El fraseo en música es una unidad estructurada y con sentido, que unida a otras, conforman la melodía. Para Louis Armstrong había que ir un punto más allá, de manera que para tocar la trompeta como lo hacía él, había que contar con ella una historia. Pero no es tan sencillo, porque hay personas que tienen historias que contar, a otras les gusta contar cuentos y hay quien no sabe contar ni un chiste. Veamos algunos ejemplos.

Cuando se empezó a desvelar la trama de los GAL, Felipe González declaró varias veces que había tenido noticia de ello por la prensa. Fueron condenados en distintas causas un ministro del Interior, un Secretario de Estado, dos Gobernadores civiles, un general de la Guardia Civil, un teniente coronel del mismo cuerpo, un jefe de la lucha antiterrorista y varios policías nacionales, además del secretario general del PSOE en el País Vasco. Pero el Presidente del Gobierno no sabía nada de lo que se cocía bajo su mesa cuando él salía de las reuniones del Consejo de Ministros.

La declaración de Rajoy en la Audiencia Nacional tiene un parecido razonable con la de Felipe González. Quien lleva más de treinta años en la ejecutiva del partido, casi la mitad de ellos como presidente, no puede ser ajeno a toda la corrupción que se ha producido bajo sus pies y de la que son protagonistas subalternos inmediatos como el tesorero del partido, miembros de las ejecutivas regionales, varios presidentes de comunidades autónomas, además de alcaldes y concejales a manta repartidos por toda la geografía. Malversación de fondos públicos, prevaricación, cohecho, alteración del precio de las cosas, defraudaciones de fondos comunitarios, organización de cursos inexistentes, cesión de servicios públicos a empresas de afines -pregunten a Rosa Roda por el faro de Cabo de Palos-? y el presidente del partido sólo se dedicaba a las grandes líneas políticas.

Nunca preguntaba de dónde salía el dinero de las campañas electorales ni cómo se financian las liturgias de su partido. Como en su día Arzalluz, todos los domingos, homilía. No traigas, lector, a colación las corrupciones de los otros, pues el pecado ajeno no redime el propio. En un país en el que hasta el ´molt honorable´ ha demostrado ser un redomado comisionista, un vendepatrias, inventor de banderas a mayor gloria de su talega, debería exigirse a su presidente mayor celo en la prevención y la persecución de la corrupción, salvo que -casi lo olvidaba- sea su propia causa.

Hay un criterio infalible de responsabilidad civil que también es unidad métrica de la política: la culpa ´in eligendo´ e ´in vigilando´. El superior jerárquico es responsable de lo que hacen sus subordinados, bien porque no eligió a los competentes o porque incumplió su deber de vigilar por la correcta actuación de quien depende de él. Esperanza Aguirre lo puso de manifiesto cuando fue encarcelado Ignacio González, antes de su última dimisión, cuando dijo sentir vergüenza por quien había sido su mano derecha en la Comunidad de Madrid. En el escándalo de los ERE de Andalucía, también podrían mostrarse síntomas de arrepentimiento, mas ni siquiera lágrimas de cocodrilo.

Muchas fueron las opiniones que pusieron en la picota a Felipe González, porque, de ser verdad su historia, demostraba una soberana incompetencia para controlar lo que hacían sus inferiores en un tema tan delicado como la lucha antiterrorista. Lo mismo vale pensar del actual presidente. El terrorismo de Estado es una práctica indeseable, porque demuestra la incapacidad del Estado para prevenir el terrorismo y la ineficacia del ordenamiento jurídico. Pero la corrupción no es menos dañina, porque también al mostrar la falta de escrúpulos de quien debe velar por el bien común, desacredita a las instituciones y, en último extremo, a la democracia.

En el otro lado de la balanza, cuando cinco terroristas del IRA fueron asesinados en Gibraltar por miembros del servicio secreto británico, Margaret Thatcher no dio pábulo a la algarabía política: «Sí, yo disparé». Y se acabó la depuración de responsabilidades políticas.

Fuera del reverso tenebroso sólo encuentro el ejemplo de José Borrell, que dimitió como candidato a la presidencia del gobierno por el PSOE por el cohecho de dos antiguos colaboradores suyos en Hacienda, Ernesto de Aguiar y José María Huguet, prevaliéndose de sus cargos. Ninguna responsabilidad tenía quien fue el único ministro que ha presentado un Plan Hidrológico Nacional de interconexión de todas las cuencas hidrográficas de España. Sin embargo, el PP de aquél entonces se opuso. Fue antes de pedir agua para todos.

Borrell pudo escudarse en su inocencia, pero no lo hizo. No sé si González y Rajoy conocían la frase del rey Louis porque, en sus respectivos casos, no fue una historia, sino todo un cuento chino -vid. definición del DRAE-. Cuando en los primeros años de la democracia se hablaba de la erótica del poder, jamás pensamos que nos iban a contar películas, mucho menos, vídeos porno.