Pepe, de 76 años, lo deja, abandona sus frutales de hueso. Santiago, de 40 años, ha comenzado a arrancar sus viñedos, lleva 20 hectáreas y le quedan 15 de momento. Uno dice adiós al campo y otro intentará seguir viviendo de la tierra, pero con otro cultivo u otra estrategia que le permita ganar un poco más. Ellos son el reflejo de un sector que ha comenzado a abandonar el campo por los altos costes de producción, los bajos precios con los que les pagan los kilos que producen y por un trabajo en el que las ayudas, si llegan, son escasas en muchas ocasiones.

En la última década, la superficie agrícola de la Región de Murcia ha perdido 144.000 hectáreas, es decir, 1.440.000.000 metros cuadrados que en su momento estuvieron dedicados al cultivo de secano pero que por la baja rentabilidad y la ubicación de las parcelas se han dejado de explotar. Estas tierras, según explican distintas organizaciones agrarias de la Región, comenzaron a ser marginales con el paso de los años y pasaron a considerarse superficie forestal en su mayoría. Es por ello que la Región, según los datos del informe de Estadística Agraria de Murcia 2017/2018, ganó desde 2013 hasta 2018 un total de 123.939 hectáreas forestales.

Tal y como está estipulado en la Ley de Montes, «los terrenos agrícolas abandonados que cumplan las condiciones y plazos que determine cada comunidad autónoma, y siempre que hayan adquirido signos inequívocos de su estado forestal», serán considerados como tal. La normativa en la Comunidad de Murcia establece un plazo de 10 años para esta reconversión si presentan especies de flora catalogadas en peligro de extinción o vulnerable; si presentan hábitats prioritarios de interés comunitario y si el terreno ha adquirido signos inequívocos de su estado forestal. Si los terrenos no presentan ninguna de estas características, el plazo aumenta a 30 años hasta considerarse las hectáreas como terreno forestal.

Las tierras ocupadas por cultivos herbáceos de secano también han disminuido en seis años, perdiendo 2.800 hectáreas, y los terrenos de cultivos leñosos de regadío han perdido 1.120 hectáreas. La reconversión de los terrenos también ha hecho que muchas de estas hectáreas perdidas ahora se estén explotando con otros cultivos. Las producciones leñosos de secano ganan 8.000 hectáreas, así como los cultivos de herbáceos de regadío aumentan desde 2013 a 2018 un total de casi 4.000 hectáreas.

«La pérdida de hectáreas para cultivo en la última década refleja que estas tierras en su momento fueron de escasa rentabilidad. Se ha sufrido un retroceso en las comarcas del Altiplano y del Noroeste, y en zonas de secano de los municipios de Fuente Álamo y Cartagena», señala José Ángel Navarro, director técnico de Coag Murcia.

Tanto Coag, Upa como Asaja, las tres principales organizaciones agrarias en la Región, denunciaban este mes que los costes de producción habían aumentado un 30% en los últimos tres años, y la renta agraria en la Región había caído un 9% en 2019. La falta de beneficios a la hora de hacer las liquidaciones en las últimas campañas llevan a estas organizaciones a hablar de un aumento del abandono del campo por parte de los agricultores más arraigados al sector primario y un descenso de jóvenes que entren a explotar tanto cultivos heredados como a buscar cualquier empleo dentro del sector. Navarro señala que el campo ha llegado a tal punto en la «degradación de los precios que entramos en terrenos inexplorados».

Pepe Herrera, agricultor de Cieza que ha dedicado toda su vida al cultivo de frutales de hueso en la Vega Alta, ha decidido abandonar en esta próxima campaña el campo y todas sus parcelas. Melocotón, nectarina, paraguayo y albaricoque, las cuatro frutas de hueso que Pepe se ha dedicado a plantar en ocho hectáreas de terreno, en total 2.000 ejemplares.

En la última campaña, este agricultor ciezano perdió 20.000 euros por culpa, señala, de los altos costes de producción derivados de los pesticidas, abonos, energía, agua, almacén, mano de obra, entre otras cosas; y por el escaso dinero que ha recibido por los kilos vendidos. Las nectarinas, con un precio bueno de temporada a 60 céntimos el kilo, Pepe las cobró en junio de 2019 a 42 céntimos. El melocotón a 32 céntimos y el paraguayo a 30 céntimos, síntoma para él de que el campo hoy en día es insostenible: «No tengo ganas de seguir para adelante, bastantes compañeros de distintas cooperativas pequeñas y medianas en Cieza han arrancado sus frutales recientemente».

Pepe no culpa a nadie, «salvo a las distribuidoras», a las que acusa de traer productos de terceros países sin control sanitario. Lleva tres años trabajando con beneficios por debajo de los costes y, «ante el dineral gastado», ha decidido abandonar.

Viñedos por almendros

En la cuerda floja es como definen la situación de los cultivos leñosos como el de la uva en el Altiplano. La esperanza de muchos agricultores en el norte de la Región está en las plantaciones de almendros, un producto con «unos costes baratos y por lo que muchos productores han empleado buenas tierras para su plantación», señala Pedro García de COAG Altiplano. Ante los desequilibrios propios de los viñedos, la baja rentabilidad y la cambiante meteorología que ha padecido la comarca en el último año, ha acelerado un poco el proceso de reconversión de tierras y los almendros empiezan a ser el cultivo estrella.

Santiago Balsalobre, de 40 años, posee un total de 35 hectáreas en el norte de Jumilla dedicadas al cultivo de uva monastrell, la uva por excelencia de la Denominación de Origen Protegida de Jumilla y a la que dedica el 100% de su explotación, para la producción de vino. Esta semana ha arrancado 20 hectáreas de sus parcelas y se quedará con 15. En su cabeza está plantar almendros pero advierte que tiene un arma de doble filo. La última campaña no dio buenos precios a los productores y ahora le cuesta pagar las plantas el doble que hace años por la alta demanda entre los agricultores: «Estamos en un embudo, hacia un lado y hacia otro siempre», bromea.

«Muchos agricultores vamos a economía de escala, acumulas hectáreas porque si no tienes una explotación mediana o grande no puedes sobrevivir», señala Santiago. El secano es muy complicado, remarca, y las tierras se acaban abandonando, se dejan sin actividad, los jóvenes agricultores no cogen el testigo y, para rematar, «la uva de estos viñedos no se valoriza». Hasta cuándo, se pregunta, «vamos a seguir así».