José María Caballero hace honor a su apellido y se muestra impecable en el vestir y en el hablar. Vano intento el de sorprenderlo sin traje. Mantiene un tono de voz bajo y una cadencia amortiguada. No me lo imagino dando patadas, pero el hecho es que practica artes marciales desde los quince años. Nacido en la ciudad de Murcia, cursó el Bachillerato en dos de los institutos con más solera de la capital del Segura: Afonso X y el Licenciado Francisco Cascales. Licenciado por la Universidad de Murcia y doctorado en la UCAM, donde imparte docencia de Derecho Penal. «Con lo fácil que sería hacer dinero llevando divorcios y herencias», le digo, «esto de defender a asesinos debe de ser una vocación. Y habrá quien piense que con su toque morboso». «Tenía claro desde un principio que esta era la jurisdicción que quería», replica, y añade con un deje de melancolía profesional: «Otra cosa es que, vista la evolución que lleva, hoy optaría por otra, seguro».

Un cliente que paga bien le pide que lo defienda a la vez que le confiesa que, efectivamente, cometió el crimen. ¿Qué hace?

Afortunadamente, cuando el cliente acude al despacho no comienza por reconocer que haya cometido el crimen. En esas primeras conversaciones suele ser bastante más comedido. Es un acercamiento de posturas en el que yo suelo aprovechar para decirle que no quiero saber más allá de lo necesario. Lo que tengo que conocer es lo que hay en el procedimiento, las pruebas que se esgrimen contra él, que es con el material con el que yo tengo que trabajar y a partir del cual he de preparar la defensa. En todo caso, si ocurriera lo que me dice, dependería mucho del delito de que se tratara. Todos tenemos nuestras líneas rojas.

Usted defendió a uno de los personajes más enigmáticos de la crónica negra regional: Juan Cuenca, el autor intelectual del doble asesinato en el caso Visser. ¿Cómo es Juan Cuenca? ¿Cómo fue defenderlo?

Juan Cuenca es una persona de un trato muy fácil. Correcto, muy educado y con una formación intelectual que facilitó mucho el trabajo. El problema de la defensa no estuvo en él, ni mucho menos. Siempre he dicho que de ese famoso asunto nunca se van a conocer las partes más importantes. Hay un trasfondo en el que, por las razones que fuera, no se llegó a profundizar, aunque tampoco tengo muy claro hasta qué punto se podía haber llegado de haberlo hecho.

Juan Cuenca nos descolocó a todos en el juicio. En una primera declaración cuenta su historia del ruso que, llegado de nadie sabía dónde, asesina a los holandeses. Y, entonces, vuelve a subir al estrado, admite que lo del ruso es pura invención y confiesa haber ideado el crimen y haber reclutado a los rumanos. ¿Qué pasó?

Eso forma parte de lo que acabo de comentar. Hubo, como digo, 'cuestiones internas' que influyeron decisivamente en la forma en la que se desarrolló el procedimiento. En todo caso, de una lectura objetiva del procedimiento y de lo declarado por los testigos, creo que queda clara la existencia de, al menos, una persona más que nunca ha sido identificada.

Usted defiende a Pedro Sánchez, alias 'El karateka', que fue absuelto del asesinato del que lo acusaron. Con todo, no debe de ser fácil defender a alguien así.

Efectivamente, se trata de una persona de la que se me llegó a decir que era la mente más peligrosa de España y, en consecuencia, ante cualquier delito, parece la persona más propicia para imputárselo. Se le acusaba de asesinato y se le trató poco menos como si fuera Hannibal Lecter. No conseguimos que viniera a un centro penitenciario de Murcia, y todo el juicio se desarrolló estando recluso en el centro de Villena, de donde venía y a donde regresaba todos los días del juicio y eso se quiso justificar por su pretendida peligrosidad a pesar de que jamás ha protagonizado el menor incidente en prisión que pudiera justificarlo. Yo, que lo conozco, sé que Pedro puede ser peligroso ante una injusticia, si se le trata mal. Sin embargo, y pese a la importante limitación que para la defensa suponía esa distancia, así ocurrió. En dicho juicio, la base de la imputación era la declaración de dos 'testigos' que, con enormes discrepancias en cuanto a sus respectivos testimonios y reconociendo haber estado con el fallecido en el momento de los hechos, atribuyen la comisión a Pedro. Sin embargo, uno de ellos llegó a decir que este disparó con una pistola, del calibre 9mm., cargada con munición blindada. Preguntado por el conocimiento de tales extremos declaró, respecto del calibre, que es un gran conocedor de las armas, y por eso sabía qué munición llevaba, lo que no deja de tener su lógica. Ahora bien, lo que no pudo explicar tan bien es la razón por la que sabía que la bala era blindada, lo que supondría tener una vista prodigiosa, salvo que hubiera sido él quien cargó el arma. Por estas y otras muchas contradicciones es por lo que se consideró que el testimonio de ambos testigos no era, ni mucho menos, suficiente para entender acreditada la comisión del delito.

' El karateka' se encuentra actualmente en prisión, habiéndole decomisado 281 kilos de marihuana en una vivienda de Puebla de Soto, donde vivía entre sus diversos coches de lujo y donde guardaba, además de varios cientos de miles de euros en metálico, varias armas.

El problema de este país es que, uno sale absuelto, pero eso no sale gratis. La imagen de peligroso queda ahí, lo mismo que queda la sensación de que sigues en deuda con la Justicia. El juicio por el que en la actualidad se encuentra preso, cuyo fin estará en el Tribunal Supremo o en instancias supranacionales, está plagado de numerosas circunstancias que se han denunciado por vulnerar derechos fundamentales. Sí que es cierto que, hasta el momento presente, todo se ha rechazado. Lo mismo que se han rechazado numerosas pruebas propuestas en defensa de Pedro. Me da la impresión de que en este procedimiento se parte de la base de que Pedro es culpable. Por lo que dice en relación con ese piso en el que había armas y gran cantidad de droga, no es la vivienda de Pedro y, curiosamente, habiendo detenido en el parking del edificio una furgoneta que se dice que traía droga a ese 'piso de seguridad' o que se había cargado de droga, procedente de ese piso y con destino 'al extranjero, sin que se sepa bien dónde, lo cierto es que nadie tenía las llaves de ese piso - pese a haberse registrado minuciosamente la vivienda de Pedro - y para entrar hubo que acceder por una terraza y romper la persiana de la puerta. Esta es una larga historia. La defensa, en un caso como este, se lleva con especial intensidad por ese compromiso que asumí cuando comencé el ejercicio, en defensa de los derechos fundamentales.

Un ciudadano muere en la prisión de Sangonera. Usted defiende a los funcionarios de prisiones acusados. Salen absueltos. Éxito profesional, pero debe afrontar las críticas en la línea de que el sistema se protege a toda costa.

Tengamos clara la base de este caso: ningún funcionario de prisiones acabó con la vida de nadie. El fallecido era una persona que ingresó y debía de venir ya afectada por algún tipo de trastorno psicológico, al haber sido detenido en la calle, agrediendo a viandantes con un palo y dando gritos de «Alá». Rompió el coche policial cuando se le trasladó a comisaría y destrozó la celda cuando ingresó en prisión, por lo que hubo que reducirlo y trasladarlo a una celda de aislamiento. La acusación procedió de un interno que, por haber hecho de intérprete entre los funcionarios y el preso en cuestión, que hablaba inglés, debió de entender que tal gestión le habría ascendido de status y eso le permitía tener un trato especial y al comprobar que no era así, cambió lo que había mantenido hasta ese momento, en el sentido de que no se había producido nada anormal en esa reducción y acusó a todos de asesinato.

Dicen las malas lenguas que desde que defendió a los funcionarios de prisiones, usted anda por la prisión de Sangonera como 'Perico por su casa'.

Sí, en agradecimiento por mis servicios me dieron las llaves de la prisión. Eso, como usted imaginará, no es cierto. El régimen en las prisiones es muy estricto y se aplica a todo el mundo por igual. De hecho, esas malas lenguas están, además, totalmente desactualizadas, porque últimamente no suelo ir. Lo hago con muy poca frecuencia y, cuando voy, se me trata con el mismo buen trato como se había hecho siempre,

antes y después del acontecimiento al que se refiere. Tenga en cuenta que son más de 30 años de ejercicio profesional y ya conozco a la gran mayoría de los funcionarios. En todo caso, me consta que se me trata con el mismo buen trato con el que se atiende al resto de profesionales.

2007, Molina de Segura. Un ciudadano marroquí arremete contra su esposa por la espalda, cuchillo en mano, acabando con su vida. Un crimen despiadado y cobarde. Y yo me pregunto, ¿cómo se defiende eso?

La defensa del cliente no consiste, como pudiera pensarse, en buscar siempre una sentencia absolutoria. En ese caso, de las circunstancias personales del acusado se desprendía, y así lo mantuve, que pudiera tener sus facultades intelecto-volitivas, bien anuladas o, en su caso, sensiblemente disminuidas, y eso fue lo que mantuve en el juicio.

Hay quien opina que los políticos endurecen el Código Penal porque han visto en ello un caladero de votos. Las penas duras tienen venta política.

Me preocupa mucho este endurecimiento del Derecho Penal, que se ha terminado convirtiendo en el cajón de sastre al que todo va a parar, al tiempo que se han terminado desterrando del mismo los derechos fundamentales y las garantías procesales por entender que no son más que un innecesario estorbo en la administración de la verdadera justicia. Hay que castigar a los que consideramos 'los malos' y para ello no podemos andar anulando tontamente las pruebas por un 'quítame allá esos derechos fundamentales'. Esta misma semana aparece en la revista digital DiarioLaLey un artículo del Catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Alicante, y Vocal Permanente de la Comisión General de Codificación, José María Asencio Mellado, cuyo título es tan significativo como La STC 97/2019, de 16 de julio. Descanse en paz la prueba ilícita, lo que viene a equivaler a que 'todo vale'. Y esto es algo que suele parecer muy bien al ciudadano, que también busca ese castigo para 'los malos', hasta que le afecta a alguien cercano, en cuyo momento se da cuenta de lo peligrosa que es esta forma de proceder.

Se suele decir que si tu cliente es inocente, intenta que lo juzgue un juez profesional; si es culpable, intenta que sea un tribunal popular, que es más fácil de mangonear.

Sí, lamentablemente, mi experiencia con jurados populares no ha sido muy satisfactoria. Para un juicio en el que los miembros del tribunal popular se han implicado, atendido a las pruebas y manteniendo la concentración necesaria, en la gran mayoría de casos no ha ocurrido así, por lo que, sin duda, prefiero los tribunales profesionales.