El río Ródano, en la parte baja de su cuenca (Occitania francesa) tiene entre sus afluentes al río Durance, cuyos caudales en un cuantioso volumen vienen siendo turbinados con la finalidad de generar energía eléctrica para ser finalmente vertidos al Etange de Berre, una laguna de agua salada con acceso al mar a través del denominado Canal de Caronte. ¿Les recuerda a algo?

Pues bien, el problema que paradójicamente tienen los franceses es que los efluentes de agua dulce provenientes de dicha turbinación y que son de buena calidad están contaminando las aguas saladas de la laguna al 'endulzarlas' en demasía, lo que ha ocasionado que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea haya condenado en dos ocasiones a Francia por esa 'contaminación', teniendo que negociar los galos acuerdos extrajudiciales con la Comisión Europea sacando del cajón el denominado Plan Barnier, en el que por razones de espacio no vamos a entrar. Lo que sí puede hacer España es facilitar enormemente su aplicación colaborando a solucionar el problema ecológico del Etange de Berre.

Se trataría, expuesto de forma muy esquemática, de trasvasar esos caudales 'contaminantes' para la laguna a través del mar mediante la colocación de una tubería flexible submarina, lo más cercana posible a la costa y con conexiones, por ejemplo, a las tomas de las actuales desaladoras, tanto las destinadas a consumo humano como al regadío. Estaríamos hablando de poder suministrar a toda nuestra costa mediterránea un caudal mínimo de 65 m3/segundo (más de 2.000 Hm3/año) con un precio estimado de 0,50 euros/m3, que se vería claramente aminorado con la financiación que los fondos europeos aportarían y sin que fuera tampoco de aplicación necesaria el principio de recuperación de costes establecido en la Directiva Marco del Agua dado el carácter estratégico del proyecto, el cual podría contar ya con la opinión favorable del Gobierno francés al querer extenderlo también desde Algeciras hasta Argelia, dentro de su nueva política Europa-Magreb que preconiza el Presidente Macron.

Es un anteproyecto ya esbozado, técnicamente viable, ecológicamente sostenible y que desde un punto de vista político no debiera ofrecer dificultades, antes al contrario. En definitiva, si de esa manera nos estamos trayendo el gas licuado desde Argelia, ¿por qué no el agua dulce desde Francia? Mis espías vietnamitas me cuentan que desde Ciudadanos han trasladado la propuesta a todos los representantes políticos del Arco Mediterráneo español.

A ver si hay suerte y por lo menos la ponemos encima de la mesa para su debate. Estamos ante un proyecto de esos que llaman pomposamente de Estado.