Seguro que Indiana Jones estaría encantado de que le fuese confiada la importante misión de encontrarlo. Sin embargo, la imposibilidad de llegar al orgasmo durante una relación sexual a dos o más es para muchas mujeres una dura realidad ante la que solo ellas pueden reaccionar y tratar de buscar remedio para atajar tan dramático mal.

Para una de nuestras lectoras, no poder llegar al clímax cuando hace el amor con su marido la ha llevado sufrir una autentica obsesión que la está arruinando: «Me he gastado un buen puñado de euros en pitonisas, cartas astrales y galletas chinas de la suerte y nada, que no hay manera de hacer revivir a mi clítoris. Hace tres años que a mi marido le subieron el sueldo y con él la jornada laboral, hasta el punto de que nos vemos sólo los fines de semana. Así que me paso los cinco días de espera preparando una noche romántica y sexy para disfrutar los dos al máximo. Mi plan dio resultados increíbles por un tiempo. En uno de aquellos sábados en los que la cosa se notaba ya algo forzada, mi marido se quedó dormido mientras me practicaba sexo oral. Eso me corto tanto el rollo que desde entonces no he podido volver a correrme».

«Tras comprobar que la pitonisa de mi barrio se procuraba más placer que yo cobrándome por potingues que lograban como mucho incomodas irritaciones, además de asquerosos olores que me mantenían socialmente aislada, me decidí por una terapeuta sexual que me recomendó la panadera de mi madre. Al parecer, la mujer había desarrollado su propia terapia con resultados irrefutables. La primera consulta fue un tanto incómoda. Me hizo desnudarme ante un espejo para que yo misma me valorara en el plano sexual. Luego tuve que señalar mis zonas de calentamiento, que en realidad reduje a la entrepierna. ´No me extraña que estés como estás´, me dijo. Y con suavidad tocó varias partes de mi cuerpo a las que jamás hubiera otorgado la posibilidad de ponerme tonta. Y me puse tonta, ya lo creo».

«La segunda sesión fue más radical. Otra vez en pelotas pero con espejo reducido y entre pata y pata. ´Tócate. ¿Ahora? Sí, claro, quiero ver si sabes lo que haces´. Menudo corte. Lo hice, convencida de que serviría para algo. ¡Bingo! Conseguí un orgasmo increíble. La sexóloga me miró con aprobación y me aseguró que ya estaba lista para recuperar la sexualidad con mi marido. Ese sábado me esmeré y me preparé para una noche loca. Estaba a punto. Mi marido alucinó. Se puso como loco. Le regalé un sensual desnudo ante el espejo, me toqué aquí y allá, me agarró como hacía tiempo que no me cogía. Pero llegado el momento de la verdad, nada de nada. Bajón total. Volví a la terapeuta y en una sola sesión logré de nuevo un maravilloso orgasmo. Ahora resulta que mi problema se ha trasladado, y únicamente alcanzo el clímax con mi terapeuta