Catedrático de Arqueología de la Universidad de Murcia, José Miguel Noguera Celdrán, es coodirector de las excavaciones del Molinete.

Hasta ahora el Museo del Teatro es el buque insignia de la arqueología en Cartagena. Sin embargo, el Molinete no tiene nada que envidarle. ¿Se pueden establecer comparaciones entre ambos?

Se trata de realidades diferentes y cada una tiene su valor. El teatro posee la gran importancia de ser un monumento excavado de forma casi completa. Durante su excavación se encontraron niveles arqueológicos que arrojan luz sobre la evolución histórica de la ciudad entre los siglos V y XX. El Molinete ocupa unos 26.000 metros cuadrados en pleno corazón del casco de una ciudad con unos 2.240 años de historia, y su excavación aporta una enorme cantidad de información arqueológica que abarca desde la fundación de la ciudad púnica -hacia los años 228-229 a.C.- hasta el siglo XX. Se va a configurar como un gran laboratorio para el estudio de la historia material de Cartagena y en él se podrá ver y contemplar diversos retazos de esa historia que podemos reconstruir en base a la documentación arqueológica. En la ladera suroriental, los visitantes podrán caminar por las calles de la colonia romana y visitar sus edificios.

¿Qué vemos en la cima?

Ahí estaba la ciudadela o acrópolis de la ciudad antigua. Y la gente ya puede pisar el terreno en el que presumiblemente estuvo el Palacio de Hasdrúbal, fundador de Qart Hadast. Hemos encontrado restos que podrían haber formado parte de esta construcción: quizás a ella pertenecieron los restos del santuario púnico dedicado a Atargatis, divinidad de origen sirio, que está parcialmente destruido por la construcción de la muralla del Deán en el XVI. Parte del santuario, el cual fue reutilizado en época romano-republicana, momento en que se le añadió un pavimento con inscripción epigráfica en latín con invocación a Atargatis, fue amortizado y sustituido en el siglo II a.C. por un templo de tipo itálico posiblemente dedicado a la divinidad poliádica de la ciudad. Esta fue una operación de elevado valor simbólico, la ciudad púnica se convertía en núcleo de la romana. Delante del templo se han encontrado huellas de una escalera que comunicaba la parte inferior de la ciudad con el cerro.

¿Y las fortificaciones?

En este sentido, los hallazgos son excepcionales. Hemos hallado parte de la muralla púnica que, en el último cuarto del siglo III a.C., debía defender la ciudad y el referido palacio por el flanco norte del cerro. Sobre ella hemos documentado restos de una segunda muralla, esta vez de época romano-republicana, que encuentra su correspondencia con la información trasmitidas por las fuentes escritas, en particular Polibio, Tito Livio y Apiano. Esta muralla, que fue restaurada en época bizantina (siglos VI-VII d.C.), debía estar en semiruínas en el siglo XVI, momento en que el emperador Carlos V ordenó la construcción de una nueva muralla, que fue ejecutada por Sebastián Clavijo, Deán de la Catedral. Se conserva un tramo de casi 100 m de longitud, con dos baluartes. También se han encontrado restos de uno de los baluartes de la nueva muralla construida en el siglo XVI por mandato de Felipe II. Se trata, de las primeras murallas de la Cartagena del Renacimiento.

¿Y los molinos de la cima?

A los dos molinos harineros que se conservan y que hemos restaurado debe el cerro su topónimo actual. Datan del siglo XVII y uno de ellos -el más occidental- fue reutilizado en el siglo XVIII como ermita dedicada a San Cristóbal. Ambos están declarados Bienes de Interés Cultural. También en el cerro hemos encontrado restos de las viviendas que lo poblaron entre los siglos XVIII y XX; algunos de ellos, junto con restos del callejón de los Gatos, se han dejado visibles, de manera que el visitante adquiera conciencia de que está zona estuvo muy poblada. Tenía un entramado urbano irregular con casas de escasa calidad, un tejido social muy degradado y con mucha prostitución, lo que generó continuos intentos de regeneración por parte del Ayuntamiento ya desde el siglo XIX. También hemos dejado al descubierto los accesos a dos refugios de la Guerra Civil.

¿Faltan rótulos para que el público valore estos hallazgos?

Sí, estamos pendientes de poner la cartelería con explicaciones en castellano y en inglés y dibujos para que la gente se haga una idea de cómo eran los edificios.

¿En cuánto tiempo se ha acometido esta primera fase?

Se empezó en junio de 2010 y acabamos el pasado septiembre. Se han invertido cuatro millones de euros con cargo al Plan E en una actuación promovida por el ayuntamiento de Cartagena, que está apostando muy fuerte por este proyecto. La codirectora es María José Madrid y hemos contado con un amplio equipo de arqueólogos, restauradores, topógrafos, dibujantes...

¿En qué trabajan ahora?

Esta semana Cartagena Puerto de Culturas ha adjudicado el proyecto de musealización de la denominada Insula I, enclavada en la ladera suboriental del cerro y en la cual ya acometimos una campaña arqueológica en 2008-2009. Se trata de una manzana rectangular de época romana integrada por dos edificios. El más occidental es un complejo termal con estancias para el baño: apodyterium/frigidarium (vestuario/sala para baños fríos), caldarium (para baños calientes) y tepidarium (para los templados). Y junto a él una gran plaza o peristilo porticado con un pavimento de ladrillos muy bien conservados. Allí recuperamos los restos de una cornucopia de mármol que debía formar parte de la estatua de un dios o una emperatriz. En la parte oriental de la manzana se alza el edificio del atrio, posiblemente dedicado a banquetes rituales relacionados con divinidades orientales; de hecho, frente a él, en la Insula II parece haber los restos de un santuario dedicado a Sarapis e Isis, divinidades orientales. Este complejo pudo ser la sede de una corporación semi-pública de gentes de raigambre oriental, acaso comerciantes. Estaba cerca del puerto, enclavado en la zona de la calle Mayor y en esa época Cartagena mantuvo importantes contactos con el Mediterráneo oriental.

¿Cuándo se podrá visitar?

Nos gustaría que la Insula I estuviera lista para Semana Santa. Tenemos unos meses para hacer los trabajos de conservación y musealización del conjunto. El público se sorprenderá porque los restos tienen un estado de conservación excelente. Hay muros de hasta 4 y 5 metros de altura y muchos restos de pinturas conservados in situ. Para proteger estos restos al máximo se ha construido una cubierta, obra del estudio Cánovas-Maruri-Amán, que será otro referente en la ciudad. Entre las termas y el edificio del atrio levantaremos una pared de madera para separarlos y recuperar las circulaciones originarias. Los visitantes podrás ver los restos desde arriba, caminando por la pasarela que cuelga de dicha cubierta, y luego podrán descender para recorrerlos a pie. Además, restituiremos columnas con materiales originales, tal y como se hizo en el Teatro. A mi juicio, este nuevo centro de interpretación será uno de los enclaves estrella de Puerto de Culturas. Pero esta actuación sólo será un aperitivo de lo que nos depara el futuro. El parque tiene 26.000 metros cuadrados y la cima y la insula I suman sólo 14.500. El Teatro tiene 8.000 metros cuadrados y que su recuperación se prolongó 20 años, con lo que aquí hay trabajo para diez o quince años más. Ya es un lujo trabajar en el proyecto en plena crisis.

¿Qué más secretos sospecha que custodia el Molinete?

Sabemos que en la ladera sureste del cerro estaba el foro, es decir, el centro de la vida pública de la colonia romana. Era una enorme plaza pública presidida por un templo, y con una basílica y otros edificios. Cuando toda la ladera esté excavada, estaremos ante la versión hispana de yacimientos como Pompeya o Herculano en Italia, referentes básicos de la arqueología Clásica. Se podrá andar por las calles romanas y entrar en los edificios, igual que en Herculano.