Eduardo Pastor se sintió el domingo «como un niño que acababa de hacer la comunión», incapaz de dormir y «con cosquillas en el estómago»: acababa de hacer entrega a decenas de sanitarios de las ansiadas vacunas que pondrán fin a esta pesadilla.

Este transportista es gerente de Tipsa Murcia Exprés S.L., y la noche del sábado recibió una llamada de la presidenta de la empresa para ser el encargado de acompañar, el domingo, al chófer que llegaba de Madrid con las primeras vacunas contra la covid y ayudarle en el reparto. «Estaba con unos amigos cenando, y me llamó. Me dijo: ´Oye, va a venir esto, quiero que vayas tú'. Me dejó un poco despistado, pareció improvisado pero estaba todo organizado».

Así, al día siguiente, Pastor se subió a bordo de un camión en el que estaban las primeras dosis de Pfizer, «un cliente nuestro de hace tiempo»; y, escoltado por la Guardia Civil, llevó estas esperanzadoras inyecciones hasta el Centro de Discapacidad de Churra y la residencia Edad Dorada de Mensajeros de la Paz de San Pedro del Pinatar, donde se puso en marcha la vacunación.

Una experiencia que el transportista describe como «superemocionante»: «Nos sentimos con muchas cosquillas en el estómago. Fue superemocionante y sorprendente ver cómo nos recibieron los sanitarios, sus caras de emoción? El chico que venía de Madrid me dijo ´me estoy poniendo hasta un poco nervioso'», relata a esta Redacción el gerente de Tipsa Murcia, quien asegura que «como transportista ha sido todo un privilegio que nos hayan elegido para esta labor».

Una importante tarea de la que no fue consciente en un principio: «Nosotros estábamos haciendo nuestro trabajo, sin más. Al final el transporte siempre lo cuidamos al 100%. No fuimos conscientes de la carga tan importante que llevábamos hasta que llegamos y vimos la expectación que nos esperaba». De hecho, cuenta Pastor que fue al ver a todo el personal sanitario y la Guardia Civil que les recibió cuando «nos tembló el estómago y nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo histórico». Por ello, al final del día, le costó conciliar el sueño: «No sé si fue la adrenalina, pero se me hizo muy tarde para irme a dormir. Me sentí como un niño que acababa de hacer la comunión».

La primera parada del recorrido fue el Centro de Discapacidad de Churra, y allí esperaban a Eduardo Pastor y a su compañero los sanitarios y los responsables de la Comunidad. «Aquello era una fiesta». Pero una con mucho protocolo, pues para poder hacer entrega de las vacunas tuvieron que vestirse con EPI y, antes de abrir los paquetes, tuvieron que asegurarse de que todo estuviera correcto, en la temperatura adecuada, y llevarlos directamente al frigorífico. «Esa era una de nuestras principales pautas», pues era importante que no se rompiera la cadena de frío. De hecho, las vacunas llegaron hasta la Región en unas cajas preparadas especialmente para el transporte de productos sanitarios, que mantienen el frío e incorporan un termómetro y un GPS, lo que permite a Pfizer saber dónde llega la mercancía y a qué temperatura.

Una vez abiertas, «fue como si hubiéramos frotado una lámpara y que de dentro saliese algo maravilloso. Mi compañero y yo dijimos: ´Es esto, esto es lo que va a acabar con esta pesadilla que estamos viviendo'», relata Pastor, quien además la vivió en primera persona, pues también pasó el coronavirus.

Eduardo Pastor lleva veinte años trabajando en Tipsa, empresa en la que no dejaron de trabajar ni un día durante la pandemia «porque el reparto de mercancías aumentó»; y, por ello, para Pastor «realizar esta tarea de entregar las vacunas ha sido como una recompensa a tanto trabajo».

Y remarca que si han elegido a esta empresa es «porque tenemos todos los certificados europeos para el transporte de productos sanitarios».