­Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático, puso ayer de manifiesto tras la reunión que Portmán «es un símbolo, un ejemplo de lo que nunca jamás nos puede volver a ocurrir», y como tal, destacó, «es una deuda que tenemos todos para con los habitantes de dicha localidad».

Durante treinta años (entre 1957 y 1987), la bahía y el puerto de Portmán estuvieron sujetos a grandes cantidades de vertidos de escombros minerales tóxicos, procedentes de la explotación minera de piritas en la Sierra Minera, por parte de la compañía Peñarroya-España. Los vertidos fueron el resultado de los métodos de extracción a cielo abierto que utilizó la compañía como forma de abaratar costes.

Se han calculado en unos 315 millones de toneladas la cantidad de estériles minerales vertidos entre 1957 y 1987, fecha de cierre de las explotaciones. En los primeros momentos, esos escombros eran depositados al pie de las canteras, formando grandes terreras, pantanos, etc, que destruyeron el paisaje original de la Sierra. Sin embargo, el problema mayor provino de los residuos procedentes del lavado de los materiales para la obtención del mineral. Por su fluidez y volumen, era muy caro depositarlos en balsas o pantanos, por lo que la empresa los depositó directamente en las aguas del Mediterráneo.

Tras años de polémicas y reclamaciones de la población de la localidad, que fueron desoídas por los sucesivos gobiernos, la presión provocó el cierre de la explotación en 1987, siendo vendida a la empresa Portmán Golf.

Han pasado ya 24 años desde esa fecha, pero todavía no se ha realizado ningún plan integral de recuperación de los terrenos que fueron contaminados, un desastre medioambiental sin precedentes que el nuevo proyecto que aprobará el Consejo de Ministros dentro de dos semanas espera poder solucionar de una vez por todas.