Entramos en la Navidad, esa época de buenos deseos, mejores propósitos y poco arrepentimiento. Y lo hacemos con la incertidumbre de lo que ocurrirá en Cataluña mañana, día 21, en que se celebrarán las votaciones al Parlament porque, ocurra lo que ocurra, nos tememos que será imposible librarse de otro tiempo de incertidumbre, de inquietud, de dudas sobre si tendrá lugar la convocatoria de nuevas elecciones porque, visto el debate de hace unos días en que se enfrentaban en una televisión de ámbito nacional siete representantes de los partidos políticos con representación parlamentaria que se presentan a dichos comicios, no podemos ser muy optimistas sobre la capacidad de entendimiento de esas formaciones políticas, o sí. Sí vemos que el enfrentamiento que representaron en dicho debate los de Junqueras, los de Puigdemont y los de la CUP es simple pantomima porque, a la hora de la verdad, ellos defienden lo mismo. Ellos van a lo que van. Y lo a lo que van es a la independencia de Cataluña. No ha cambiado nada desde antes de que introdujeran a todo el país en este laberinto independentista. Así es que se unirán de nuevo para continuar con su intento de secesión. Y como por otra parte la actitud de En Comú Podem, el partido de Iglesias y Colau, es todo menos clara (no les vemos apoyando la posible alianza de Ciudadanos, PSC y PP) pues nos tememos que el tema volverá a ser el mismo de antes de la convocatoria de elecciones.

Porque las cuentas no nos salen de otra manera. Y mosquea mucho la insistencia del partido de Doménech en propiciar una alianza ERC, PSC y los Comú. Peligrosa alianza en la que esperemos no caiga el PSC, que ya tuvo su nefasta experiencia con lo que fue llamado el Gobierno ´tripartito´ que surgió como consecuencia de las elecciones al Parlament de Cataluña del 16 de noviembre de 2003. El resultado de aquellas elecciones otorgaba al PSC 42 escaños, 23 a Esquerra y 9 a Iniciativa, y aunque Convergència i Unió obtenía 46 escaños, como quiera que no pudo gobernar con el PP (las cuentas no salían), la alianza de los otros partidos, el ´tripartito´, propicio la investidura de Pasqual Maragall el 20 de diciembre de 2003, conformando su gabinete con ocho consejeros del PSC, cinco de ERC y dos de ICV-EUiA, siendo nombrado de ERC Josep Lluís Carod-Rovira, como conseller en cap, algo así como el primer ministro de otros países o, lo que es igual, se le concedieron unas competencias desmesuradas que el señor Carod-Rovira supo aprovechar muy bien en beneficio de su partido, antes de meter la pata con el tema de ETA.

Los resultados de las elecciones anticipadas al Parlament de 1 de noviembre de 2006 dibujaron un mapa político idéntico al de los anteriores comicios catalanes. De este modo, el Partido de los Socialistas, Esquerra Republicana e Iniciativa alcanzaron un nuevo acuerdo de Gobierno, en esta ocasión bajo la presidencia del candidato socialista, José Montilla. Porque aunque el señor Montilla había prometido en campaña electoral que no se repetiría el tripartito, como quiera que las palabras en campaña electoral valen lo que valen, cometió el error de volver al mismo y el resultado lo están pagando. El partido socialista ha pasado de los 42 escaños del primer tripartito a los 16 escaños que tienen hoy. Es decir, han perdido 26 escaños desde aquel 2003.

Y el PSC no puede olvidar aquello, ha de analizar lo que ha propiciado su pérdida de votos y escaños. El tripartito obligó a Montilla (un charnego que tenía que hacerse perdonar serlo) a mantener un discurso más nacionalista, olvidando que su granero de votos no podía estar en ese segmento y sí en aquellos electores que se sienten de izquierdas, pero nunca podrán ser independentistas.

En política los errores se pagan a alto precio. Esperemos que Iceta, un hombre inteligente, no cometa el mismo error que cometió el PSC en el pasado al olvidar unos orígenes que traicionaron.