Nadie asegura que las medidas que se vayan a tomar para recuperar el Mar Menor «vayan a devolver las condiciones que sucedieron en el pasado». No hay «soluciones mágicas ni inmediatas» y los procesos de recuperación son «a largo plazo». El análisis del director nacional del Instituto Español de Oceanografía, Eduardo Balguerías, ayer tras una reunión mantenida con la Consejería de Medio Ambiente para estudiar posibles vías de monitorización del Mar Menor anunciaba un proceso lento y paciente de restauración de la laguna salada en donde tendría especial importancia las medidas «transversales» que se deberán tomar tanto en este ecosistema como en toda la cuenca que lo rodea.

Para el científico, el Mar Menor presenta un «mal estado» pero remarca que «no es tan fácil» plantear respuestas a corto plazo: «no hay soluciones mágicas, la actuación tiene que ser integral, no podemos resolverlo con una actuación puntual. Habrá que ver qué medidas hay que tomar con el Mar Menor». Medidas que el investigador considera que tienen que ser integradoras ya que no se trata solo de atacar en la laguna todas las «afecciones que sufre», sino de plantear actuaciones en su entorno, en toda la cuenca que rodea al ecosistema murciano.

Estas actuaciones en todo el territorio pasan por tener en cuenta la consecuencias que tienen para el Mar Menor la actividad agrícola y ganadera en el Campo de Cartagena o el transporte de los depósitos de residuos mineros en los alrededores de la laguna que «suponen una aportación natural y continua de metales».

Balguerías ha señalado a los últimos temporales que han afectado a la Región como los causantes de los problemas que presenta la laguna: «La entrada de estos sedimentos por culpa de la DANA, la pérdida de salinidad, la anoxia que ha generado, la mortalidad de peces..., son fenómenos que se producen y que tienen estas consecuencias en un medio que está ya afectado», remarca el investigador. La presencia de otra DANA sobre la Región de Murcia podría volver a provocar los mismos problemas que ha presentado la laguna estos últimos meses. «Podrían provocar cambios en las variables ambientales y afectación a la biota del Mar Menor».

El director del IEO explicaba también que entre las líneas de actuación del instituto en el Mar Menor se encuentra la de recopilación de «una buena información» sobre el ecosistema, intensificar «nuestra observación»; conocer cuáles son los procesos que se producen en el Mar Menor, no solo a nivel de hidrodinámicas sino también los «procesos biológicos asociados, mejorar el conocimiento de esos procesos, no solo describirlos, sino de predecir cómo se comportaría el Mar Menor en determinadas circunstancias». El científico explica también que conocer estos procesos implicaría continuar con el «seguimiento» de la laguna, «intentando hacer estudios puntuales sobre medidas de remediación y conocer la capacidad de los organismos filtradores del Mar Menor para retener todas esas partículas, para ver cómo se comportarían».

Uno de los proyectos en los que se trabaja actualmente es el de filtradores autóctonos. La finalidad es establecer un criadero de bivalvos autóctonos para conseguir una población suficiente que se introduzca en el Mar Menor por medio de bateas, esto es, una plataforma de madera que se coloca en el mar para la cría o cultivo de moluscos. Mediante este sistema se filtra el agua, captando los nutrientes, y se contribuye a la biorremediación del ecosistema y la mejora de la calidad del agua.

La intención es firmar un convenio de colaboración tras la aprobación de los presupuestos, según la Consejería de Medio Ambiente, de forma que el criadero de almejas asociado al sistema de bateas se pondría en marcha en poco tiempo, y tendría una capacidad para obtener de 2,5 kilos de almejas, una cantidad aproximada de diez millones de larvas en cada puesta. Esto permitiría realizar una limpieza natural de los nutrientes que hay en el Mar Menor.