Los dos desastres ecológicos más sobrecogedores de todo el Mediterráneo, no sólo del Mediterráneo español sino de todo este mar de Algeciras a Estambul, como diría Serrat, han tenido lugar (¿casualmente?) en la Región de Murcia. Ambos lugares están separados por escasos kilómetros y sus desastres han sido causados por la minería en el caso de Portmán, y por la agricultura, principalmente, en el Mar Menor.

La primera agresión medioambiental comenzó al principio de los años 60 y terminó con la bahía colmatada de residuos mineros a principios de los 90 del pasado siglo; y la segunda, la de nuestra laguna salada, que comenzó silenciosamente con la llegada del trasvase en los años 70, es en estos momentos más que visible. Se acabó la minería y el pueblo que fuera bautizado por los romanos como Portus Magnus se quedó en un estado de ruina social y económica de la que todavía hoy no se ha recuperado. Cuando se cerró el lavadero Roberto en 1992, en Portmán se habían arrojado más de setenta millones de toneladas de estériles. Al Mar Menor le llegan cientos de toneladas de nitratos anualmente, no sabemos cuántas más habrán de verterse todavía, antes de que se frene este disparate.

Una de las primeras preguntas que nos hacemos es: ¿Cuál es la solución del Mar Menor? Cuando tenemos un problema de cualquier tipo procuramos averiguar las causas que lo han producido e intentamos poner remedio; en el caso de la laguna salada parece evidente que el remedio sería suprimir aquello que provoca la turbidez de sus aguas y aniquila sus fondos. Sin embargo, lo que se ha estado haciendo durante varias décadas (aunque hubiera voluntad de acabar con ello) no puede suprimirse de la noche a la mañana. Entonces, ¿cuál es la solución? Pues ir poco a poco transformando esa actividad para que las aguas del Mar Menor vuelvan a recuperar su salud y con ella su transparencia.

Así que en abril de 2017 el Gobierno regional puso en marcha un decreto-ley de medidas urgentes en el que se dividía el entorno de la laguna en tres zonas que van desde el tramo más cercano a la orilla al más alejado. En él se establecieron una serie de medidas de obligado cumplimiento, como por ejemplo, la plantación de pantallas vegetales en la zona 1 para absorber nutrientes, frenar escorrentías, evitar la erosión de los suelos, etc. y que debían ponerse en marcha antes del 8 de enero de 2018.

Esas medidas urgentes fueron consideradas por la comunidad científica y sectores sociales como absolutamente insuficientes porque, entre otras cosas, no se tuvo en cuenta que cuando las pocas veces que llueve en nuestra región es en forma de lluvias torrenciales. Por lo tanto el agua baja, desde las zonas altas de la cuenca (zona 3) hasta esa cubeta que es el Mar Menor, arrastrando tierras de cultivo cargadas de los nitratos que se utilizan en la cada vez más abundante agricultura intensiva e industrial que nos rodea.

Pues bien, los partidos políticos escucharon el clamor de la ciudadanía que pedía soluciones al grave problema de este ecosistema único y consultaron a expertos y científicos. Tras meses de estudio redactaron una serie de enmiendas para aumentar la protección de la laguna, enmiendas que se debatieron el 15 de enero en la Asamblea Regional y fueron aprobadas por los tres partidos de la oposición.

Y ahora, tras esa aprobación viene la indignación de una parte de ese sector que ha campado por sus respetos durante décadas y que ahora se sorprende de que se les quiera poner alguna puertecita a su campo. Muchas de esas empresas agrícolas que ahora gritan porque, según ellos, estos cambios van a suponer su ruina, durante años han transformado tierras de secano del entorno del Mar Menor en regadío sin tener derecho a ello; han abierto pozos e instalado desalobradoras sin autorización; han arrojado salmueras con elevado nivel de nitratos a ramblas que desembocan en la laguna; han contaminado los acuíferos; han arrasado parajes protegidos; han desmontado colinas.

Estos mismos que han incumplido sistemáticamente normativas europeas, amenazan con una tractorada ante la Asamblea Regional el 1 de febrero. Esta protesta está motivada porque, entre otras medidas, se les va a exigir, que en las zonas 2 y 3 (en dos y tres años respectivamente), se apliquen las mismas medidas que en la zona 1 respecto a la instalación de barreras vegetales, por ejemplo.

¡Ay! ¡Qué irresponsables sois, políticos que os fiais de ecologistas malvados! Dicen aquellos que no aman la tierra sino la riqueza que ésta les genera. Se refieren, claro está, a los tres partidos de la oposición, no a aquellos que han mirado para otro lado durante más de veinte años y ahora desvían la atención del grave problema que tiene el Mar Menor anunciando senderos ornitológicos, centros turísticos y gastronómicos en parajes protegidos, dragados de golas, y otras ocurrencias para no atajar el verdadero problema de raíz

Y, por favor, señores agricultores, no amenacen también con los puestos de trabajo que se perderían, pregúntenle a las familias de Portmán. Ellas saben, desgraciadamente, lo que es perder, no el trabajo, sino su futuro.