El otro día conduciendo me topé con un ser, más simio que hombre, que, tras cambiar yo de carril, se colocó en paralelo conmigo y, en apenas medio minuto y asegurando que la brusquedad de mi maniobra le había obligado a frenar, me dijo de todo menos bonita incluyendo alusiones a mi condición de mujer y conductora a grito pelado. Cualquiera que conduzca sabe que al volante todos nos transformamos y mostramos nuestra peor versión. Lo que sí es imperdonable es que, en el asiento de atrás del coche de este energúmeno iba sentado un crío de 6 o 7 años que presenció atónito los exabruptos de su papá. Imagino que, luego, en su casa intentará educar al chaval para que no diga tacos ni insulte ni tenga comportamientos machistas porque nadie quiere criar a un impresentable.

Ver a este ´señor´ todo congestionado y rojo de furia con el niño de testigo, me recordó a esos padres que se lían a tortas con el árbitro o con otros padres en los partidos de fútbol base de sus criaturas. Luego, los tratas en las reuniones del APA o de la comunidad de vecinos y parecen personas normales y razonables, pero, vaya usted a saber por qué, el volante y el balón tienen esta capacidad transformadora, que ríete tú de la pócima que convertía al doctor Jekyll en mister Hyde.

Cuando mi hijo pequeño empezó a jugar al fútbol en un equipito del barrio, en su club se les llenaba la boca hablándoles a los críos de la importancia del respeto, esfuerzo, trabajo en equipo, humildad y compañerismo. Supongo que en todos los equipos y grupos infantiles se intentará inculcar a los chiquillos los mismos valores, así que no sé cómo se justificarán ante sus hijos esos padres que han insultando a los niños del otro equipo, que han saltado la valla del campo para zurrarle al árbitro o han acabado a puñetazos con otro padre. O esos que a veces aparecen en las retransmisiones de los partidos lanzando gritos racistas contra el jugador guineano del rival, amenazando de muerte al árbitro o lanzando botellas a los jugadores desde las gradas. ¿Qué esperamos que hagan cuando crezcan esos niños que ven semejante comportamiento en sus padres?

Quizá haya una esperanza de cara al futuro. Y es que dicen los expertos que pronto se habrá generalizado el coche sin conductor, lo que es de suponer que acabará con la agresividad en la carretera. Lo que tiene peor apaño es lo de rebajar la violencia en el fútbol. ¿Puede uno imaginar un partido sin gritos, pitidos e insultos tanto en el campo como en la grada, sea en un partido de alevines o en la final de la Champion? Al parecer es imposible.