Un pequeño solar enclavado en el carril de Los Lucas, en plena huerta de la pedanía murciana de La Albatalía, es todo lo queda del antiguo cementerio Puertas de Castilla. Abierto en 1811 y clausurado en 1887, apenas hay rastro del camposanto. Si no fuera por los cronistas oficiales y por el testimonio de los más mayores del pueblo, el legado de este cementerio se habría enterrado para siempre. Empujados por la vocación de preservar el pasado, el Observatorio del Patrimonio de La Albatalía mantiene abierta una investigación para sacar a la luz más datos de esta pequeña necrópolis.

«Buscando en el Archivo de Murcia, nos dimos cuenta que existía el cementerio de La Albatalía, también llamado Puertas de Castilla», cuenta el documentalista del Observatorio Tomás García, quien esta mañana expondrá el caso de este cementerio desparecido en el simposio internacional Culturas funerarias en Europa, que comenzó ayer y concluirá esta tarde en el Edificio Moneo (Murcia). Organizadas por la Sociedad Murciana de Antropología (SOMA) junto con el Ayuntamiento de Murcia y la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, estas jornadas abordan la importancia de los cementerios a lo largo de la historia.

El Puertas de Castilla se abrió en el siglo XIX ante la gran mortandad que había ocasionado una epidemia de fiebre amarilla. «El camposanto Puertas de Orihuela se había quedado pequeño», explica Tomás García. «Se construyó otro cementerio en La Albatalía. No era muy grande: era rectangular, con cuatro muros de piedra». Durante 76 años dio sepultura tanto a la gente más humilde como a grandes personalidades de la época: artistas, médicos, profesores, sacerdotes. Músicos como Emilio Raya, Mariano Córdoba y Santiago Raya fueron enterrados en La Albatalía, así como el marqués de Las Almenas Antonio Riquelme, detalla el documentalista, quien calcula que, aunque no hay un registro oficial, al menos 200 personas fueron sepultadas.

El artista Adolfo Rubio retrató en 1862 a un grupo de huertanos jugando a los bolos en los aledaños del camposanto. La obra, expuesta en el Museo de Bellas Artes, corrobora la existencia de la necrópolis, que también fue punto de encuentro para rituales y tradiciones. «Los auroros acudían para realizar el rito cantado», comenta García.

La ubicación no era la más idónea: próximo a tres acequias (Nácar, Zaraíche y Mayor Aljufía), el cementerio sufría los estragos de las inundaciones. A finales del XIX, los dos camposantos murcianos se cerraban al tiempo que se inauguraba el cementerio de Nuestro Padre Jesús. Los restos tuvieron que ser trasladados, aunque algunos permanecieron enterrados en La Albatalía.

Su existencia casi se pierde en el siglo XX. Los cronistas lamentaban su olvido.«Hemos reconstruido la historia a través de las noticias de prensa, publicadas en los diarios de Murcia, como La Paz, El Diario, El Liberal y La Verdad. También reconstruimos a través de la cartografía, de la fotografías y de las obras de arte». En 2016 se encontraron restos humanos en la zona. «La noticia fue un revulsivo para reivindicar el pasado del cementerio», agrega Tomás García, quien asegura que la investigación tiene previsto aportar más luz. El legado del viejo cementerio de La Albatalía continúa vivo.