En este mes de mayo que acabamos de empezar, se cumplirán cien años (1918-2018) de la gira que la compañía de Ballets Russes de Diaghilev realizó por las provincias españolas, entre las que figuraron Cartagena y Murcia. En la ciudad portuaria ofrecieron un espectáculo en el Teatro Circo el sábado 4 de mayo y en Murcia dos, el domingo 5 y el martes 7 de mayo, en el Teatro Romea.

Esta inédita e importante tournée, que cubrió una quincena de ciudades y capitales de provincia, entre las que se encontraron Salamanca, Valladolid, Zaragoza, Valencia, Alicante o Sevilla, entre otras, no había tenido precedentes en esta compañía de fama internacional. De hecho, la llamada aquí compañía de Bailes Rusos, había recorrido ya casi la totalidad de las principales capitales de Europa y las más importantes de las dos Américas.

Pero ¿cuál era la razón de tan ilustre y artística visita?

La Primera Guerra Mundial en 1914 provocó que los grandes teatros de Europa se cerraran en los años sucesivos. A esta situación se unió el estallido de la Revolución Rusa en 1917, por lo que nuestro país ofrecía un doble atractivo para la compañía: España era neutral en la contienda mundial y a su vez era la salida natural de Europa para organizar giras por América.

Por otro lado, nuestro monarca, el rey Alfonso XIII, se había convertido en el ´padrino´ y benefactor de la compañía de bailarines rusos, ya que logró la liberación de la estrella absoluta de la compañía: Vaslav Nijinsky. El joven y famoso bailarín ruso, que había sido calificado por la prensa francesa como ´el nuevo dios de la danza´, había sido detenido y confinado en un campo de concentración austro-húngaro en Budapest, al ser considerado enemigo, durante una visita a casa de sus suegros.

Nuestro rey soñaba con que el empresario y director de la compañía, Sergei Diaghilev, propiciara la creación de un ballet íntegramente español. Nada parecido a los pasos españoles que la Elssler había popularizado por toda Europa y América casi un siglo y medio antes. El rey pensaba que una «pantomima bailable» o en un «cuadro coreográfico» vivo e inspirado en Velázquez o Goya era lo que correspondía.

De hecho, cuando por primera vez pisaron suelo español los bailarines rusos, en mayo de 1916, Diaghilev satisfizo los reales deseos componiendo un cuadro coreográfico titulado Las Meninas. Pero apenas tuvo éxito, ya que el público español estaba más interesado en ver el erotismo de los bailes de Scherezade o Cleopatra, en los cuales la escasez de ropa y los contoneos de las bailarinas entre esclavos y eunucos, al son de una música exótica y sugerente, estimulaban más sus adormecidas pasiones mediterráneas que los ritmos del país.

Se valoraron músicas de Turina, Conrado del Campo, Albéniz y Falla para articular un ballet español. Y también se intentaron incorporar bailarines españoles a la compañía. Todos fantaseaban con la idea de ver en el escenario a Nijinsky emparejado con Pastora Imperio bailando nuestras músicas. De hecho hubo un intento en complementar los espectáculos de danza clásica y ´gitanería´ en una de las actuaciones de los rusos en el Teatro Real. Pero el conflicto económico y sentimental que todavía había entre el bailarín y el empresario, finalmente dio al traste con la idea.

Así que, ante tantas dificultades, finalmente fue Falla el elegido para que ayudara a buscar bailarines de nuestra tierra capaces de protagonizar el espectáculo, y que él pusiera música al argumento que los Martínez Sierra adaptarían de la célebre novela de Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos.

Pero nuevos contratiempos retrasaron su estreno, proyectado en Roma a principios de 1917. Y eso a pesar de que por entonces Picasso ya estaba ligado a los rusos artística y sentimentalmente, pues la bailarina Olga Khoklova estaba a punto de convertirse en la primera esposa del pintor. El pincel de Picasso desplazaría a los de Larionov y Gontcharova -que ya estaban trabajando en el proyecto- para realizar los diseños del esperado ballet español.

Y tras una nueva gira americana que concluyó con el abandono definitivo de Nijinsky, el empresario Diaghilev -arruinado ya y al frente de una compañía sin posibilidad de volver a Rusia o cruzar cualquier otro país al norte de España- consigue del empresario español Arturo Serrano -empresario subcontratista de las actuaciones del Teatro Real- organizar una última gira por las ciudades españolas antes de disolver la compañía.