A Mario le diagnosticaron leucemia el 7 de enero de 2013. Tenía 21 años. Falleció el 3 de julio de ese mismo año. «Duró muy poco tiempo porque abandonó el tratamiento del hospital», sostiene su padre, Julián Rodríguez (Burjasot, Valencia), quien desde entonces emprendió una lucha para denunciar las pseudociencias. «Cuando pasó aquello, me di cuenta de que podía hacer dos cosas: esconderme debajo como las avestruces o difundirlo para advertir a la sociedad». Llevó su caso ante la Justicia, fundó la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) y en agosto recopiló la historia de su hijo en un libro, Homicidio de un enfermo (Letrame).

¿Qué cuenta Homicidio de un enfermo?

Nos acerca a un chico de 21 años que cae enfermo de leucemia y empieza un tratamiento científico contra el cáncer. Pero por diversas circunstancias deja el tratamiento y acude a una de las mal llamadas terapias alternativas, la naturista. La primera parte del libro cuenta la historia del chico, que es mi hijo, y sus vivencias desde que enferma hasta que muere. Y la segunda es la historia de su padre, que a partir de la falsa terapia que adoptó su hijo en lugar de la medicina científica, comienza a descubrir un mundo de timadores, de falsas terapias y de la inacción de la Administración por no hacer cumplir determinadas leyes que nos protegerían. El libro es una crítica a las creencias sanitarias. A la gente le hacen creer que esas falsas terapias son curativas. Estamos en una sociedad sin pensamiento crítico; nos dejamos arrastrar por lo que digan sin que se demuestre que es verdad...

¿Eran conscientes de que su hijo renunciaba al tratamiento?

Éramos conscientes. Lo que ocurre es que entonces no estábamos informados. Creíamos que la falsa terapia a la que se acogió Mario era científica y demostrada. Éramos ignorantes, como muchas personas, porque no podemos saber de todo. Por eso está en manos de las autoridades poner coto a todo esto. Hay unos 20.000 centros que afirman curar enfermedades muy importantes con verdaderas burradas. Ofertan cosas que no son curativas. Una persona al borde de una situación crítica, como un cáncer o una enfermedad grave, puede acceder y ser engañada. En el libro, presento diferentes casos de timadores, además del caso de mi hijo, como el de Pamies, un señor que dice curar el autismo con un producto análogo a la lejía. Un disparate.

¿Qué circunstancias llevaron a Mario a dejar el tratamiento?

Era un chaval de padres separados, aunque con una buena relación entre su madre y yo. Ella, enemiga de la medicina, no quería que Mario siguiera el tratamiento científico. Busca a un médico que se anunciaba como naturista, quien empieza a calentarle la cabeza a Mario con una falsa terapia. Eso se suma a un chico que tiene cáncer, miedo y que sufre una primera experiencia de la quimioterapia terrible... Tomó una mala decisión.

Su hijo estudiaba Física, una carrera de ciencias.

Era estudiante, sí, pero no tenía una construcción científica en su cabeza. No es lo mismo estudiar una materia que tener una construcción científica: analítica, pensamiento crítico, que evalúe las cosas, que tome las hipótesis por hipótesis y no por tesis. A mi hijo lo mató la ignorancia, la incultura científica. Aunque Mario era un chaval muy pragmático, tenía un cáncer. Yo en aquel momento no lo veía tan claro, pero a posteriori reflexionas y piensas: si me dicen que tengo cáncer y me hacen ver que un señor me puede ayudar, por muy procientífico que yo sea, ¿yo acudiría? Se juega con los sentimientos, con las emociones, la desesperación, la incertidumbre, el dolor, el miedo... Hay más factores además de la mayor o menor ignorancia. Por eso culpo a la inacción de la Administración.

¿Qué cuenta en la segunda parte del libro?

Hago una crítica argumentada y documentada. Hay una revista infame, Discoverysalud, en la que salen reportajes dando por verdad, por ejemplo, que se puede curar el cáncer con semillas de albaricoque o a base de vitamina C. Te lo adornan de una manera científica... No son los curanderos de antaño: son personas que se disfrazan de científicos. Hay leyes que prohíben la publicidad engañosa. Hay legislación al respecto, pero hay inacción; los inspectores de sanidad no van a esos centros...

¿Y cómo se previene ante esos curanderos?

Nosotros podemos hacer poco. Es difícil detectar a esos curanderos, cuyo lenguaje tiene apariencia de ciencia... No es fácil. Debemos exigir a las autoridades que actúen.

¿Ha habido avances? Recientemente la comunidad científica apoyaba en masa un manifiesto de la APETP

Sí, hay resultados. Conseguimos que Rafael Torres, un médico de Valencia, dejara de impartir un máster de auténticas barbaridades, como la homeopatía. La ministra de Sanidad ha prohibido bastantes productos de homeopatía en las farmacias. Eso es importante. Hace que la gente tome conciencia e investigue por qué los prohíben.

¿Qué le diría a alguien que se puede ver en su situación?

Que se informe muy bien, que cuando reciba una propuesta vaya a su médico y se la consulte. Que vaya a fuentes profesionales. Y que no vaya solamente a internet, es peligroso: nunca sabes si es veraz o no. Y aunque le digan algo que suene muy bien, que tenga un pensamiento escéptico.