El pasado 16 de agosto fue un día lúgubre. Los noticiarios dieron la noticia del 44 aniversario del fallecimiento de Elvis Presley, indiscutible del rey del rock, y también se hicieron eco de miles de peces muertos que aparecieron en el Mar Menor, la laguna de agua salada más grande de Europa. Se le indigestaba a uno el gazpacho viendo esas noticias. Dos meses después, el triste recuerdo de la muerte de Elvis queda atrás, porque volvemos a disfrutar escuchando sus canciones y pitorreándonos de sus terribles películas. Sin embargo, lo del Mar Menor sigue siendo un drama ante el que hay que seguir llorando. Porque nadie ha movido un dedo para solucionarlo.

Dos meses han pasado ya desde que la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, se diese un garbeo por allí, y dos meses han transcurrido sin que haya movido nada, salvo la lengua, para lanzar palabras cargadas de buenas intenciones –bueno, algunas envenenadas, como ahora veremos– sin respaldo ejecutivo alguno.

Cuando ella anda ocupada como vicepresidenta tercera del Gobierno, es el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, el que se encarga de entonar la cantinela: «Hay mucho que hacer, vamos a hacer mucho», entonces llega el estribillo: «Y la culpa de todo es de la agricultura». Y chimpún, no hay más música.

«Hay que ir al origen del problema», suelen repetir en sus comparecencias. Totalmente de acuerdo, diría Freud. Pasen al diván, cierren los ojos y volvamos a la infancia. ¿Una indigestión de melón? ¿Aversión a los tomates? ¿Mamá nos castigaba si no comíamos melocotón? Realmente algo así debe de ocurrirles a estas personas para haber hecho suyo el discurso, interesado y ya del todo insostenible, de determinados ecologistas sobre que la agricultura del Campo de Cartagena es el culpable único, convicto y confeso, del desastre medioambiental del Mar Menor. Hay incluso quien habla de la intención de sacar ciertas ventajas electorales. Pero eso son solo habladurías, y nos referimos a gente seria, así que recurramos a los datos.

Por ejemplo, observemos que el 80% de las construcciones entorno al Mar Menor se encuentran en zonas inundables (según datos del MITERD). En consecuencia, el agua de lluvia en las zonas urbanas no es absorbida por el terreno y tiene vía libre hacia la laguna. ¿Y qué ocurre en verano? La falta de redimensionamiento de las estaciones depuradoras y el alcantarillado de los municipios ribereños conlleva que, cuando se triplica la población, no tengan capacidad y viertan sus aguas fecales directamente al Mar Menor. Porque no olvidemos un dato fundamental que, por hache o por be («o por equis», que decían Tip y Coll), suelen ignorar desde el Ministerio: para que se produzca eutrofización hace falta fosfatos, en su mayoría de origen humano.

Y no hace falta hablar de las DANAs para ver cómo las lluvias inciden en el Mar Menor por la falta de actuación. Ayer mismo llovió en la Región. Lluvias moderadas, sin melodramas. Sin embargo, a media mañana ya circulaban por las redes sociales decenas de vídeos grabados por los propios vecinos que mostraban cómo las redes de alcantarillado de muchos pueblos estaban colapsadas, al igual que ocurría con algunas depuradoras; aguas negras que a través de canales como la Rambla del Albujón acaban en el Mar Menor.

El pasado miércoles, día 20, Hugo Morán anunciaba que la ministra Ribera visitará Murcia y concretará los proyectos con cargo a los 300 millones reservados para el Mar Menor. ¿Será verdad esta vez o seguiremos con la misma canción? Seguramente, si hubiese estado aquí Elvis les habría cantado aquello de «It’s now or never…». Y luego se habría comido su sándwich de manteca de cacahuete con tomates de la huerta murciana.