Desde hace 40 años llevo viendo esta escena cada tarde de mis estancias en el Mar Menor. El ruido del dominó sobre las mesas es más potente que el de las chicharras. Las casas británicas de apuestas marcan 2 a 1 a que ya no queda ninguno vivo de los que yo veía de chico. Eso quiere decir que, o pongo remedio, o tengo todas las papeletas para acabar ahí, poniendo pitos y seises. Y eso que no me gusta. Pero esto debe ser como la comida. Que de crío no hay quien se coma lo verde, y con los años acabas pidiendo verdura a la plancha en los restaurantes. Tiene cojones.