No puedo ni quiero dejar pasar esta oportunidad para llamar la atención sobre nuestros deberes para con nuestros prójimos, por el hecho de creer en Jesucristo y querer vivir según el estilo de vida que él nos inculcó. Ávila, (la ciudad que evoca siempre a San Juan de la Cruz y Santa Teresa) ha acogido la Asamblea General del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, una asociación reconocida por la Iglesia que celebra su 50 aniversario.

Estas Bodas de Oro de los Trabajadores Cristianos hace suyo el fundamental mensaje del Papa Francisco: «Tierra, techo y trabajo para una vida digna».

Estoy, como saben mis amigos, pasando mis vacaciones en Barranda. Aquí tengo vía libre para leer sin prisa y sin urgencias. Hoy he recibido la correspondencia de Murcia y me llegan varias revistas (Vida Nueva, 21, Iglesia Viva). Me entero (creo que bastante bien) de todo lo referente al apostolado obrero en todo el mundo. Un tema de primerísima importancia que estas revistas explican ampliamente. Me parece obligatorio informarse. Se entera uno de la pérdida de derechos laborales y sociales y del sufrimiento de miles de familias. La ignorancia de los problemas está verdaderamente prohibida. Es más, hubo un tiempo en que se llegó a sospechar de quienes exigieron un mayor compromiso ante los poderes públicos, silenciando lo que la propia Iglesia reconoce como apostolado.

Lo sufrió la HOAC. Y lo padece en estos días Cáritas por parte de quienes consideran que su invitación a un mayor activismo empaña su labor benéfica.

Francisco, con su grito contra la economía que mata, la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte, ha reactivado la defensa de los trabajadores en el léxico católico. No es una moda ni un invento suyo. La justicia social está enraizada en la Doctrina Social de la Iglesia.

Por eso, cabe preguntarse si esta denuncia evangélica se ha integrado más allá de las palabras en la agenda real de nuestras comunidades.

Es fácil evaluarlo a la luz de Iglesia por el Trabajo Decente, campaña promovida desde hace dos años por entidades eclesiales de referencia. ¿Tiene respaldo concreto en parroquias y movimientos? ¿Se ha invitado a los fieles a adherirse a ella?

Los pastores tienen en sus manos potenciar una pastoral obrera que conecte con las inquietudes de sus ciudades y barrios y se haga visible a través de homilías, foros con agentes sociales, concentraciones€

Esto no implica entrar en política, pero sí establecer vías de participación para reclamar estructuras humanizadas y sin precariedad, donde nadie se quede fuera ni sea explotado: ni jóvenes, ni migrantes ni mujeres ni parados de larga duración€

Porque, hoy, no tiene sentido preguntarse si se puede ser católico y sindicalista, sino como integrar que el ser católico exige un compromiso evangélico por la defensa de la dignidad del ser humano a través del trabajo.

De este mundo de tan lleno de inhumanidades tenemos que hacer una familia de hermanos.

Esto no es todavía un hecho, pero es una hermosa tarea. Y como colofón esta hermosa frase: El mundo cambia con tu ejemplo no con tu opinión.

Soy católico y sindicalista

Evangelizar desde el trabajo y defender al mundo obrero. Con esa responsabilidad nació hace medio siglo el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos. La defensa de sus derechos se hace mano a mano con los sindicatos. Sin complejos. Unos luchan por un trabajo decente con la mirada puesta en el Evangelio y otros lo hacen desde su compromiso humano. Compatibilidad absoluta. El fin es el mismo: el bien común.

¿Se puede ser sindicalista y católico? «¿Y por qué no?», responde con otra pregunta Charo Castelló, copresidenta del Movimiento Mundial de Trabajadores (MMTC). «No está reñido en absoluto. Después del Concilio Vaticano II hay toda una vocación de ser cristianos en el mundo, y el mundo está lleno de organizaciones, situaciones, redes en las que hay que humanizar y aportar lo que somos capaces de vivir. Y desde ahí, construir la sociedad», continúa. Y añade: «La Doctrina Social de la Iglesia nos llama a estar ahí, a dialogar, a construir puentes, que es lo que nos está diciendo el Papa permanentemente».