La Primera Guerra Mundial destruyó una generación completa. No sabemos y ni siquiera podemos suponer lo que se podría haber llegado a pintar o escribir si la guerra no hubiera tenido lugar. Su imagineria de ironía, repetición, pérdida y dolor está tan imbricada en nuestra idea de modernidad que simplemente la damos por sentada; no podemos ver una alternativa.

En lo que se refiere a la pérdida de talentos, conocemos los nombres de algunos que fueron asesinados a una edad temprana: entre los pintores, Umberto Boccioni y Franz Marc; el escultor Gaudier-Brzska, el arquitecto Santalia, los poetas Isaac Rosenberg y Wilfred Owen, pero por cada uno de aquellos cuyo nombre sobrevive, debe haber habido multitudes, quizás cientos, que sencillamente nunca tuvieron una oportunidad de desarrollarse. Y, entonces, si fueras a preguntarte dónde está el Picasso inglés o el Ezra Pound de Francia, la respuesta probable es que están aquí (cementerio en Bélgica). Según escribió Robert Hughes en 1979 en El impacto de lo nuevo.

Últimamente hemos atravesado una guerra, que si no ha sembrado nuestra tierra de cadáveres físicos de artistas, sí que ha dejado gran número de cadáveres culturales. Esta batalla incruenta, la hemos denominado crisis económica, lucha en la que gran número de artistas optaron por el abandono de una actividad que los conducían a la pobreza y a la exclusión. La vida cultural se ha reducido a guerrilleros que desarrollan su trabajo arrastrándose, bajo las alambradas, por los lodos que quedaron tras la parálisis del sistema financiero. Pero a pesar de esto, pequeños grupos de artistas han reaccionado mediante la aplicación de la autogestión colectiva, que se ha convertido en la última década en un fenómeno recurrente dentro del arte contemporáneo.

Los artistas generan nuevos dispositivos de circulación y exhibición de sus creaciones fuera de los espacios tradicionales. Las causas de este fenómeno se inscriben en modificaciones globales en el arte contemporáneo, pero sobre todo en sucesos de ámbito estatal. La configuración de una especie de tradición, que asocia a los artistas con la gestión de proyectos culturales y colectivos, que afectados por la crisis política y social, que ha azotado al país y las modificaciones intrínsecas al campo artístico, han potenciado el desarrollo de la autogestión colectiva de artistas contemporáneos como solución y vía alternativa al antiguo manto protector que les brindaban las administraciones públicas.

Como ejemplo, y coincidiendo con la Feria Internacional ARCO, se celebra la Room Art Fair (RAF), es también una feria internacional e independiente que concentra la producción más reciente de artistas emergentes de Europa. El objetivo de RAF es poner en valor los trabajos de artistas jóvenes en espacios expositivos no tradicionales y disminuir la barrera que separa al mercado del arte del público general, promoviendo un arte asequible y fruto de las últimas tendencias.

Este año será la cuarta edición de RAF, actividad que se desarrolla en diferentes hoteles de Madrid, donde, al igual que Art Hotel de Cartagena, cada habitación presenta una exposición a cargo de las galerías de arte y los comisarios independientes que participan. Estas habitaciones se convierten en espacios de exhibición durante el día y en lugares de descanso durante la noche para los expositores. Una acción que fomenta la convivencia y que promueve las sinergias entre diferentes agentes del mercado del arte.

La galería cartagenera Bambara, en la RAF

La muestra Room Art Fair (RAF) cuenta con la participación de la galería cartagenera Bambara (1998), situada en la céntrica calle San Francisco de nuestra ciudad. Esta participación es demostración del continuo trabajo de Bambara en la promoción del arte en Cartagena y su ulterior proyección en los diferentes foros nacionales e internacionales. Los trabajos presentados abarcan un amplio abanico de disciplinas; pintura figurativa metafísica, fotografía creativa, obra gráfica, arte ritual africano y arte oriental. De la mano de Luis Artés, director de esta galería, acuden a esta feria los conocidos artistas Ángel Mateo Charris, Iván Araujo, María José Contador, Paco Ñíguez y Pedro Serna.

Aconsejo de manera entusiasta que, los que tengan intención de visitar Madrid este fin de semana, se acerquen al Hotel Petit Palace Santa Bárbara, que se encuentra en la plaza Santa Bárbara entre Alonso Martínez y Chueca. Sorprendente hotel construido en 1874 y habitado por el Marqués de Quintanar y su familia hasta mediados del año 1900. Lugar en el que podremos apreciar las nuevas tendencias creativas españolas y europeas.