«Vamos, señora, que esto no va a poder con nosotros», decía un viandante a una mujer, de acera en acera, en la calle Santa Teresa de Murcia este domingo por la mañana. Ambos llevaban una barra de pan bajo el brazo y cada uno se dirigía a su casa, donde tocaba pasar todo el día, dado el estado de alarma decretado por la pandemia del coronavirus. «No nos conocemos, pero ahora estamos todos un poco más unidos», consideraba el vecino, uno de los pocos que salía a la calle «un momento» este domingo.

Y es que la capital de la Región era una ciudad fantasma. La Gran Vía parecía aquella que recreó Amenábar para su película Abre los ojos: no había coches ni peatones. Sí pasaban vehículos policiales, pues los agentes tenían que controlar que se estaba cumpliendo lo establecido.

Una escena similar se veía en Cartagena. La plaza del Icue quedaba desierta. Una señora con mascarilla miraba su propio reflejo en un escapate. Se veían algunas tiendas de alimentación abiertas, para suministrar víveres a los vecinos que lo necesitasen. Alrededor del submarino Peral, ni un coche, aunque sí ambulancias de vez en cuando. Una pareja se hacía un selfie en un parque.

Mismo panorama en Lorca. Aunque en la Región hubo excepciones: en Cieza abrieron algunos bares y mucha gente salió a andar o a hacer deporte por el Paseo Ribereño. Así las cosas, la Policía multó a treinta personas solo ayer por este motivo.