El hijo mayor de Ángel cumplió cuatro años el miércoles. «Pues fue muy raro, pero qué vamos a hacer -explica Ángel-: un rato de videollamadas con la familia, una tarta, unos cuantos globos y una pequeña fiesta con los cuatro aquí metidos, no queda otra».

Ángel vive en la calle Cánovas del Castillo con su pareja y sus dos hijos. Confinado en su piso desde hace una semana -como toda la población desde que el Gobierno declarara el estado de alarma para minimizar los contagios de coronavirus-, dice que «dentro de lo que cabe» están aguantando bien. «Al final, cuando tienes hijos tienes que estar 24 horas pendiente de ellos, de que no se aburran demasiado, de que no pierdan el tiempo, de que se laven la manos...por suerte, vivimos en un primero y tenemos un pequeño patio detrás. De vez en cuando los saco y les da un poco el aire», cuenta.

Ayuda familiar

Ángel tiene 37 años. Es camarero y, como gran parte de los trabajadores de la hostelería, se ha visto envuelto en un ERTE: «Estamos a la espera de que nos llamen para informarnos de cuál va a ser nuestra situación. Sabemos que vamos a cobrar, pero no cuándo. Muy mal -remata-, pero que muy mal: yo cobraba 1200 ? y ahora voy a cobrar 700».

Su pareja, de 34 años, trabajaba en una tienda de ropa. Hace dos meses, su contrato expiró. Decidió no renovar. «Ahora mismo estamos con la ayuda familiar, porque mi mujer cobró su paro y de lo último que ha trabajado no le corresponde demasiado», cuenta.

«Lo único que he encontrado raro en los supermercados es la espera, que sí que es cierto que ha habido colas que se han hecho eternas, pero nada más», dice Ángel, que intenta ir a grandes superficies «por si acaso».

Seguimiento escolar

A través de una aplicación escolar, Ángel recibe en su móvil un resumen de los contenidos que sus hijos deberían habe estudiado durante las últimas semanas. Ahora le toca a él. «Intento echar las mañanas con ellos. Cojo los libros y, siguiendo la guía de la aplicación, repaso con ellos los contenidos. A edades tan tempranas se nota mucho si un crío pierde un curso, así que intentamos que no estén mucho tiempo sin hacer nada, aunque para ellos tampoco es fácil adaptarse, de la noche a la mañana, a trabajar en casa». También se encarga del ocio infantil durante el confinamiento: «A veces parece que ellos lo viven como si fuera un juego, evidentemente no saben lo que está pasando. Les pongo los dibujos de la tele y demás, pero hay un momento en que también se aburren de eso. Entonces me toca hacer un poco el tonto, y entre eso y los juegos que tenemos por casa, pues vamos pasando los días».

Ampliación del confinamiento

«Está claro que es lo que toca, no tiene sentido quejarse demasiado porque si nos han dicho que nos quedemos en casa y se paralice todo...será por algo, a nadie le interesa estar así», dice Ángel horas después de que Pedro Sánchez alargase el estado de alarma -y la consiguiente cuarentena- durante otros 15 días. «De momento -continúa- mantenemos la calma, tenemos para ir tirando unos meses, aunque con el cinturón muy apretado. Lo jodido va a ser si esto se alarga más allá de las previsiones que tienen, porque dime tú cómo vamos a cuadrar las cuentas en esta casa».