Aprobar esas asignaturas pendientes es uno de los grandes acontecimientos de nuestra particular vida de mortales insatisfechos. Encontrar un amor reconstruido a pedazos, perdonar de verdad, ser capaces de volver a iniciar una relación filial, hallar ese paraíso anhelado en sueños tras desenterrar fantasmas enquistados en nuestro yo más consciente€ En fin, elija cualquiera de esas materias para descubrir que ese monstruo imaginario que nos asustaba desde niños es menos feroz de lo que lo pintan. Ese miedo que nos ha paralizado a lo largo de la existencia es el que ha servido de excusa para no dar saltos adelante, permanecer quietos y justificar lo injustificable.

Una parálisis que han conocido alguno de los personajes que María José Bataller ha recogido en ¿Segundas oportunidades? (Punto Rojo Libros, Sevilla, 2018), una novela repleta de situaciones vitales en las que los protagonistas buscan romper las situaciones estancadas.

Mientras exista una brizna de esperanza hay posibilidad de atisbar un nuevo mundo repleto de oportunidades. Y todas son posibles porque están a nuestro alcance, junto a quien no se conforma con lo establecido, al lado del que se considera capaz de remover las entrañas de misericordia de cualquiera por el que corra sangre en sus venas. Y no hay que llegar tan lejos. Las segundas oportunidades son posibles en la medida en que no se cierran las puertas mentales a reconocer lo etéreo del ser humano, que las verdades eternas sólo son una quimera y que tenemos derecho a descubrir aquello que ha permanecido oculto o alejado durante tanto tiempo.

Hablo, sin ir más lejos, de lo sucedido hace poco al reencontrarme con la literatura y la escritura creativa, dimensiones hasta ahora escondidas entre las ocupaciones cotidianas de la vida profesional y política. Un regreso a los estímulos que producían aquellas sensaciones juveniles en mi interior cuando en el instituto dos profesoras me hicieron amar una de las grandes artes a través de las que hombres y mujeres son capaces de forjar historias, relaciones, hacer brotar dramas y comedias, pasiones, amores, luchas encarnizadas con el presente y el más allá. Nunca podré agradecer lo suficiente a María Martínez del Portal y a Cecilia Belchí que me condujeran hacia aquellos sueños, resquicios vivientes, tramas, diálogos, escenarios y hallazgos de quien desde la antigüedad hurga en los recónditos huecos para colocar la palabra en el altar de la vida. Literatura, ese arte caprichoso que juega con la palabra para provocar reacciones de todo signo y condición, emocionar y conmover, trastornar y turbar mientras se traza una fina línea con intención de perdurabilidad en el tiempo y el espacio.

El reencuentro con Raymond Carver, Chejov, James Joyce, Mary Shelley, García Márquez, John Cheever, Cortázar, Homero, Dorothy Parker, Horacio Quiroga, Stefan Zweig€ son apenas una muestra de quienes gozan de la capacidad de encender la mecha para despertar en otros esa criatura cubierta de tantas capas y que anida en cualquiera del que se acerca a la literatura de manera gratuita.

Porque llegados a este punto sabemos de veras que sin necesidad de jugar con las expectativas saboreamos de otra manera lo que se cruza en el camino. La calzada de las segundas oportunidades está expedita, despejada, libre y, por tanto, exenta de tasas para acoger lo que se presenta a cada instante. La encrucijada es una ocasión para avanzar.