniendo en serios apuros a las crías de esta ave protegida. Y la mayor preocupación es que cada vez emprenden antes el vuelo hacia lugares más cálidos en invierno. Un grupo de lorquinos se empeña en evitar que el vencejo desaparezca de nuestras calles, nuestro cielo, nuestras vidas. Recogen los ‘polluelos’ que encuentran y los miman en sus casas hasta que son capaces de alzar el vuelo. Entre ellos, está Gloria Martín, que mientras daba de comer a sus vencejos se lamentaba: “Mi mayor preocupación es que cada vez se van antes para África por el aumento de las temperaturas y mis crías aún no están preparadas para alzar el vuelo”.

Como otras aves migratorias, cada mes de marzo miles de vencejos emprenden un largo vuelo de 7.000 kilómetros desde Uganda, Tanzania o Kenia para volver a sus nidos de siempre en la Península Ibérica y pasar aquí su periodo de reproducción. A finales de mayo, su característico chillido comienza oírse en las calles del casco histórico o el Puente Viejo del Barrio. Un cántico que se intensifica en verano, cuando al vuelo infinito de los ejemplares adultos se suma el de las crías que abandonan el nido y que ya no volverán a tocar jamás el suelo. 

El vencejo es una de las aves urbanas más emblemáticas de nuestro país, pero se encuentra en grave peligro. Su población ha descendido un 30 por ciento en las últimas dos décadas, fundamentalmente como consecuencia de la destrucción de sus nidos tras las obras de rehabilitación de edificios y por los efectos del cambio climático. Por eso, está amparado por normativa europea, estatal y autonómica, y se encuentra incluido en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial. En Lorca un puñado de vecinos se ha especializado en el rescate y recuperación de las decenas de polluelos que en los meses de estío caen de los nidos que se reparten por toda la ciudad. 

Maleni Ros Olivo es enfermera de Urgencias y trabaja en la sede del 112 en Totana, adonde se desplaza desde Lorca cada vez que tiene guardia. Se aproximó al mundo de los vencejos hace cuatro años, cuando su marido encontró uno en la calle. “No sabíamos ni de qué ave se trataba, así que nos pusimos a investigar en Internet y dimos con la especie y con consejos para su cría”.

Recuerda con cariño aquella primera experiencia: “Comía muy bien y vivimos con mucha emoción el momento en que echó a volar”. Así que, al verano siguiente, ni se lo pensó cuando su esposo trajo a casa nuevos ejemplares, también encontrados en la calle, o cuando a ella se le cayó uno sobre el capó del coche. “Todo eran hallazgos fortuitos, pero a veces pienso que estaban ahí para mí”.

Su entorno empezó a conocer su don para recuperar estas aves, y poco a poco las peticiones de ayuda se fueron multiplicando. Por ello, decidió ponerse en contacto con la agrupación ‘SOS Vencejos’, que aglutina a unos trescientos colaboradores en toda España y que surgió ante la falta de medios con los que cuentan los centros de recuperación de aves, que no dan abasto con las peticiones de rescate en cada campaña. 

Para Maleni es importante que el Ayuntamiento se involucre en la tarea de concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de rescatar estas aves protegidas. “Este año nos dijeron que iban a repartir unos trípticos con información, pero finalmente no se han editado”, se lamentaba.

También cree necesario contar con apoyo municipal para sufragar el coste de la alimentación de los vencejos, “que es lo que a algunas personas les impide colaborar”. Estas aves se alimentan a base de tenebrios o gusanos de la harina y de pequeños grillos. Los primeros cuestan sobre los 16 euros el kilo, y los segundos en torno a los 12 la caja de 500 unidades. Cada vencejo come entre 20 y 30 tenebrios por toma y unos 6 o 7 grillos, que les aportan proteínas.

Hay que alimentarlos cuatro o cinco veces al día. Su último pedido le costó 47 euros. También es importante mantenerlos hidratados, lo que se consigue colocando gotas de agua con azúcar o de bebida isotónica en la comisura del pico con la ayuda de una jeringuilla. “Jamás hay que introducir el agua en el pico, porque podría pasar al aparato respiratorio y causarles la muerte”, advertía.

La criadora también recomienda “rebozar” los insectos en una mezcla de calcio en polvo, probiótico y suplementos vitamínicos para reforzar el plumaje. Para las ocasiones en las que estas aves requieren cuidados especializados, ‘SOS Vencejos’ recurre a Rosa Bonillo, la única veterinaria especialista en exóticos que hay en Lorca, cuya clínica está ubicada en la avenida de Europa y que colabora con la agrupación en casos de fracturas, luxaciones o infecciones. 

Desde que se involucró en la tarea de recuperación de vencejos, Maleni no se va de vacaciones fuera de la Región. Los días en que trabaja se los lleva consigo y los alimenta entre aviso y aviso del 112. “No es una responsabilidad que se pueda delegar fácilmente. Si se organizasen cursos de formación nos podríamos repartir el trabajo”, apuntaba. Mientras llega el apoyo institucional, ella se encarga de dar charlas en el Instituto de Educación Secundaria Ramón Arcas Meca, e incluso ha fabricado 35 cajas-nido junto a su alumnado. 

De momento, en Lorca, junto a Maleni, otros cuatro vecinos integran ‘SOS Vencejos’: José Joaquín Peñarrubia, Mari Carmen Sanz, Andrea Rodríguez y Gloria Martín. Entre todos salvan a más de medio centenar de ejemplares cada año. El último en integrarse al grupo, José Joaquín, ha hecho todo un máster en su estreno, y es que ha llegado a criar a nueve vencejos y cuatro gorriones al mismo tiempo, estos últimos rescatados de los nidos que cayeron a consecuencia de la tala masiva de árboles que se produjo en plena época de cría en la Rambla del Quijero con motivo de las obras de la Ronda Central.

Para él, la incorporación a este proyecto es fruto de la evolución personal de alguien que siempre estuvo comprometido con el cuidado del medio ambiente. “Con el tiempo te das cuenta de que necesitas implicarte de un modo más activo en las causas en las que crees”, contaba antes de explicar la gran satisfacción que produce que estos animales salgan adelante gracias a sus cuidados. “Cuando tienen hambre y te buscan con esos ojos negros, sabes que estás contribuyendo a devolver a la naturaleza un poco de lo mucho que nos regala a pesar de lo mal que la tratamos”, decía convencido. También lo hace por conservar el paisaje: “Lorca sin el sonido de las correrías de estos ‘zagales’ no sería Lorca”. 

Gloria afronta su tercer año como criadora de vencejos. Cada primavera desempolva una caja que preparó artesanalmente y que tiene incorporadas unas rejillas a modo de asideros para que las aves enganchen sus garras y duerman en vertical, “que es su posición natural”. “Mis hijos dicen que en verano las madres normales tienen limonada o helados en la nevera, yo tengo tenebrios y grillos”, comentaba divertida.

Para ella, el momento en que, tras su recuperación, se produce la liberación de los vencejos produce una sensación “muy gratificante”. “No es una mascota, nuestra tarea sólo es cuidar, alimentar y procurar que su instinto funcione al 100 por cien cuando estén listos para emprender el vuelo”, explicaba. “Únicamente son un préstamo de la naturaleza a la que ayudamos para conservar nuestra fauna urbana”.