El médico comienza su andadura asistencial con intensidad, con la energía de la juventud, con el entusiasmo de trabajar y desarrollar la profesión escogida, con las ganas de aplicar lo estudiado y aprender lo desconocido, con el empuje de una vocación gestada, en la mayoría de los casos, desde el primer momento, alejado de todo lo que no sean sus pacientes y prestarles la mejor asistencia posible. Con el paso del tiempo, y por motivos ajenos a los pacientes y a los propios profesionales, la ilusión inicial se va erosionando, resultado de enfrentarse a consultas maratonianas de pacientes a los cuales no se puede dedicar el tiempo deseado, la deshumanización de la relación médico-paciente y la obligación de ser meros médicos intercambiables si las circunstancias lo requieren.

La esencia del trabajo del médico se distorsiona hasta el punto en el que la atención al enfermo se despersonaliza y se pierde la confianza que hace de la profesión médica un pilar fundamental y una de las satisfacciones profesionales más importantes. Se rompe uno de los principios que promulga el Código de Ética y Deontología Médica, que en su artículo 8 indica que «la asistencia médica exige una relación plena de entendimiento y confianza entre el médico y el paciente».

Los médicos trabajamos, actualmente, en un medio sanitario hostil en el que la Administración lo mide todo en términos economicistas y de rentabilidad, justificando que los recursos que se invierten en Sanidad son limitados y desoyendo las voces de los profesionales que insistimos en que la Sanidad no es un gasto, sino una inversión de presente y futuro. Los profesionales y las organizaciones que los representamos hemos manifestado en numerosas ocasiones que la Sanidad tiene que ser entendida como el conjunto de servicios, personal e instalaciones que garantice la cobertura de las necesidades de prevención, tratamiento, diagnóstico y recuperación de los pacientes, que vela por la conservación de la salud de la población y que se base en los principios de universalidad, gratuidad, equidad y sostenibilidad.

Sin embargo, con una Administración que plantea la Sanidad en este entorno de gestión tan duro nos encontramos atrapados, por un lado, los profesionales, y por otro, los pacientes. En las consultas ordinarias, se van incorporando, necesaria y positivamente, las nuevas tecnologías, pero, a cambio, no disponemos de más tiempo por paciente, lo que empeora la calidad de la asistencia humana. La evolución tecnológica es fundamental, pero tiene que ir de la mano de una adaptación de los tiempos para poder seguir ofreciendo una atención humana y científica de calidad, para que los médicos podamos tener en cuenta, bajo nuestro criterio profesional, las necesidades individuales de cada paciente.

La Administración pide al médico que sea una parte de una maquinaria que se pone en marcha para solucionar los problemas de salud de la población. Se exige que sean piezas del engranaje casi sin voz ni voto a profesionales que han sido los mejores expedientes de bachillerato, excelentes estudiantes de Medicina, que superaron el examen MIR, trabajaron durante años para conseguir la especialidad y, posteriormente, aprobaron otra oposición para obtener una plaza en el sistema sanitario público.

Cuando llegan a su destino laboral, se les pide que no piensen más, sino que vean a un número determinado de pacientes, que no den sus opiniones porque ya está todo planificado y que no introduzcan cambios porque pueden alterar el plan establecido.

Se nos exige que hagamos solo lo que se nos ordena, que nos ajustemos a las cifras, que cumplamos con unas exigencias, a veces, de dudosa lógica.

Nuestra situación empeora exigiéndonos más por menos. Más competencias, más formación, más responsabilidad, más compromiso con el sistema, más horas, más sacrificios por menos reconocimiento, menos retribuciones, menos oportunidades, menos capacidad de actuación.

Se nos siguen dando motivos para que los médicos nos sintamos desmotivados, para que nos cueste mantener intacta esa ilusión inicial de progresar e incorporar nuevos avances que puedan mejorar el sistema y la atención sanitaria o para que nuestras opiniones sean, al menos, escuchadas.

Pero queremos decirle alto y claro a la Administración que esto no funciona así. Que los médicos somos profesionales que han luchado para ser lo que somos, que queremos participar en la mejora del sistema y que no nos vamos a quedar callados mientras asistimos al desmantelamiento de la Sanidad.