"Siendo mujer hubiese sido prácticamente imposible no haber caído en algún momento de mi vida en la trampa del machismo: ese concepto opresor que nos rodea, aprieta, pone normas y cuestiona hasta para cualquiera de nuestras decisiones más nimias

He de confesar que hubo un tiempo en el que, como tantas otras niñas y adolescentes, aún no era consciente de que por el hecho de haber nacido mujer debería enfrentarme a demasiadas exigencias injustas y vicisitudes muy desagradables, que jamás tendrían que vivir mis propios hermanos y amigos. Podría relatar muchos momentos en los que, como todas, yo también sentí miedo al volver a casa de noche o cuántos de esos ‘piropos’ de hombres desconocidos, a veces más mayores que mis propios padres, me hicieron correr y llorar con rabia e impotencia. Pero lo más triste es que, cuarenta años después, aún tenga que escuchar como mi hija de quince años me cuenta que le sigue ocurriendo exactamente lo mismo. ¿De qué tipo de derechos o igualdad hablamos entonces cuando se puede intimidar a niñas por la calle con esa impunidad?

Limpiar, planchar, hacer camas o cocinar son tareas que, de manera mayoritaria, nos enseñaron desde niñas a nosotras; como nosotras seguimos siendo las que, como por inercia, nos levantamos las primeras de una mesa llena de comensales para recoger y fregar los platos. Y las que asumimos que, si hay que lavar a una madre enferma, antes que nadie, debe hacerlo su hija porque así está escrito en esa ley subliminal que nos han ido grabando a fuego desde el mismo momento en el que nos colocan un gorro rosa al nacer, un delantal para jugar a las cocinitas, nos disfrazan de princesas, agujerean nuestros diminutos oídos sin pedirnos permiso o nos repiten frases del tipo: “Así no se sienta o habla una niña educada”.

Defendemos la igualdad, pero seguimos permitiendo que haya niñas que desfilen sobre escenarios para que un jurado las puntúe y elija a una sola reina. Y la eligen no por saber más de historia, matemáticas, dibujar o escribir cuentos, sino exclusivamente por su belleza. Niñas que si resultan ser las ganadoras del concurso deberán seguir ostentando ese pesado título impuesto a sus espaldas hasta el fin de sus días. Tradiciones instauradas en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades, y que casi nadie tiene los reaños de cuestionar públicamente.

“Demasiadas niñas y mujeres, por desgracia, siguen siendo juzgadas, violadas, sufriendo maltrato y hasta siendo asesinadas por querer ser libres”

Defendemos la igualdad, pero pasamos de puntillas por el hecho de que cada vez haya más niñas y adolescentes que no se quieren a sí mismas a unas edades muy tempranas, porque sus caras o sus cuerpos no se ajustan al milímetro a los cánones de belleza impuestos, especialmente en el mundo digital. Niñas que utilizan sin control aplicaciones y filtros de belleza para parecerse a unas modelos ficticias que no las avisan de que ellas también son imperfectas, como lo somos todas.

No nos consideramos machistas, nadie lo es si le preguntas, pero cuando se tiene enfrente a un joven influencer, con más de 26 millones de seguidores en TikTok, que te confiesa que lleva años mintiendo y abusando de la confianza de todas sus parejas, practicando sexo sin protección y eyaculando dentro de ellas, tú, que no eres machista y que defiendes la igualdad, como todos tus colegas, vas y te ríes a carcajadas para después publicar la entrevista y hacer caja. Y así nos va, entre ese presentador que, aunque no lo supiese, era y es machista, el abusador confeso, sus 26 millones de seguidores, el resto de maltratadores y aquellos que lo defienden o niegan las violencias machistas y la desigualdad entre hombres y mujeres. Como el mismísimo Fernando Sánchez Drago que, tras contar que se había acostado con niñas de trece años, ha vuelto a salir a la palestra para asegurar que a él, jamás de los jamases, ninguna mujer decente le ha pedido que se pusiera un condón. Por si no lo han pillado, un pederasta confeso se permite seguir juzgándonos y aquí, como de costumbre, no pasa nada. 

Hablamos de Igualdad, ‘ese derecho fundamental’, pero, mientras lo hacemos, demasiadas niñas y mujeres, por desgracia, siguen y seguirán enfermando para ser perfectas sin tener necesidad alguna de serlo, sintiendo miedo al pasear o correr de noche, siendo juzgadas, violadas, sufriendo maltrato y hasta siendo asesinadas por querer ser libres y durante mucho, mucho tiempo más.

Me confieso culpable. ¿Y tú?"

Lara Hernández, diputada del PSOE.