Quería ser músico, pero con diecisiete años descubrió el mundo de la información. Desde entonces, Almudena Ariza ha trabajado en radio y televisión haciendo lo que más le gusta, contar a la gente todo aquello que sucede.

Sus ojos, sus gestos, el cariño con el que habla de su profesión delatan que Almudena Ariza, reportera de TVE, es una verdadera amante del periodismo. Y eso que, según cuenta ella, su llegada a este oficio fue por casualidad. "Mi vocación era la música, pero empecé a trabajar en la radio y me enganché al mundo de la información. Quién sabe, si no fuera periodista a lo mejor ahora sería una concertista de cámara", dice entre risas.

La radio fue su primera escuela. En ella pasó grandes momentos y fue la causa de que decidiera dedicarse profesionalmente a la comunicación. Sin embargo, Ariza prefiere la televisión. "Cuando llegué a la tele -explica- todo me parecía muy complicado, pero me gusta mucho contar a través de imágenes. De todas formas, siempre que puedo colaboro en algún programa de radio".

Después de tantos años de experiencia, Ariza asegura que el periodismo ha cambiado mucho. "En la actualidad hay una gran falta de rigor y demasiada frivolidad. Está claro que la información hay que hacerla atractiva, pero sin caer en el puro espectáculo. Algo que últimamente no se tiene en cuenta".

La reportera ha sido enviada especial en conflictos bélicos y catástrofes naturales. La última, en Haití. "Lo más complicado de este tipo de coberturas son las dificultades técnicas que tienes que superar. Cuando llegué a Haití era de noche y lo primero que pensé fue: bueno ya estoy aquí, pero de qué me sirve si no puedo hacer llegar lo que está ocurriendo. No teníamos gasolina para el generador, ningún teléfono móvil ni vehículo. Por no tener, no teníamos ni agua", apunta.

Madre de dos hijos, Ariza reconoce que "lo más importante para compaginar la vida personal con la profesional es no renunciar a ser tú misma. Yo tenía claro que no iba a ser una madre las 24 horas del día, pero le he dado muchas cosas buenas a mis hijos. Desde pequeños siempre les he trasmitido la alegría y energía que siento por lo que hago y eso ha sido fundamental para que me entendieran. El mayor problema lo he encontrado con la sociedad. He tenido que vencer la presión social de la gente que 'me castigaba'. Me decía, y dicen, que no entendían cómo podía irme y dejar aquí a mis hijos. Eso es lo más duro, porque te pones a darle vueltas a la cabeza", señala la periodista.

A pesar de que la reportera adora su trabajo, espera que sus hijos no sigan el mismo camino. "El periodismo es una profesión hermosísima, pero es difícil y está muy mal pagada. Es como un sacerdocio donde se sufre mucho. Además, hoy en día hay un gran desprestigio social. Las empresas periodísticas tienen que reconsiderar la información, porque ha perdido mucho peso y cada vez hay menos tiempo para contrastarla. Tenemos que volver a dignificar esta profesión", concluye.