Un teatralizado blanco y negro en The Party acabó con aquel final audaz e irrisorio que dio paso a la dantesca historia de ´la Decorosa´, con su disfraz de huesos y su gallina enjaulada. El Happy End de Haneke no fue tan feliz como auguraba, y el del cortometraje Fugit tampoco, aunque nos cedió una gran lección de vida. La noruega Thelma, con sus amargas y dulces escenas, fue una genial forma de acabar el lunes: mucho más que ciencia ficción en la piel de una chica con estimulantes emociones. Imposible no enardecer con Migas de pan, a mezclas entre Uruguay y España, entre el pasado y el presente, con tintes de crueldad basados en una historia muy real. La ´disco´ resplandeció aunque llevara años cerrada de la mano de cinco jóvenes en un corto que bien podría responder a una imagen habitual de nuestros barrios. Y a 120 pulsaciones por minuto llegamos a la noche del martes, que nos envolvió en casi dos horas y media de otra ardiente realidad, la del sida en el París de los años 90. En esa misma década nos colamos en el miércoles, con aquel verano tan especial, el de 1993, que casi pareció un documental casero y que, con su sencillez, logró embaucarnos e incluso robarnos alguna lágrima.

Historias infinitas en una de las grandes semanas culturales de Cartagena, la de su Festival Internacional de Cine. Todavía queda disfrutar esta noche de la clausura, pero después habrá que esperar todo un año para que el otoño nos invite a otra genial edición.

C´est la vie.